143.

Tomé los hombros de Kevin y lo aparté con un poco de violencia, la suficiente como para dar a entender mi firmeza, pero no tanta como para que pensara que estaba enojada. Él me apartó la mirada, y entonces yo estiré mi mano y lo agarré por el mentón para que me mirara.

— Lo siento — le dije — . Siento haber sido tan ciega, cierto, nunca haberme dado cuenta. Pero creo que ahora ya no es tiempo.

— Lo sé — me dijo, apartándose dos pasos atrás y recostándose en el mesón de la cocina, apretando con fuerza sus ojos como si le doliera la cabeza. Tal vez sí le dolía la cabeza.

— No importa, Evangelina. De verdad, discúlpame por esto. Prometo que no va a volver a pasar. Besarte... no está bien. Eres mi amiga, o lo eras, y debo respeto hacia Nicolás.

Cuando me miró, pude ver en sus iris verdes tanto dolor que me sentí sobrecogida.

— Creo que no me quedaré a almorzar — dijo — . No creo que sea conveniente.

— No salgas solo — le dije cuando él hizo ademán de salir de la cocina — . No estás s
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