156.

La guadua era lo suficientemente resistente. Lo tomé con las manos temblorosas; venía con todo el cuerpo dolorido y cansado, pero tal vez era una buena oportunidad. Tal vez salvar la vida de Elizabeth quisiera cambiar de opinión. Tal vez pudiera darle otra oportunidad para que ella me diera otra oportunidad.

Cuando estiré la guadua hacia ella, la madera quedó atorada completamente entre dos piedras: una de la orilla y otra a un metro de donde Elisa estaba agarrando para no caer por la corriente. Cuando sus ojos se clavaron en los míos, me miró con una extraña mezcla de emociones. Vio su salvación ahí, pendiendo de solo un salto, y pude ver el orgullo en su mirada, el orgullo que le indicaba que era yo la que le estaba salvando la vida. Seguramente prefería morir antes que yo le ayudara, y yo me quedé ahí, de pie, esperando.

Tal vez era tan arrogante como para tomar esa decisión. Pero, justo como yo lo había imaginado, la vida pesaba de todas las formas posibles, y Elisa no tuvo más re
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