Soy incapaz de mantener silencio en el camino, así que se me pasan muchos temas por la cabeza.
—Sólo a ti se te ocurre decirle a tu papá que no quieres tener hijos —comento y observo por el retrovisor, está cruzado de brazos y observa por la ventana derecha, se le ve triste.
—No es asunto tuyo —espeta.
—Tú papá ahora cree que eres homosexual —digo con tono casual.
Alessandro lleva su mirada al frente y nos observamos por el retrovisor. He soltado una enorme sonrisa de satisfacción.
—Eso fue lo que lograste con tu confesión —suelto.
—Pero no lo soy…
—Bueno, es evidente que no sabes hacer bien tus cosas, al menos las familiares. —Me detengo en un semáforo en rojo—. O sea, a menos que quieras que te desherede, vas por buen camino.
—Nada más le dije para que no se ilusione, porque no tendré hijos —explica.
—Sólo a ti se te ocurre decirle a un anciano que tiene un solo hijo que no tendrá nietos —regaño—. Y en frente de su mejor amigo, en un restaurante, cuando la conversación es de bebés…
Alessandro no dice nada y su mirada vuelve a perderse en el paisaje de la ventana cuando el auto está en marcha.
—A menos que ya sepas que no puedes tener hijos —agrego—. ¿Es eso lo que te pasa?
—¿Por qué quieres saber? ¿Examinas para saber si te podré dar hijos?
—Bueno, no lo había pensado, pero sí, es verdad —chisto, aunque por dentro me preocupo—. Eso podría dañar mis planes de procreación.
Alessandro pone los ojos en blanco.
—Para con eso, ¿por qué te encanta fastidiarme?
—Pues… ¿qué tan malo sería tener hijos conmigo? Yo no te estoy pidiendo casarte conmigo.
Lo veo por el retrovisor empezar a mirarme con sorpresa y al mismo tiempo con asco. M****a, se ha dado cuenta que hablo en serio.
—O sea, no es como que yo sea la mujer más fea del mundo —explico.
—Basta —gruñe.
Aprieto mis labios. Siento que empieza a abrirse una herida en mi corazón. ¿Tanto me detesta? ¿Tanto asco me tiene que la idea le hace aborrecerme?
Esto es peor que ser rechazada de un buen negocio millonario. Mi orgullo femenino…
—Arregla las cosas con tu padre, te va a desheredar si sigues con tu pataleta —espeto.
Alessandro no dice nada y dejo que el silencio nos inunde.
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Paso las horas en la oficina organizando todo para la nueva presentación. Todos estamos trabajando a tope y ni siquiera hay espacio para el almuerzo, aunque los animo haciendo que nos traigan todo lo que ellos pidan, así que al caminar por las oficinas se huele todo tipo de comidas, desde pizza, hasta comida china y muchísimo café.
Son las diez de la noche cuando Gloria entra a mi oficina con unas enormes ojeras y me trae el informe listo. Se sienta para explicarme el informe. Ella está bastante relajada, tiene una bebida energizante en una mano y lo mueve mientras habla; lleva el cabello algo enmarañado y usa zapatos cerrados.
Veo por la pared de vidrios que muchos de los empleados ya se están marchando y se despiden con un movimiento de mano. Me alivia saber que hay un buen ambiente laboral.
—Se-señorita, su nariz… otra vez… —dice Gloria.
Llevo una mano a mi nariz. Otra vez me está sangrando por el trabajo excesivo.
—Es mejor que se vaya a descansar, yo terminaré de planear la propuesta.
—Oh, no, yo debo ser quien haga esta vez la presentación, tengo que estudiar todo —me niego mientras aprieto mi nariz con los dedos.
—Pero… está demasiado cansada, siempre se excede.
—Es nuestro mejor cliente, debo asegurarme de que salga perfecto —digo con seguridad—. Mejor, ve tú a descansar, ya es muy tarde.
—¡¿Qué?! ¡¿Usted no se va a ir?!
—Claro que no, aún me falta mucho trabajo por hacer.
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Son las seis de la mañana del jueves, he regresado a la casa para bañarme porque ya no soporto mi propio olor. La oficina está llena de tensión por la presentación de hoy. Pero confío en mí, sé que lo haré bien, peores situaciones tuve cuando apenas mi empresa estaba comenzando.
Me asomo por la ventana y justo veo a Alessandro corriendo rumbo al parque. Esta vez no me observa, pero seguro y sabe que lo estoy mirando.
Debo dejar de hacer esto, él debe sentirse ya muy acosado por mí, sobre todo ahora que sabe que quiero tener un hijo suyo.
Qué mal… Alessandro no quiere tener hijos.
Deberé comenzar a buscar a otro prospecto. Tengo que rendirme con él, sobre todo ahora que sé cuánto me repudia.
Me dejo caer en la cama. Me siento demasiado cansada, tengo dos días que no duermo.
Cuando mi espalda toca la cama, pierdo el conocimiento.
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M****a, ¿cuánto tiempo he dormido?
Salto de la cama y corro a tomar mi celular. Es la una de la tarde. ¡¿Cuántas horas he dormido?!
Veo que tengo quince llamadas perdidas de mi secretaria.
Corro a bañarme y arreglarme. Ni siquiera me da tiempo para comer algo.
Llego corriendo a mi oficina, todos caminan de un lado a otro. Gloria está saliendo de la sala de reuniones y es seguida de una asistente.
—¡Señorita Penélope! —me grita al verme llegar—. ¡Dios mío, ya iba a enviar a alguien a comprobar si seguía con vida!
—Me he quedado dormida, disculpa —me apresuro a decir y entro a la sala de reuniones—. ¿Cómo va todo?
Veo a mitad de la reunión a Alessandro Bacheli. Dios mío, qué hombre más guapo. Por más que intento no mirarlo mientras hago la presentación, es imposible, su presencia me llama. Genéticamente tiene un cuerpo atlético, sé que es sumamente sano, pues lo conozco desde que era un niño y rara vez estuvo enfermo. Y su piel es blanca y limpia, de adolescente nunca sufrió de acné; lo contrario a mí que una vez el novio de mi hermana me preguntó que si tenía varicela (no salí de mi casa por una semana después de eso). Tiene un sedoso cabello negro y liso; sé que su familia no sufre de calvicie, porque su padre aún conserva su cabello; no como mi padre, que tiene amplias entradas y debe cambiarse periódicamente el peinado para que no se vea sus pelones.Vaya, si sigo enumerando los pros y contras de la familia de Alessandro y la mía, a él es a quien no le conviene tener hijos conmigo…Sacudo la cabeza e intento concentrarme en la reunión. Volteo a ver la presentación para recordar la línea de
—Ya sabía que ibas a llegar tarde, así que la fui a buscar —dice mi madre mientras le sirve a Mariana un pedazo de pastel—. Toma, cariño, debes estar hambrienta.—Pues pudieron avisarme, para no tener que conducir hasta el otro lado de la ciudad —protesto.Acabo de llegar a la casa, ya son las siete de la noche. Me siento mareada del cansancio. No he comido por dos días, he sobrevivido con café y nada más.—Por eso te llamé, pero como no contestabas —suelta Mariana y empieza a comer su rebanada de pastel—. Pero bueno, eso te mereces por nunca contestarme las llamadas.—Estaba en una reunión importante… —intenté decir con impotencia. El malestar en mi interior no hace nada más que empeorar.—Tan extraño —dice ella y pone los ojos en blanco—. ¿Acaso el que tu hermana viniera a visitarlos no es importante?—Déjala Mariana, sabes que uno nunca cuenta con ella —reniega mi madre—. ¿Quieres que te traiga más jugo?—Oh no, mami, así está bien —comenta ella con una amplia sonrisa.Mi mamá se si
—¿Gay? —cuestiono—. Alessandro no es gay.Mariana suelta una carcajada que resuena por el comedor, está sentada frente a mí y me parece que se ve hermosísima con su largo cabello negro y mejillas rosadas. Aunque lleva una pijama, su porte siempre se ve elegante. Es tan hermosa que se ve como una muñequita perfecta, por eso desde muy joven tenía muchos pretendientes y fue astuta al escoger al mejor postor: un billonario petrolero.—Pues eso fue lo que mamá me contó —dice—. Además, le dijo que, si no se consigue una esposa pronto, tendrá que dejar su cargo en la compañía.—¿Qué? ¿Así de fuerte escaló la discusión? —exclamo—. Humm… se lo advertí, le dije que arreglara las cosas con su padre.—¿Tú estuviste ahí?—Pues la discusión comenzó mientras desayunábamos, él dijo que no quería tener hijos y le habló feo a su padre, algo que evidentemente lastimó mucho al señor Bacheli, sabes lo orgulloso que es. Pero no sé qué pasó después, pero por lo visto siguieron discutiendo.—Alessandro desde
A Mariana le gustó la idea de preparar una fiesta, aunque le sorprendió que yo quisiera planearlo todo.—Hay que celebrarlo, ¿no? Acabo de cerrar un negocio millonario —le digo mientras cambio a los gemelos que no dejan de saltar en la cama—. Necesitaba que no se perdiera esta asociación ahora que Alessandro ha tomado la sucesión de la compañía Bacheli.Ya he hecho el conteo de mi ciclo, el próximo viernes estaré en mi día más fértil, necesito que esa noche Alessandro se acueste conmigo. No importa que después me diga que fue un error y que lo olvidemos.—Eso es cierto, además, será bueno hacer una fiesta —comenta—. Cada vez que vengo a visitarlos mi mamá está ocupadísima con sus amigas del club y mi padre es tan aburridísimo, pasando todo el día en la empresa. Y tú, ni se diga… siempre trabajando. Salir de la rutina nos vendrá bien.Acepto con un sacudón de cabeza. Ella se acomoda en la cama y toma a uno de los niños para acomodarle la camisa.—Dime, ¿qué tal te ha ido con Alessandro
Para esta noche me he dejado la piel de la entrepierna bien depilada que se siente suave y tersa como pétalo de rosa. Todo lo mejor para el futuro padre de mi hijo. Y he comprado lencería de encaje, además de un vestido rojo fuego.Hice una ardua investigación de todo lo que le gusta a Alessandro para preparar la fiesta con todo lo que él prefiere: alcohol, comida, diseño, música, todo. Mi padre me ayudó a que el padre de Alessandro lo obligara a asistir a la fiesta que claramente se ha hecho en su nombre.Siento que todo se ha dado muy fácil para poder verle, pues está la gran excusa de que somos socios y necesitamos mejorar nuestra amistad (si es que existe una), por lo que las dos familias hacen todo lo posible por cooperar. Algo que claramente se nota que le gusta a mi madre y al señor Bacheli que desde niños quieren que nosotros seamos pareja.He invitado a Claudio (mejor amigo de Alessandro) y a su familia para que la noche sea más amena y también a varios amigos cercanos de los
Ha llegado la hora de cenar y no despego la mirada de la entrada a la casa. Necesito que todo se de hoy, he gastado un dineral comprando su carísimo trago y me retorcí de dolor cuando me depilaron mi cosita, además, me puse extensiones, ¡extensiones de cabello, cosa que nunca hago!—Cariño, relájate, él va a llegar —me susurra mi padre a mi derecha—. Necesitas disimular tus nervios.—Pero, ya van a servir la comida, ¿cómo puede demorarse tanto? Es una grosería.Reniego a mis adentros por elegir para ser el padre de mi futuro hijo al hombre más grosero y ególatra que conozco. ¿Por qué no pude elegir a Claudio?Volteo para ver a Claudio que está al fondo, sentado a la mesa con sus padres y noto que intenta disimular cómo se está sacando un moco de la nariz. Hago mala cara y noto a su mamá regañarlo entre dientes. Ay no, nada que ver, por más guapo que sea, es un idiota y niñito de mamá.Entonces, pasa, Alessandro se asoma al patio de la casa, haciendo su imponente entrada. Viene usando
Corto un trozo del filete en mi plato y lo llevo a mi boca, mastico y mastico, pero al intentar tragar siento que no puedo, los nervios no me dejan. Dios mío, estoy teniendo una conversación con Alessandro Bacheli y está siendo amable, él muestra interés en mí, ¿acaso le han hecho brujería?—Es incómodo ver a todos con hijos —confieso y trago, la carne me pasa lenta y dolorosa por la garganta, así que me dispongo a tomar un trago de mi copa de vino.Alessandro me observa, está reparando en mi aspecto.—Hoy te ves muy bonita —suelta.Y yo estoy a punto de ahogarme, algo que él nota y me da golpecitos en la espalda con una mano. Los demás voltean a vernos y escucho una carcajada de Jairo.—¿Qué pasa, Penélope? —pregunta—. ¿Se te ha olvidado cómo hacer dos cosas a la vez?—Cállate, déjala en paz —espeta mi hermana.—¿Estás bien? —inquiere Alessandro.Mi padre nota la atención que él me está dando y despliega una sonrisa de satisfacción y comienza a preguntarle cosas a su amigo Bacheli pa
Bajo la mirada a la copa de vino vacía.—Deberías dejar de tomar tanto vino —le sugiero.—¿Me vas a arruinar mi noche, Pen? —cuestiona—. Después que te esforzaste tanto en hacerme esta celebración tan hermosa, ¿no me permitirás disfrutarla?Me ruborizo por completo. Me está hablando demasiado coqueto. Nos miramos fijamente y sé que Mariana nos ve sorprendidísima, como está frente a nosotros, puede escuchar todo lo que hablamos, es nuestra espectadora y hasta ella está ruborizada.—No, sólo que yo creo que estás… —intento hablar.Alessandro le quita peso al asunto y se termina de comer su filete, nota que Mariana no lo deja de observar y empieza a interrogarla.—¿Cómo está tu esposo? —pregunta.—Ah, bien.—¿Por qué no vino con