145.

Llevaba tanto tiempo sin tener una noche relativamente tranquila que me desperté en la madrugada asustada, como si tanta tranquilidad no fuera cierta, como si esa tranquilidad no fuese más que el inicio de una enorme tragedia. Pero todo estaba tranquilo, en calma. La luz de la luna se colaba a través de la ventana, dejándome ver el rostro tranquilo de Nicolás durmiendo a mi lado. Al parecer, era verdad: era una noche tranquila.

Pero yo ya no pude volver a conciliar el sueño el resto de la noche. A pesar de que ahora teníamos la ventaja, algo me perturbaba. La señora Eva estaba bien, jamás le haríamos daño, pero aún así lo sabíamos: nos habíamos convertido en lo que más odiábamos.

Nicolás despertó cuando yo encendí mi celular, y la luz le golpeó directo a la cara.

— ¿No puedes dormir? — me preguntó en cuanto abrió los ojos.

— Me siento realmente mal por lo que estamos haciendo.

Él sonrió con tristeza y me dio un beso en la punta de la nariz. Apagó el celular y nos quedamos en medio d
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