22.

Alessandro está esperando en la entrada de mi casa, sentado en los escalones de la terraza. Al ver que aparco el auto, se levanta de un salto.

—¿Qué haces aquí? —espeto al salir del carro.

—Cielos, Pen, ¿por qué no respondías mis llamadas? —gruñe.

—Estaba ocupada, no me gusta tomar el celular mientras trabajo —digo mientras abro la puerta.

—¿Y por qué sí me contestaste cuando te invité a almorzar? —dice detrás de mí—, que, por cierto, qué grosería dejarme ahí tirado, eh…

Entro a la casa, aburrida por escuchar su regañina.

—¿Qué quieres? —Volteo y lo enfrento.

Él deja salir un suspiro y lleva una mano a mi cabeza, acariciando mi cabello.

—Querida Penélope, sabes bien lo que quiero —dice—.

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