La noche está comenzando a caer, y el patio de nuestra casa brilla con una luz cálida que parece envolverlo todo. Hay luces colgando de los árboles y faroles flotando en la piscina, que reflejan el resplandor suave y dorado. Los globos rosados y azules, perfectamente distribuidos por todo el lugar, se mecen con la brisa. Los invitados, vestidos con ropa de estos mismos colores, se agrupan alrededor de las tres grandes cajas que hemos colocado al fondo del jardín. Las mujeres, en su mayoría con tonos de rosa, y los hombres con tonos de azul, crean un mar de colores que me hace sentir una alegría indescriptible.Me pican las manos por la ansiedad de por fin saber qué sexo serán mis bebés.Estoy de pie junto a Alessandro, mirando a mi alrededor. Llevo un vestido largo y rosado, que resalta la curvatura de mi barriga. Siento mariposas en el estómago, la emoción no me deja tranquila. Estoy tan nerviosa y tan feliz a la vez. El día que decidimos organizar esta revelación de género para nu
Alex queda paralizado, después lentamente saca el dedo de su boca.Reina el silencio.—¿Puedo ir a jugar a la piscina? —pregunta Jenny pasado un minuto, donde claramente se ha aburrido de estar sentada.—Pueden ir, pero sin pelear —aclara Alessandro.Todos despliegan una amplia sonrisa y corren juntos, olvidándose por completo que minutos atrás estuvieron peleando.Una brisa sopla lentamente y Alessandro y yo observamos a lo lejos a los niños correr bordeando por la piscina, sabemos que es peligroso, que pueden resbalar y caer, pero estamos tan cansados que no queremos comenzar a gritar. Los trillizos empiezan a forcejear y se lanzan los unos a los otros al agua, empezando a nadar como perritos, soltando gritos y risas traviesas.Dejo caer mis hombros. Finalmente, no cantamos el feliz cumpleaños y la torta ha quedado picoteada por dedos.Alessandro empieza a cortar una rebanada de pastel y la echa en un plato, ofreciéndomela.—¿Qué te parece si hoy cenamos únicamente tú y yo? —pregunt
Siempre me ha gustado lo mejor, por eso, el padre de mi hijo debe estar a mi altura. Así como él: Alessandro Bacheli. Me encantan sus hombros anchos, sé que se pasa horas entrenando y es amante a la natación. Y ese cabello negro y lacio, se ve tan sedoso, como para pasar mis dedos por ellos y se escurran en su mata de pelo. Ah… y su cuello blanco, sobresaliendo de su traje echo a la medida, se ve tan apetitoso como para pasarle la lengua.Me enfoco en su mirada, es profunda, fría y sombría. Nunca lo he visto reír, o tal vez no lo recuerdo. Ahí, sentado a mitad de la reunión, se ve como un tempano de hielo. Cómo me gustaría saber qué pasa por esa cabeza. Deseo rodear su cuello con mis brazos y darle muchos besos a ese rostro tan serio.Entonces, lo veo suspirar profundamente y noto que toda la sala se ha consumido en un profundo silencio. Se ha acabado la proyección, todos esperan saber qué piensa Alessandro, nuestro potencial cliente.—¿Y usted qué piensa, señor? —pregunto, para así qu
—Marianita viene el jueves —informa mi padre a mitad del almuerzo.—¿Quién irá a recogerla en el aeropuerto? —pregunta mi madre.—Pues Penélope, obvio —interviene Jairo, como siempre de metiche.—¿Y por qué no vas tú? —cuestiono y lo reprendo con la mirada.—Pues porque yo el jueves estoy ocupado con el partido de Camilito —espeta, sé que me está restregando en la cara su perfecta vida de padre—. Tú que no tienes responsabilidades puedes ir a recoger a Mariana.Le iba a replicar, pero mi madre como siempre, salió a defender a su favorito.—Eso es cierto, Penélope. Marianita debe venir cansada después de un largo viaje y necesitará que la ayuden con los bebés.—¿Bueno y por qué no vas tú? Ante todo, eres la abuela que extraña a sus nietos —replico.Volteo a ver a mi padre, implorándole con la mirada que salga a mi rescate. Pero una vez más, prefiere no llevarle la contraria a su esposa y prefiere cambiar de tema.—¿Y cómo ha terminado la reunión con los Bacheli?Un silencio se apodera d
Mi casa queda a una cuadra del edificio donde vive Alessandro. Lo veo desde la ventana de mi habitación todas las mañanas correr en dirección al parque. Y si me asomo desde el balcón puedo verlo hacer las vueltas al parque.Mi mayor secreto es que me gusta Alessandro Bacheli. No se lo he contado a nadie. Tampoco que compré esta casa porque sabía que sería vecina de él y así nos veríamos seguido. Pues no quiero que crean que deseo volver a acosarlo como de niños.Recuerdo bien el primer día que Alessandro me vio en su vecindario. Fue una mañana, como siempre, estaba trotando y yo salía de la casa para subirme en mi auto, recuerdo que iba ese domingo a adelantar trabajo en la oficina. Él me echó una mirada rápida y después aceleró su trote y casi se tropieza, trastabilló calle abajo y me asusté al creer que se iba a ir de bruces.Seguramente para Alessandro es demasiado desagradable que para ir a su parque favorito la única calle que tiene es esta y que justo mi casa quede en la esquina
—Alessandro, debes darle una oportunidad a Penélope —siguió diciendo el señor mientras observaba a su hijo—. Ella tiene toda la disposición para que puedan tener una relación laboral sana.—Así es —dije, aunque no habían pedido mi opinión.Alessandro permanece en silencio, sin emoción alguna. Me daba la impresión de estar esperando a que su padre terminara de hablar para después marcharse. Lo único que puedo pensar es en la mala cara que hice cuando lo vi a primera hora trotando, seguro y lo ofendió, así que… va a rechazar darme una oportunidad.Iba a hablar cuando Alessandro me interrumpió.—Está bien, papá, lo que quieres es que le dé una oportunidad con la propuesta, ¿es así?No me mira, todo el tiempo observa a su padre. Es evidente que quiere evitar todo contacto conmigo, así que esta situación para él debe ser de lo peor.—Claro que sí —acepta el señor Bacheli y enarca una sonrisa—. Hemos trabajado por años con Penélope y conoce bien nuestras necesidades en cuanto a publicidad,
—Es… un chiste… —Intento arreglar la situación—. Es una broma, quiten esas caras —pido y empiezo a ruborizarme otra vez.—Ay, Penélope… tú y tus imprudencias —regaña mi padre—. Mira cómo has dejado a Alessandro, está que le da algo de la vergüenza. Ya mijo, ¿quieres más café? —Con una mano llama a un dependiente—. Tráiganos otra taza de café, por favor.El señor Bacheli sí se lo ha tomado con humor, cuando pasa la sorpresa empieza a carcajear.—Bueno, ¿y cuántos hijos quieres, Pen? —me pregunta.Despliego una enorme sonrisa.—Bueno, con uno me conformo —le sigo la corriente.—Ah, no, yo quiero varios nietos —replica—. Que sean al menos dos hijos. —Palmea al joven en la espalda—. Debes darte prisa y comenzar, que serán varios hijos.Alessandro se ha repuesto también de la sorpresa y se ha tomado lo último del café de un solo trago; eso se veía caliente…El dependiente quita la tacita de café y coloca la nueva, la cual Alessandro toma con rapidez y le da un largo sorbo. Seguro y se está
Soy incapaz de mantener silencio en el camino, así que se me pasan muchos temas por la cabeza.—Sólo a ti se te ocurre decirle a tu papá que no quieres tener hijos —comento y observo por el retrovisor, está cruzado de brazos y observa por la ventana derecha, se le ve triste.—No es asunto tuyo —espeta.—Tú papá ahora cree que eres homosexual —digo con tono casual.Alessandro lleva su mirada al frente y nos observamos por el retrovisor. He soltado una enorme sonrisa de satisfacción.—Eso fue lo que lograste con tu confesión —suelto.—Pero no lo soy…—Bueno, es evidente que no sabes hacer bien tus cosas, al menos las familiares. —Me detengo en un semáforo en rojo—. O sea, a menos que quieras que te desherede, vas por buen camino.—Nada más le dije para que no se ilusione, porque no tendré hijos —explica.—Sólo a ti se te ocurre decirle a un anciano que tiene un solo hijo que no tendrá nietos —regaño—. Y en frente de su mejor amigo, en un restaurante, cuando la conversación es de bebés…A