Ella abre la boca, es evidente su conmoción.
—Alessandro… —Serena no sabe qué contestarle—. Pues… —Desde aquí noto que quiere llorar.
—Vamos, ¿mi familia aceptaría que tú seas la esposa de su único heredero? —dice él con arrogancia—. El hijo del magnate Bacheli casado con una hija de mercaderes, ¿crees que lo aceptarían?
—Dime, ¿nosotros alguna vez tuvimos alguna oportunidad?
—Siempre supiste que no había ninguna oportunidad —confiesa Alessandro—. Mi padre me ha pedido que consiga una esposa para fin de año, no me dará más tiempo —informa—. Esta vez su amenaza es diferente, me ha amenazado con desheredarme.
—Oh, cariño… —Serena reposa sus manos sobre la mesa, quiere tocarlo, pero no se atreve por ya haber sido rechazada an
Me estaciono frente al edificio donde vive Alessandro. Se ve demasiado pensativo, como si llevara una lucha interna.—Creí que había sido tu exnovia la que te había dejado, no tú a ella —digo—. Es demasiado hermosa, ¿por qué la rechazaste?—Ella está loca —suelta sin más.—¿Qué?—Es controladora, me estaba sacando de quicio. Al final ya no la soportaba —confiesa—. Es vegana radical y me dañó unos zapatos de cuero y me hacía sentir mal por comer carne.Vuelvo la mirada al frente. No sé qué decir. Pero como no sé quedarme callada, digo lo primero que se me ocurre.—¿Los veganos pueden tomar whisky?Pero Alessandro ignora mi pregunta.—¿Qué vas a hacer ahora? —indaga.—Iré a entrenar con Martyn —contesto
“Sé serio, ¿crees que debo quedarme?” Envío.Noto que escribe, pero demora en enviar el mensaje. De pronto, mi hermana me empieza a llamar, así que contesto.—¿Dónde estás? —pregunta—. Los niños quieren salir a comer, ¿nos acompañas? Ya debiste salir del trabajo.—Ah, sí, ya salí, pero me ocupé en otra cosa —contesto bajito y veo en dirección a la cocina, como la cocina tiene un concepto abierto, puedo ver a Alessandro de espaldas y escucho que pica algo: de verdad está preparando la cena…—¿Dónde estás metida? Tú ni amigos tienes —suelta ella con sorpresa.—Claro que tengo amigos.Alessandro voltea a verme con curiosidad.—¿Con quién hablas? —me pregunta.—Ah, con mi hermana —contesto.
—Supongo que eso te distraía de pensar en tus abuelos —suelto y llevo la mirada al frente, los millones de foquitos de la ciudad alumbran como si fueran estrellas.—No, sólo quería que volviéramos a ser amigos como antes —dice y noto que está confesando algo muy íntimo—. Cuando teníamos tres años eras mi única amiga, siempre estábamos juntos, quería que fuera así.—¿Puedes recordar tus tres años? —indago con asombro.—Sí, lo recuerdo. Mi primer recuerdo es de estar contigo en la cama, tenías un chupo en tu boca y olías a talco de bebé.Vuelvo a observarlo, estoy asombrada, ¿de verdad recuerda eso?—Mi mamá dice que ese recuerdo es de la hacienda de tus padres, estábamos acostados en la misma cuna, pasamos todo diciembre juntos —sigue relatando&m
Alessandro se abalanza sobre mí y me empieza a besar con intensidad, haciendo que deje de respirar. Su lengua se sumerge en mi boca y me hace sentir todo tipo de cosas.Dios mío, cuánto había esperado este momento.Cuando el beso se acaba, empiezo a respirar con rapidez y sé que todo mi rostro está más rojo que nunca.—Puedes tener todos los hijos que quieras, yo me encargaré de dártelos —me susurra al oído y comienza a besarme el cuello—. Pero cásate conmigo.Oh no, esto se está saliendo de control…—Es-espera… —musito.La boca se me hace agua y… algo en mi entrepierna me está gritando que acepte sus condiciones.—Pen, cásate conmigo —susurra y acaricia mis mejillas con sus enormes manos, paseando un dedo pulgar por mis labios.Pero yo estoy entrenada para saber pensar
En la universidad tuve mi único novio de verdad: Emiliano. Emiliano era el típico chico guapo, de piel bronceada, cabello ondulado, alto y acuerpado; que era fiestero; de esos que le encantan las motos y llevaba una chaqueta de cuero y botines, aunque estuviéramos a treinta y cinco grados de temperatura. Por lo cual a veces olía a pescado y lo camuflaba con perfume. Le gustaba parecer misterioso con las chicas. Bebía como albañil. Era rebelde sin causa con sus padres millonarios y tenía enemigos imaginarios.Era un desastre en la carrera que estudiaba. Pero era guapo y eso era a lo que un montón de chicas nos encantaba.Lo conocí en segundo semestre. Recuerdo que ese año hacía una ola de calor terrible y justo ese día que Emiliano cruzó la puerta del auditorio, yo llevaba una camisa corta de flores azules y unos baqueros, con el cabello recogido porque no soportaba el calor. Seg&
Lo triste no fue que mi primer novio de verdad me lastimara por completo, sino fue que mi relación con Alessandro se destruyó. Estábamos entrando a la etapa más madura de nuestras vidas, pudimos haber creado una linda amistad, pero yo me encargué de que eso no sucediera.Y era cuando más necesitaba de un buen amigo. Necesitaba que volviera a rescatarme del precipicio.Con los años noté que no me soportaba y supuse que se había hartado de todo el daño que le había hecho. Ni siquiera me invitó a su fiesta de graduación. Y después se fue a vivir una temporada en Escocia e Inglaterra, ayudando a su padre con la compañía mientras estudiaba una maestría.Por eso se me hace tan extraño que estemos ahora los dos en este balcón, besándonos tan apasionadamente. Y estoy subida sobre él, tengo el mando de la situación, mov
Después me hace colocar encima de él y logro seguir con el mismo ritmo que llevábamos anteriormente. Sus manos no dejan de acariciarme, sus ojos siguen observándome con fascinación.Me quito el brasier y sus manos atrapan mi busto en su totalidad. Después los besa apasionadamente, haciéndome jadear y temblar de pacer.Jamás imaginé que al estar íntimamente con Alessandro podría conectar instantáneamente con él. Siento… que no es simplemente sexo.No, definitivamente no lo es. Minutos atrás me confesó que me quería y yo también lo hice. ¿Esto será lo que llaman hacer el amor?Pero él no me ama… ¿o sí? Una cosa es querer y otra diferente es amar…Me da una bofetada y me hace salir de mis pensamientos. Me obliga a mirarlo.—Quédate conmigo —ordena.<
Trago saliva.—Pen, Pen, Pen… —suelta con decepción y después le da una calada a su cigarro—. Alessandro te mueve un poco la cola y allá vas, abriéndole las piernas. —Inclina un poco su cabeza a su derecha—. ¿Acaso eres una masoquista? ¿Se te olvida la gran humillación que te hizo en tu propia fiesta?—Es que… —Trato de decir.Mariana entra en la casa y yo la sigo con miedo. Cuando cierro la puerta, ella voltea a verme.—¿Qué es lo que te pasa, Penélope?Alzo mis hombros y mi respiración se agita.—Por favor, ¿cómo se te ocurre acostarte con el peor prospecto que puedes tener? —sigue diciendo—. ¿Se te olvida todo lo que te ha hecho? Te humilló y nuestro padre tuvo que abogar para que él no impidiera que tu propia empresa entrara en la quiebra. ¿Q