98.

Siempre he creído que los consultorios médicos tienen un aire especial, algo entre la esperanza y el temor. Aquel día, mientras esperaba que el doctor revisara mis exámenes, no podía dejar de tamborilear los dedos sobre el reposabrazos de la silla. Cada segundo parecía eterno.

Finalmente, el doctor levantó la mirada, y su expresión serena me arrancó un poco del nudo que llevaba en el pecho.

—Penélope, tus resultados están perfectos —anunció, con esa voz tranquila que usan los médicos para calmar a los pacientes.

—¿Perfectos? —repetí, como si la palabra no tuviera sentido en mi cabeza.

—Así es. No hay ningún impedimento físico ni hormonal que te impida quedar embarazada.

Por un instante, sentí un alivio fugaz, pero fue rápidamente reemplazado por una ola de confusión.

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