—Marianita viene el jueves —informa mi padre a mitad del almuerzo.
—¿Quién irá a recogerla en el aeropuerto? —pregunta mi madre.
—Pues Penélope, obvio —interviene Jairo, como siempre de metiche.
—¿Y por qué no vas tú? —cuestiono y lo reprendo con la mirada.
—Pues porque yo el jueves estoy ocupado con el partido de Camilito —espeta, sé que me está restregando en la cara su perfecta vida de padre—. Tú que no tienes responsabilidades puedes ir a recoger a Mariana.
Le iba a replicar, pero mi madre como siempre, salió a defender a su favorito.
—Eso es cierto, Penélope. Marianita debe venir cansada después de un largo viaje y necesitará que la ayuden con los bebés.
—¿Bueno y por qué no vas tú? Ante todo, eres la abuela que extraña a sus nietos —replico.
Volteo a ver a mi padre, implorándole con la mirada que salga a mi rescate. Pero una vez más, prefiere no llevarle la contraria a su esposa y prefiere cambiar de tema.
—¿Y cómo ha terminado la reunión con los Bacheli?
Un silencio se apodera de la mesa.
Todos están interesados en saber qué pasó y seguramente el almuerzo fue una gran excusa, por eso hasta Jairo decidió asistir. Con sus miradas puestas en mí, deciden sacar la conclusión que era tan obvia, pues saben que mi relación con Alessandro es tan incompatible como el agua y el aceite caliente.
—¿Es que no es obvio? —suelta mi hermano y despliega una sonrisa burlona—. Le ha ido mal, Alessandro no ha aceptado la asociación. ¿Para qué necesitaría de la ayuda de Penélope si ellos están bien posicionados en el mercado?
Esto preocupa a mi padre, lo veo abrir los ojos con asombro.
—Pero yo hablé con el señor Bacheli la semana pasada —dice—, me comentó que persuadiría a Alessandro para que aceptara la asociación.
Suelto un suspiro de aburrimiento. Detesto los almuerzos en familia. Antes me agradaba que Mariana estuviera presente, como hermana mayor intercedía cuando todos me atacaban y eso me daba consuelo, pero desde que se casó y tuvo a los gemelos ya todo ha cambiado. Y ahora que Jairo presume a su perfecta familia, la cosa se ha puesto peor.
—Bueno, ¿y cómo vas a hacer? —cuestiona mi madre—. Necesitabas de la asociación con los Bacheli, serían tu mejor cliente. —Suelta un suspiro de cansancio—. Por eso te dijimos que no arriesgaras todo en la empresa, una empresa de publicidad y programación, ¿acaso son buenas? Podría ser algo más productivo, como Mariana, su esposo tiene una firma de abogados, eso es más seguro.
—Tampoco exageres, a Penélope le va bien, su empresa es exitosa —defiende mi padre—. Ya vendrán mejores socios. —Me observa con mirada de consuelo—. Además, ya todos sabíamos que sería difícil con Alessandro al mando de la compañía Bacheli.
Mis hombros se relajan y puedo volver a comer de las pastas gratinadas.
—Eso es cierto, Alessandro y Penélope desde niños nunca se llevaron bien —acepta mi madre y deja de verme con mirada endurecida.
—Eso es porque ella intentó asesinarlo —suelta Jairo a bocajarro.
—¿Otra vez con eso? Que pares ya —espeto y le doy un manotazo a la mesa.
—Eso fue un accidente —aclara mi padre.
—¿Accidente es tirar a un niño a la piscina y después jalarlo de la pierna al fondo cuando sabe perfectamente que ese niño no sabe nadar? —Voltea a verme—. Ay, Penélope, es que tú también estás medio psicópata. Por eso ni te has casado y quedaste solterona.
Pongo los ojos en blanco y gruño.
—¡Maldita sea, teníamos ocho años y eso fue un puto accidente! —aclaro.
La verdad es que lo había hecho con toda la intención del mundo. Detestaba a Alessandro y ese día era mi cumpleaños, quería que mi familia no lo invitara, pero al ser el señor Bacheli amigo íntimo de mi padre, no pudo negarle la invitación y tuve que ver a Alessandro todo el día coqueteando con mis amigas, pues porque claro, como él es el guapo y perfecto, se llevaba toda la atención. Y todo empeoró cuando le dieron la parte más grande del pastel, aunque protesté, lo vi comérselo frente a mí.
Y así fue como al tener la oportunidad lo empujé a la piscina e intenté ahogarlo.
Alessandro y yo nunca fuimos amigos antes de mi intento de asesinato. Yo siempre le veía feo y le hacía mala cara. En el colegio lo molestaba cada vez que podía y hasta una vez le aventé leche a su libro de apuntes. Ahora de grande entiendo que era una acosadora y él mi víctima.
Y después de intentar ahogarlo, no sé si me tenía miedo o me odiaba, lo que sí sé es que ahora de adultos, cuando me ve su mirada es fría y sé que soy la última mujer en el mundo que le gustaría tener a su lado.
Gran problema, porque al crecer el hombre que más me fascina es Alessandro y sería perfecto como padre de mis hijos.
—Pero, hija, ante todo, ¿qué has pensado de tu vida? —pregunta mi padre.
—¿Pensar de qué? —cuestiono confundida.
—Pues de qué vas a hacer —explica—, este mes cumples treinta, ¿piensas quedarte soltera y sin hijos?
—¿Y qué más puede hacer? —interviene Jairo con ironía—, no es como que tenga muchas opciones para escoger. Será feliz con sus cuatro gatos.
Escucho un sonoro suspiro proveniente de mi padre y me observa casi como con lástima. Puedo aceptar esas miradas de mi madre, pero de mi papá… eso sí que me duele.
—Y yo que creí que al tener a mi hija al mismo tiempo que nacería el único heredero de los Bacheli podría hacer que al crecer se enamoraran —suelta mi madre mientras empieza a recoger la mesa—. Pero mi hija tuvo que intentar asesinarlo…
—¡Que eso fue un accidente! —replico.
Los treinta siempre vendrán con el título de solterona. Joven, rica, próspera y solterona…
Mi casa queda a una cuadra del edificio donde vive Alessandro. Lo veo desde la ventana de mi habitación todas las mañanas correr en dirección al parque. Y si me asomo desde el balcón puedo verlo hacer las vueltas al parque.Mi mayor secreto es que me gusta Alessandro Bacheli. No se lo he contado a nadie. Tampoco que compré esta casa porque sabía que sería vecina de él y así nos veríamos seguido. Pues no quiero que crean que deseo volver a acosarlo como de niños.Recuerdo bien el primer día que Alessandro me vio en su vecindario. Fue una mañana, como siempre, estaba trotando y yo salía de la casa para subirme en mi auto, recuerdo que iba ese domingo a adelantar trabajo en la oficina. Él me echó una mirada rápida y después aceleró su trote y casi se tropieza, trastabilló calle abajo y me asusté al creer que se iba a ir de bruces.Seguramente para Alessandro es demasiado desagradable que para ir a su parque favorito la única calle que tiene es esta y que justo mi casa quede en la esquina
—Alessandro, debes darle una oportunidad a Penélope —siguió diciendo el señor mientras observaba a su hijo—. Ella tiene toda la disposición para que puedan tener una relación laboral sana.—Así es —dije, aunque no habían pedido mi opinión.Alessandro permanece en silencio, sin emoción alguna. Me daba la impresión de estar esperando a que su padre terminara de hablar para después marcharse. Lo único que puedo pensar es en la mala cara que hice cuando lo vi a primera hora trotando, seguro y lo ofendió, así que… va a rechazar darme una oportunidad.Iba a hablar cuando Alessandro me interrumpió.—Está bien, papá, lo que quieres es que le dé una oportunidad con la propuesta, ¿es así?No me mira, todo el tiempo observa a su padre. Es evidente que quiere evitar todo contacto conmigo, así que esta situación para él debe ser de lo peor.—Claro que sí —acepta el señor Bacheli y enarca una sonrisa—. Hemos trabajado por años con Penélope y conoce bien nuestras necesidades en cuanto a publicidad,
—Es… un chiste… —Intento arreglar la situación—. Es una broma, quiten esas caras —pido y empiezo a ruborizarme otra vez.—Ay, Penélope… tú y tus imprudencias —regaña mi padre—. Mira cómo has dejado a Alessandro, está que le da algo de la vergüenza. Ya mijo, ¿quieres más café? —Con una mano llama a un dependiente—. Tráiganos otra taza de café, por favor.El señor Bacheli sí se lo ha tomado con humor, cuando pasa la sorpresa empieza a carcajear.—Bueno, ¿y cuántos hijos quieres, Pen? —me pregunta.Despliego una enorme sonrisa.—Bueno, con uno me conformo —le sigo la corriente.—Ah, no, yo quiero varios nietos —replica—. Que sean al menos dos hijos. —Palmea al joven en la espalda—. Debes darte prisa y comenzar, que serán varios hijos.Alessandro se ha repuesto también de la sorpresa y se ha tomado lo último del café de un solo trago; eso se veía caliente…El dependiente quita la tacita de café y coloca la nueva, la cual Alessandro toma con rapidez y le da un largo sorbo. Seguro y se está
Soy incapaz de mantener silencio en el camino, así que se me pasan muchos temas por la cabeza.—Sólo a ti se te ocurre decirle a tu papá que no quieres tener hijos —comento y observo por el retrovisor, está cruzado de brazos y observa por la ventana derecha, se le ve triste.—No es asunto tuyo —espeta.—Tú papá ahora cree que eres homosexual —digo con tono casual.Alessandro lleva su mirada al frente y nos observamos por el retrovisor. He soltado una enorme sonrisa de satisfacción.—Eso fue lo que lograste con tu confesión —suelto.—Pero no lo soy…—Bueno, es evidente que no sabes hacer bien tus cosas, al menos las familiares. —Me detengo en un semáforo en rojo—. O sea, a menos que quieras que te desherede, vas por buen camino.—Nada más le dije para que no se ilusione, porque no tendré hijos —explica.—Sólo a ti se te ocurre decirle a un anciano que tiene un solo hijo que no tendrá nietos —regaño—. Y en frente de su mejor amigo, en un restaurante, cuando la conversación es de bebés…A
Veo a mitad de la reunión a Alessandro Bacheli. Dios mío, qué hombre más guapo. Por más que intento no mirarlo mientras hago la presentación, es imposible, su presencia me llama. Genéticamente tiene un cuerpo atlético, sé que es sumamente sano, pues lo conozco desde que era un niño y rara vez estuvo enfermo. Y su piel es blanca y limpia, de adolescente nunca sufrió de acné; lo contrario a mí que una vez el novio de mi hermana me preguntó que si tenía varicela (no salí de mi casa por una semana después de eso). Tiene un sedoso cabello negro y liso; sé que su familia no sufre de calvicie, porque su padre aún conserva su cabello; no como mi padre, que tiene amplias entradas y debe cambiarse periódicamente el peinado para que no se vea sus pelones.Vaya, si sigo enumerando los pros y contras de la familia de Alessandro y la mía, a él es a quien no le conviene tener hijos conmigo…Sacudo la cabeza e intento concentrarme en la reunión. Volteo a ver la presentación para recordar la línea de
—Ya sabía que ibas a llegar tarde, así que la fui a buscar —dice mi madre mientras le sirve a Mariana un pedazo de pastel—. Toma, cariño, debes estar hambrienta.—Pues pudieron avisarme, para no tener que conducir hasta el otro lado de la ciudad —protesto.Acabo de llegar a la casa, ya son las siete de la noche. Me siento mareada del cansancio. No he comido por dos días, he sobrevivido con café y nada más.—Por eso te llamé, pero como no contestabas —suelta Mariana y empieza a comer su rebanada de pastel—. Pero bueno, eso te mereces por nunca contestarme las llamadas.—Estaba en una reunión importante… —intenté decir con impotencia. El malestar en mi interior no hace nada más que empeorar.—Tan extraño —dice ella y pone los ojos en blanco—. ¿Acaso el que tu hermana viniera a visitarlos no es importante?—Déjala Mariana, sabes que uno nunca cuenta con ella —reniega mi madre—. ¿Quieres que te traiga más jugo?—Oh no, mami, así está bien —comenta ella con una amplia sonrisa.Mi mamá se si
—¿Gay? —cuestiono—. Alessandro no es gay.Mariana suelta una carcajada que resuena por el comedor, está sentada frente a mí y me parece que se ve hermosísima con su largo cabello negro y mejillas rosadas. Aunque lleva una pijama, su porte siempre se ve elegante. Es tan hermosa que se ve como una muñequita perfecta, por eso desde muy joven tenía muchos pretendientes y fue astuta al escoger al mejor postor: un billonario petrolero.—Pues eso fue lo que mamá me contó —dice—. Además, le dijo que, si no se consigue una esposa pronto, tendrá que dejar su cargo en la compañía.—¿Qué? ¿Así de fuerte escaló la discusión? —exclamo—. Humm… se lo advertí, le dije que arreglara las cosas con su padre.—¿Tú estuviste ahí?—Pues la discusión comenzó mientras desayunábamos, él dijo que no quería tener hijos y le habló feo a su padre, algo que evidentemente lastimó mucho al señor Bacheli, sabes lo orgulloso que es. Pero no sé qué pasó después, pero por lo visto siguieron discutiendo.—Alessandro desde
A Mariana le gustó la idea de preparar una fiesta, aunque le sorprendió que yo quisiera planearlo todo.—Hay que celebrarlo, ¿no? Acabo de cerrar un negocio millonario —le digo mientras cambio a los gemelos que no dejan de saltar en la cama—. Necesitaba que no se perdiera esta asociación ahora que Alessandro ha tomado la sucesión de la compañía Bacheli.Ya he hecho el conteo de mi ciclo, el próximo viernes estaré en mi día más fértil, necesito que esa noche Alessandro se acueste conmigo. No importa que después me diga que fue un error y que lo olvidemos.—Eso es cierto, además, será bueno hacer una fiesta —comenta—. Cada vez que vengo a visitarlos mi mamá está ocupadísima con sus amigas del club y mi padre es tan aburridísimo, pasando todo el día en la empresa. Y tú, ni se diga… siempre trabajando. Salir de la rutina nos vendrá bien.Acepto con un sacudón de cabeza. Ella se acomoda en la cama y toma a uno de los niños para acomodarle la camisa.—Dime, ¿qué tal te ha ido con Alessandro