157.

Corrí con tanta fuerza que la sangre subió a mi cabeza, me produjo un fuerte mareo.

— No te muevas — me advirtió Elisa.

El oso nos observó por unos segundos. Tuve la esperanza de que simplemente nos mirara con curiosidad y se marchara, pero entonces lanzó un fuerte gruñido, como si nuestra presencia lo molestara sobremanera. Seguramente así era. Seguramente nuestra presencia lo alteraba más que la suya a nosotras, pero de todas formas teníamos todas las de perder. No sabía exactamente qué era lo que tenía que hacer. En el bosque que rodeaba el orfanato no había osos y, a pesar de que la distancia que nos separaba no era mucha, nunca había tenido que toparme con una emergencia como esa.

— ¿Qué hago? — le pregunté a Elisa.

Según había visto en los documentales, tenía que fingir estar muerta. Eso sí, tenía que lanzarme al suelo y fingir que estaba muerta, y así el oso perdería el interés. Pero estaba tan paralizada que no pude hacer nada. En ese momento, el oso gruñó nuevamente hacia n
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