Él se sorprende y aprieta los labios.
—Lo siento, es que… —Paso una mano temblorosa por mi cabello—. Nada más quiero que esto se acabe.
—Esta noche le pondrás fin, así que acabará pronto. —Me toma de una mano—. Yo creo en ti y en lo que eres capaz, así que terminarás con éxito lo que has comenzado.
Sus palabras me reconfortan y siento que la tranquilidad vuelve a mi cuerpo.
—¿Qué hace Serena aquí? —inquiero.
—Me dijiste que me encargara de ella, eso haré —explica—. He invitado a su familia también, voy a exponerla, quiero que ellos vean el tipo de hija que tienen y lo mal que está, es la única forma en la que podré ayudarla. De hecho, necesito un favor tuyo.
—¿Cuál?
—Quiero que la provoques, has que se altere.
Despliego
El salón de eventos está lleno con personas que discuten sobre lo que acaba de pasar, es una mezcla de confusión y sorpresa. Empieza a sonar una música suave que baja la tensión en el ambiente y empiezan a escucharse algunas risas de fondo y el tintineo de las copas.Todo debería sentirse perfecto, pues por fin se ha completado mi venganza, por fin Emiliano estará en la cárcel pagando por sus malvadas acciones. Y, ante todo, esta noche es un paso más hacia el día más importante de mi vida, y, sin embargo, algo en el aire me pone nerviosa.Estoy hablando con Rubiela, calmándola porque cree que Emiliano tomará represalias si llega a quedar en libertad, cuando un escalofrío recorre mi espalda. Al girarme, la veo. Serena. Su cabello rubio brilla bajo las luces del techo, pero es su mirada la que me hiela la sangre: gélida, llena de odio.De repente, levanta un br
Siempre he creído que los consultorios médicos tienen un aire especial, algo entre la esperanza y el temor. Aquel día, mientras esperaba que el doctor revisara mis exámenes, no podía dejar de tamborilear los dedos sobre el reposabrazos de la silla. Cada segundo parecía eterno.Finalmente, el doctor levantó la mirada, y su expresión serena me arrancó un poco del nudo que llevaba en el pecho.—Penélope, tus resultados están perfectos —anunció, con esa voz tranquila que usan los médicos para calmar a los pacientes.—¿Perfectos? —repetí, como si la palabra no tuviera sentido en mi cabeza.—Así es. No hay ningún impedimento físico ni hormonal que te impida quedar embarazada.Por un instante, sentí un alivio fugaz, pero fue rápidamente reemplazado por una ola de confusión.
Estoy sentada en el sillón mullido del consultorio, rodeada de paredes cubiertas por estanterías llenas de libros y diplomas. La luz cálida de una lámpara de pie me baña suavemente, pero no logra disipar el nudo que siento en el pecho. La psicóloga, una mujer de mirada comprensiva y voz calmada, se sienta frente a mí con una libreta en mano.—Penélope, después de estas sesiones, creo que es importante que hablemos sobre lo que está ocurriendo —dice, haciendo una pausa que parece llenar todo el espacio. La miro, queriendo escuchar, pero temiendo lo que vendrá.Estas semanas no han sido fáciles, dar el primer paso para afrontar los problemas emocionales y mentales que he arrastrado por años ha creado en mí una oleada de emociones. Pero sé que lo necesito, para avanzar en mi vida debo dejar atrás todos los fantasmas que me persiguen.—Tienes depresión y ansiedad —continúa, con un tono que mezcla firmeza y empatía—. Esto no es algo que pueda solucionarse de la noche a la mañana. Va a ser
El murmullo de los invitados se desvanece mientras camino hacia el altar. Respiro profundamente, intentando que mi pecho deje de subir y bajar de forma tan evidente. La seda blanca de mi vestido parece flotar con cada paso, y la larga cola se desliza detrás de mí como una nube. El corsé ajustado, las mangas de encaje y la falda amplia estilo princesa hacen que me sienta como en un cuento de hadas.Mi padre sostiene mi brazo con firmeza, guiándome. Su mano temblorosa me reconforta; sé que este momento es tan emotivo para él como para mí. Se inclina hacia mí y me susurra al oído:—Eres la novia más hermosa que he visto, mi niña.Sonrío y lucho por contener las lágrimas que amenazan con arruinar el maquillaje perfecto que tanto esfuerzo costó. Levanto la mirada y allí está él. Alessandro.Espera al final del pasillo con un porte elegante, vestido con un impecable traje negro y una pajarita que parece ajustada justo a medida para él. Sus ojos me encuentran, y la expresión en su rostro cam
La noche está comenzando a caer, y el patio de nuestra casa brilla con una luz cálida que parece envolverlo todo. Hay luces colgando de los árboles y faroles flotando en la piscina, que reflejan el resplandor suave y dorado. Los globos rosados y azules, perfectamente distribuidos por todo el lugar, se mecen con la brisa. Los invitados, vestidos con ropa de estos mismos colores, se agrupan alrededor de las tres grandes cajas que hemos colocado al fondo del jardín. Las mujeres, en su mayoría con tonos de rosa, y los hombres con tonos de azul, crean un mar de colores que me hace sentir una alegría indescriptible.Me pican las manos por la ansiedad de por fin saber qué sexo serán mis bebés.Estoy de pie junto a Alessandro, mirando a mi alrededor. Llevo un vestido largo y rosado, que resalta la curvatura de mi barriga. Siento mariposas en el estómago, la emoción no me deja tranquila. Estoy tan nerviosa y tan feliz a la vez. El día que decidimos organizar esta revelación de género para nu
Alex queda paralizado, después lentamente saca el dedo de su boca.Reina el silencio.—¿Puedo ir a jugar a la piscina? —pregunta Jenny pasado un minuto, donde claramente se ha aburrido de estar sentada.—Pueden ir, pero sin pelear —aclara Alessandro.Todos despliegan una amplia sonrisa y corren juntos, olvidándose por completo que minutos atrás estuvieron peleando.Una brisa sopla lentamente y Alessandro y yo observamos a lo lejos a los niños correr bordeando por la piscina, sabemos que es peligroso, que pueden resbalar y caer, pero estamos tan cansados que no queremos comenzar a gritar. Los trillizos empiezan a forcejear y se lanzan los unos a los otros al agua, empezando a nadar como perritos, soltando gritos y risas traviesas.Dejo caer mis hombros. Finalmente, no cantamos el feliz cumpleaños y la torta ha quedado picoteada por dedos.Alessandro empieza a cortar una rebanada de pastel y la echa en un plato, ofreciéndomela.—¿Qué te parece si hoy cenamos únicamente tú y yo? —pregunt
Siempre me ha gustado lo mejor, por eso, el padre de mi hijo debe estar a mi altura. Así como él: Alessandro Bacheli. Me encantan sus hombros anchos, sé que se pasa horas entrenando y es amante a la natación. Y ese cabello negro y lacio, se ve tan sedoso, como para pasar mis dedos por ellos y se escurran en su mata de pelo. Ah… y su cuello blanco, sobresaliendo de su traje echo a la medida, se ve tan apetitoso como para pasarle la lengua.Me enfoco en su mirada, es profunda, fría y sombría. Nunca lo he visto reír, o tal vez no lo recuerdo. Ahí, sentado a mitad de la reunión, se ve como un tempano de hielo. Cómo me gustaría saber qué pasa por esa cabeza. Deseo rodear su cuello con mis brazos y darle muchos besos a ese rostro tan serio.Entonces, lo veo suspirar profundamente y noto que toda la sala se ha consumido en un profundo silencio. Se ha acabado la proyección, todos esperan saber qué piensa Alessandro, nuestro potencial cliente.—¿Y usted qué piensa, señor? —pregunto, para así qu
—Marianita viene el jueves —informa mi padre a mitad del almuerzo.—¿Quién irá a recogerla en el aeropuerto? —pregunta mi madre.—Pues Penélope, obvio —interviene Jairo, como siempre de metiche.—¿Y por qué no vas tú? —cuestiono y lo reprendo con la mirada.—Pues porque yo el jueves estoy ocupado con el partido de Camilito —espeta, sé que me está restregando en la cara su perfecta vida de padre—. Tú que no tienes responsabilidades puedes ir a recoger a Mariana.Le iba a replicar, pero mi madre como siempre, salió a defender a su favorito.—Eso es cierto, Penélope. Marianita debe venir cansada después de un largo viaje y necesitará que la ayuden con los bebés.—¿Bueno y por qué no vas tú? Ante todo, eres la abuela que extraña a sus nietos —replico.Volteo a ver a mi padre, implorándole con la mirada que salga a mi rescate. Pero una vez más, prefiere no llevarle la contraria a su esposa y prefiere cambiar de tema.—¿Y cómo ha terminado la reunión con los Bacheli?Un silencio se apodera d