155.

El golpe contra el agua nunca era como uno imaginaba. A bajas alturas, se entraba perfectamente; era cómodo, divertido. Pero a una altura considerable, a tanta velocidad, nuestros cuerpos chocaron contra el agua como si fuese cemento.

El golpe me arrancó el aire. Cuando me sumergí en el agua, inmediatamente la corriente me arrastró. Mis pies chocaron el fondo del pequeño lago y me impulsé hacia arriba para tratar de nadar y recuperar el aliento. Cuando saqué mi cabeza, respiré profundo. Pude ver en la orilla del acantilado a los hombres de Elisa, que no sabían qué hacer. Era demasiado alto como para intentar saltar.

A mi lado, Elisa emergió con un gran suspiro. Se veía asustada, sus ojos abiertos. Parecía que en serio no había esperado en ningún momento que yo hiciera tal osadía. De todas formas, comenzó a nadar hacia mí.

Escuché que me dijo algo, pero no podía oírla. Tenía agua en los oídos, así que yo nadé en dirección contraria. Pero eventualmente la corriente comenzó a arrastrarno
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