Bajo la mirada a la copa de vino vacía.
—Deberías dejar de tomar tanto vino —le sugiero.
—¿Me vas a arruinar mi noche, Pen? —cuestiona—. Después que te esforzaste tanto en hacerme esta celebración tan hermosa, ¿no me permitirás disfrutarla?
Me ruborizo por completo. Me está hablando demasiado coqueto. Nos miramos fijamente y sé que Mariana nos ve sorprendidísima, como está frente a nosotros, puede escuchar todo lo que hablamos, es nuestra espectadora y hasta ella está ruborizada.
—No, sólo que yo creo que estás… —intento hablar.
Alessandro le quita peso al asunto y se termina de comer su filete, nota que Mariana no lo deja de observar y empieza a interrogarla.
—¿Cómo está tu esposo? —pregunta.
—Ah, bien.
—¿Por qué no vino con
Jairo se lleva bien con Alessandro, cuando teníamos dieciséis años, recuerdo que ellos se volvieron bastante cercanos y lo veía llegar a la casa, se encerraban en el cuarto de Jairo por horas. Sabía que jugaban videojuegos y leían revistas investigativas, como unos buenos nerd. Debía suponer que se contaban todo.Mis ojos están que desbordan en lágrimas. Me siento demasiado humillada. ¿Cómo pudo mi hermano hablar con tanta ligereza de mí? ¿Así se referirán a mí cuando están en privado? Y yo como una tonta pidiéndole perdón por haber sido cruel con él en el pasado.Después de comer, los invitados comienzan a visitarse entre las mesas; la banda que toca en vivo empieza a tocar buenas canciones que animan el ambiente y los meseros van y vienen trayendo cocteles y copas de vino. Algunas parejas bailan animadamente en la pista de
—¿Y quiere tener en algún momento sus propios hijos?Hago silencio porque no sé qué decirle. No quiero que muchas personas sepan lo que quiero, no deseo que me vean como una mujer desesperada porque llegó a sus treinta sin novio y tiene miedo de quedar solterona. —Depende, no tengo novio, así que no sabría decirte —suelto y espero su reacción.Él me sonríe con todo su rostro. Sus ojos grises son lindísimos, hace que me cautiven en gran manera.—Es muy hermosa, Penélope, cualquier hombre estaría gustoso de tenerle como pareja —dice mientras se acerca a mí. El momento cambia, puedo sentir que se crea un ambiente diferente entre ambos. Me siento rara, así que decido salir de la habitación y él me sigue, pasando de una mano a otra la botella de vino.Le muestro una habitación de
Mis ojos se llenan de lágrimas.—Tienes razón, todo este tiempo he sido tan obvia —susurro—. Lo mejor es que me aleje y deje esta absurda idea de ser madre. —Las lágrimas se desbordan de mis ojos.Empiezo a llorar en silencio.Martyn espera a que me desahogue, hasta que dejo de llorar y me limpio las lágrimas con las palmas de mis manos.—¿Por qué no lo intenta con otros hombres? —pregunta mientras me sirve vino—. No debe renunciar a su meta de ser madre, todo lo contrario, si tanto quiere serlo, debe luchar por ello. Pero creo que sería bueno que se fijara en otros hombres; si el plan A no funcionó, puede crear un plan B.—¿Y quién puede ser ese plan B? —Le acepto la copa cuando me la ofrece—. ¿Tú?Sonríe ampliamente y por un momento se ruboriza.—Oh, yo estaría halagado &
—¿Me estás rechazando? —suelta con ironía.—Claro que sí —respondo con obviedad.Alessandro vuelve a sentarse en su puesto anterior, así está una vez más cerca de mí, pero esta vez muestra un ligero cambio, deja a un lado su sonrisa seductora y se ve serio.—¿Crees que no sé que hiciste la fiesta para acercarte a mí? —enfrenta—. ¿Crees que no me di cuenta de que querías tener sexo conmigo en esa fiesta porque estás intentando quedar embarazada y quieres que el hijo que tengas sea mío? Si no hubiera sido por la imprudencia de Jairo, eso habría pasado. Con lo controladora que eres seguro y sabías que estabas ovulando.Mi respiración se congela.—Ay, por favor, Penélope, ¿crees que aceptaré que tengas un hijo mío y que yo no esté cerca de é
—Pen, tú quieres un hijo y yo necesito casarme para fin de año, ¿no podríamos ayudarnos? —dice con impaciencia y me toma de las manos, apretándolas con fuerza—. Acepté la asociación con tu empresa, te estoy ayudando, ¿por qué no puedes hacer lo mismo conmigo?—Porque no, porque no quiero casarme. —Suelto su agarre al sentirme irritada por su insistencia—. Carajo, Alessandro, un casamiento no es cualquier cosa. No he construido la casa de mis sueños para terminar viviendo con un hombre al que ni amo.—¿Y es que acaso tener un hijo es menos responsabilidad? —cuestiona él.—Claro que no, pero es algo que yo he planeado por años, estoy preparada para ello —explico con seguridad—. Estoy en el momento perfecto, el que esperé por años para tener a mi hijo. Todo lo contrario a ti, que no has planeado n
No lo recordaba, pero la razón para de niña odiar tanto a Alessandro era porque él me molestaba muchísimo, era una caspa que me volvía loca.Alessandro nació dos meses después de mí. Claramente no recuerdo cómo fueron nuestros primeros años de vida, pero hay muchas evidencias: cientos de fotos. Nuestras madres tenían la costumbre de comprarnos conjuntos de ropas iguales; no se sabía quién era el niño y quién la niña…Fotos de nosotros durmiendo juntos. Fotos de nosotros bañándonos en la misma bañera. Fotos de nosotros en la misma guardería. Fotos de nosotros vistiendo el mismo disfraz.Al parecer éramos inseparables.Se habían llevado a Alessandro a vivir una temporada con sus abuelos maternos a Edimburgo cuando tenía tres años. Estuvo viviendo allí hasta los cinco años
Gloria se sienta en frente de mi escritorio de cristal y me observa con una sonrisita. Comienzo a desahogarme con ella, explicándole a detalle todo lo que ha pasado, así como también le narro todos los recuerdos que llegan a mí de la primaria.—Pero qué malvado era… —dice y después suelta una carcajada—. ¿Pero no lo notaba señorita Pen? Los niños a esa edad siempre molestan a la niña que más les gusta. Ustedes crecieron sabiendo que se iban a casar de grandes, así que para él era normal el enamorarse de usted, siempre estaba buscando su atención.Me siento y mi mirada se pierde en los recuerdos de la primaria, con el olor a tiza y perfume de bebé, durmiendo en las tardes en la mansión Bacheli con Alessandro a mi lado.—Pero ¿qué pasó para que sus padres decidieran no casarlos? —pregunta con curi
Alessandro está esperando en la entrada de mi casa, sentado en los escalones de la terraza. Al ver que aparco el auto, se levanta de un salto.—¿Qué haces aquí? —espeto al salir del carro.—Cielos, Pen, ¿por qué no respondías mis llamadas? —gruñe.—Estaba ocupada, no me gusta tomar el celular mientras trabajo —digo mientras abro la puerta.—¿Y por qué sí me contestaste cuando te invité a almorzar? —dice detrás de mí—, que, por cierto, qué grosería dejarme ahí tirado, eh…Entro a la casa, aburrida por escuchar su regañina.—¿Qué quieres? —Volteo y lo enfrento.Él deja salir un suspiro y lleva una mano a mi cabeza, acariciando mi cabello.—Querida Penélope, sabes bien lo que quiero —dice—.