36.

—No, fue un accidente —mentí mientras la observaba.

Penélope comenzó a llorar y justo en ese instante Mariana entró al salón, se alarmó y preguntó qué sucedía. Ninguno de los dos fue capaz de confesar que nos habíamos peleado.

Fue incómodo volver juntos a casa esa tarde y mucho más tener que vernos el resto del día, además de tener que sentarnos juntos en la misma mesa.

Descubrí que a Penélope le gustaba mantener una imagen pulcra de ella, de ser la hija perfecta, que es buena y amable con todos. Empecé a generar fastidio y no veía la hora de que se acabara el año para no verla todos los días.

Pero ese mismo año, para diciembre, pasamos las vacaciones en la hacienda de su familia y justo un día antes hicimos una fogata y sus hermanos nos animaron a besarnos. Fue mi primer beso.

Todo el rencor que podía tener hacia ella se desvaneció cuando toqué sus labios.

Pensé en ella a diario después de aquella noche. Penélope era mi mundo entero. No dejaba de ver en sus redes sociales sus fotos y
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