—Pen, tú quieres un hijo y yo necesito casarme para fin de año, ¿no podríamos ayudarnos? —dice con impaciencia y me toma de las manos, apretándolas con fuerza—. Acepté la asociación con tu empresa, te estoy ayudando, ¿por qué no puedes hacer lo mismo conmigo?
—Porque no, porque no quiero casarme. —Suelto su agarre al sentirme irritada por su insistencia—. Carajo, Alessandro, un casamiento no es cualquier cosa. No he construido la casa de mis sueños para terminar viviendo con un hombre al que ni amo.
—¿Y es que acaso tener un hijo es menos responsabilidad? —cuestiona él.
—Claro que no, pero es algo que yo he planeado por años, estoy preparada para ello —explico con seguridad—. Estoy en el momento perfecto, el que esperé por años para tener a mi hijo. Todo lo contrario a ti, que no has planeado n
No lo recordaba, pero la razón para de niña odiar tanto a Alessandro era porque él me molestaba muchísimo, era una caspa que me volvía loca.Alessandro nació dos meses después de mí. Claramente no recuerdo cómo fueron nuestros primeros años de vida, pero hay muchas evidencias: cientos de fotos. Nuestras madres tenían la costumbre de comprarnos conjuntos de ropas iguales; no se sabía quién era el niño y quién la niña…Fotos de nosotros durmiendo juntos. Fotos de nosotros bañándonos en la misma bañera. Fotos de nosotros en la misma guardería. Fotos de nosotros vistiendo el mismo disfraz.Al parecer éramos inseparables.Se habían llevado a Alessandro a vivir una temporada con sus abuelos maternos a Edimburgo cuando tenía tres años. Estuvo viviendo allí hasta los cinco años
Gloria se sienta en frente de mi escritorio de cristal y me observa con una sonrisita. Comienzo a desahogarme con ella, explicándole a detalle todo lo que ha pasado, así como también le narro todos los recuerdos que llegan a mí de la primaria.—Pero qué malvado era… —dice y después suelta una carcajada—. ¿Pero no lo notaba señorita Pen? Los niños a esa edad siempre molestan a la niña que más les gusta. Ustedes crecieron sabiendo que se iban a casar de grandes, así que para él era normal el enamorarse de usted, siempre estaba buscando su atención.Me siento y mi mirada se pierde en los recuerdos de la primaria, con el olor a tiza y perfume de bebé, durmiendo en las tardes en la mansión Bacheli con Alessandro a mi lado.—Pero ¿qué pasó para que sus padres decidieran no casarlos? —pregunta con curi
Alessandro está esperando en la entrada de mi casa, sentado en los escalones de la terraza. Al ver que aparco el auto, se levanta de un salto.—¿Qué haces aquí? —espeto al salir del carro.—Cielos, Pen, ¿por qué no respondías mis llamadas? —gruñe.—Estaba ocupada, no me gusta tomar el celular mientras trabajo —digo mientras abro la puerta.—¿Y por qué sí me contestaste cuando te invité a almorzar? —dice detrás de mí—, que, por cierto, qué grosería dejarme ahí tirado, eh…Entro a la casa, aburrida por escuchar su regañina.—¿Qué quieres? —Volteo y lo enfrento.Él deja salir un suspiro y lleva una mano a mi cabeza, acariciando mi cabello.—Querida Penélope, sabes bien lo que quiero —dice—.
Todos creyeron que Alessandro me acosaba en último año porque él me esperaba a las afueras del baño y me obligaba a que me subiera la falda y me regañaba. En algunas ocasiones mis amigas lo notaron y me preguntaban si él me estaba intimidando, pero yo no era capaz de explicar la situación. Así que fue fácil creer que él me había golpeado cuando nos encontraron en el patio. Era nuestro secreto. Alessandro nunca lo ha dicho, jamás lo ha hecho. El día del grado Alessandro me gritó que no quería volver a tenerme cerca.—Tú eres la puta piedra que no me puedo sacar de mi zapato —me dijo—. ¿Por qué no te largas de mi vida y ya?Si tanto me odia… ¿por qué me ha ayudado tanto? Tal vez se siente obligado, porque él es una buena persona.Son las seis de la mañana. Hoy no quier
Martyn no deja de reírse mientras almorzamos en el club.—Bueno, este suceso no me lo esperaba, Pen —dice. Me sorprendo al ver que no me llama de usted, pero prefiero no decírselo para que le siga saliendo natural.Como de mis espaguetis gratinados mientras lo escucho carcajear.—Ay, Pen, de verdad que tu vida es muy peculiar —comenta y toma un trago de su té frío—. Humm… algo me dice que terminarás aceptando su propuesta de matrimonio y no se van a divorciar al año, terminarán llegando a viejitos juntos.—Claro que no, él me odia…—Te odia tanto que quiere casarse contigo.—Lo hace para no perder su fortuna, tiene un interés de por medio.—Bueno, debes colocarlo a prueba. Di que aceptas, pero que no podrán divorciarse a menos que tú así lo decidas —propone.—Entonce
Ella abre la boca, es evidente su conmoción. —Alessandro… —Serena no sabe qué contestarle—. Pues… —Desde aquí noto que quiere llorar.—Vamos, ¿mi familia aceptaría que tú seas la esposa de su único heredero? —dice él con arrogancia—. El hijo del magnate Bacheli casado con una hija de mercaderes, ¿crees que lo aceptarían?—Dime, ¿nosotros alguna vez tuvimos alguna oportunidad?—Siempre supiste que no había ninguna oportunidad —confiesa Alessandro—. Mi padre me ha pedido que consiga una esposa para fin de año, no me dará más tiempo —informa—. Esta vez su amenaza es diferente, me ha amenazado con desheredarme.—Oh, cariño… —Serena reposa sus manos sobre la mesa, quiere tocarlo, pero no se atreve por ya haber sido rechazada an
Me estaciono frente al edificio donde vive Alessandro. Se ve demasiado pensativo, como si llevara una lucha interna.—Creí que había sido tu exnovia la que te había dejado, no tú a ella —digo—. Es demasiado hermosa, ¿por qué la rechazaste?—Ella está loca —suelta sin más.—¿Qué?—Es controladora, me estaba sacando de quicio. Al final ya no la soportaba —confiesa—. Es vegana radical y me dañó unos zapatos de cuero y me hacía sentir mal por comer carne.Vuelvo la mirada al frente. No sé qué decir. Pero como no sé quedarme callada, digo lo primero que se me ocurre.—¿Los veganos pueden tomar whisky?Pero Alessandro ignora mi pregunta.—¿Qué vas a hacer ahora? —indaga.—Iré a entrenar con Martyn —contesto
“Sé serio, ¿crees que debo quedarme?” Envío.Noto que escribe, pero demora en enviar el mensaje. De pronto, mi hermana me empieza a llamar, así que contesto.—¿Dónde estás? —pregunta—. Los niños quieren salir a comer, ¿nos acompañas? Ya debiste salir del trabajo.—Ah, sí, ya salí, pero me ocupé en otra cosa —contesto bajito y veo en dirección a la cocina, como la cocina tiene un concepto abierto, puedo ver a Alessandro de espaldas y escucho que pica algo: de verdad está preparando la cena…—¿Dónde estás metida? Tú ni amigos tienes —suelta ella con sorpresa.—Claro que tengo amigos.Alessandro voltea a verme con curiosidad.—¿Con quién hablas? —me pregunta.—Ah, con mi hermana —contesto.