33.

Trago saliva.

—Pen, Pen, Pen… —suelta con decepción y después le da una calada a su cigarro—. Alessandro te mueve un poco la cola y allá vas, abriéndole las piernas. —Inclina un poco su cabeza a su derecha—. ¿Acaso eres una masoquista? ¿Se te olvida la gran humillación que te hizo en tu propia fiesta?

—Es que… —Trato de decir.

Mariana entra en la casa y yo la sigo con miedo. Cuando cierro la puerta, ella voltea a verme.

—¿Qué es lo que te pasa, Penélope?

Alzo mis hombros y mi respiración se agita.

—Por favor, ¿cómo se te ocurre acostarte con el peor prospecto que puedes tener? —sigue diciendo—. ¿Se te olvida todo lo que te ha hecho? Te humilló y nuestro padre tuvo que abogar para que él no impidiera que tu propia empresa entrara en la quiebra. ¿Q

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