Gael me ha enviado una caja de chocolates al trabajo con una nota donde me invita a cenar esta noche. Le entrego la caja de chocolates a Gloria y ella acepta gustosa, marchándose a su escritorio para comenzar a comérselos.Me pregunto cuáles son las verdaderas intenciones de Gael hacia mí, aunque… la verdad, no quiero saber nada de hombres por ahora. Siempre me hacen daño, son una herida abierta que nunca logra sanar.Esta mañana me he asomado por la ventana al levantarme y Alessandro no ha salido a correr. Es primera vez en mucho tiempo que no lo ha hecho y sé que lo hace porque no quiere encontrarse conmigo. También pasé por su edificio y no vi ninguna señal de vida de él, no había ningún chofer esperándolo en la entrada, o algún taxi.Al parecer nuestras rutinas han cambiado, pero con mucha más distancia que antes.Y mi padre no deja de llamarme, tengo cincuenta llamadas perdidas. Así que me envió un mensaje con mi hermano, quiere que hoy vaya a almorzar a la casa.Tengo náuseas, l
Me ayuda con las carpetas mientras avanzamos rumbo hacia el parqueadero, me habla sobre el avance de su colaboración para que Mariana y Roberto no se separen, de que ya no se habla de divorcio, pero que se necesita más tiempo. Rápidamente cambia la conversación a que se le antojan unos wafles con helado y que Romina le recomendó un famoso restaurante cerca de la playa.Apenas si abro la boca para soltar monosílabos.Cuando llegamos al parqueadero, abre la puerta de su auto y saca un enorme ramo de rosas rojas y me las entrega con su enorme sonrisa. Lo recibo con impresión e intento contarlas, debe haber como unas cincuenta…Mis flores favoritas son las rosas blancas, no las rojas. Pero finjo una sonrisa y le agradezco.En el auto, debo ayudar a Gael a ubicarse, pues no conoce la ciudad y por momentos nos perdemos, porque no toma la ruta correcta, ni siquiera porque conduce con GPS. Me había ofrecido a manejar, pero se negó casi ofendido.Así que no veo la hora en que lleguemos al rest
—¡Déjame, tengo que decirle sus verdades a esa zorra! —grita ella y empuja a Alessandro. Me señala con un dedo acusador—. Tú eres una maldita roba novios. ¿No te bastó con robarme a Alessandro? ¡Ahora estás con este! ¡Eres una perra!—¡Está loca! —exclama Gael asombrado.El mesero observa en medio de todo con una enorme sonrisa, su cabeza va de un lado a otro.Yo sigo sentada observando todo confundida, sin saber lo que está pasando. Entonces me acuerdo de que ella cree que me voy a casar con Alessandro.—Te lo regalo, cógelo para ti si tanto lo quieres —digo y noto que ella se asombra por un momento, así como todos—. Ya no lo quiero, ahora tengo algo mejor.Un silencio nos invade por un momento, es evidente que Serena no esperaba que yo siguiera con un aire tranquilo, por más que me esté gritan
Qué pésima cita. ¿Cómo terminamos sentados en la arena? Bueno, sobre el saco de Gael…Me compró una botella con agua y ahora él juega con una ramita seca en la arena. Me sorprende que sea tan grandulón y que tenga una personalidad como la de un niño.En otra situación Gael me gustaría, tal vez y algo entre los dos funcionaría. Pero me conoció en el peor momento de mi vida.No deja de dolerme el estómago. Siento que en cualquier momento terminaré vomitando.—Había escuchado cosas —me dice—. Sabía que tu familia está enojadísima porque pasó algo entre Alessandro y tú. Pero no podía creer que tú te dejarías humillar de esa manera. Ahora veo que no es así. —Voltea a verme emocionado—. Ese puñetazo que le diste en la cara fue espectacular… Y creo que pasará un buen tiempo para que se recupere del golpe, tal vez le quede una cicatriz. ¿Cómo aprendiste a golpear de esa manera?—Crecí siendo molestada por Alessandro, tuve que aprender a defenderme —confieso.—Vaya, veo que su historia es más
Martyn me invitó al club para jugar tenis. Prefiero esto a estar encerrada en la casa con mi hermana sermoneándome por haber peleado con Serena, sin saber por completo la historia. Claramente me va a culpar por dañar todo con Gael.Estoy reposando con Martyn después de jugar, tengo las mejillas encendidas de rubor. Tomamos un mal momento para jugar, el sol está de muerte, así que, si apenas jugamos unos treinta minutos, no soportamos el calor, aunque usáramos gorras.Tomamos limonada, sentados debajo de un árbol de mango, en una de esas mesas de hierro que parecen antiguas y que las sillas nunca logran acomodarse bien en el piso, así que debo tener cuidado, la mía parece que no logra encajar bien en el piso y se menea si me acomodo.Martyn no deja de carcajear después que le cuento todo lo que sucedió, incluyendo el vómito.—Bueno, es natural que no te haya llamado aún —dice—, si una chica me vomita los zapatos yo también reaccionaría igual.—Pero me regaló un anillo —alego y se lo mu
—Yo no estoy… —trato de decir.—Vi tu expresión desolada en la reunión familia, parecía como si llevaras un viacrucis —me interrumpe—, cuando te pidieron salir con ese chico Gael, tu rostro parecía como si te hubieran condenado a muerte. ¿Por qué no te sinceras contigo misma y aceptas que estás enamorado de Alessandro? —Deja salir un suspiro—. Cuando yo conocía a Jairo, aunque a todos les sorprenda, me enamoré de él a primera vista y decidí conquistarlo. Sabía que éramos de clases sociales diferentes, pero yo me dije que sería mi esposo y todas las mañanas caminaba tres cuadras para ir a la cafetería que él frecuentaba y me sentaba en una mesa cerca de la suya. Así que un día al verlo lo saludé y me senté a su lado y le dije que era una bonita mañana y él me contestó que sí y comenzamos nuestra primera conversación. Ese mismo día me dije que no lo debía perder, así que cuando lo vi levantarse me aventuré a ser sincera y decirle que trabajaba lejos de esa cafetería, pero que aceptaba c
A mis quince años quería morir, no tenía fuerza para nada más. Y cuando abrí los ojos, estaba en una clínica de reposo, dopada con medicamentos; mis padres me regañaban y me culpaban por la desgracia que pasaba nuestra familia. Pero ya nada me importaba. Mis piernas estaban llenas de cicatrices que yo misma me había infringido. Mis hermanos me observaban en silencio, como si se tratase de un animal extraño que nunca habían visto. El único que me trataba como si fuese humana era Alessandro, siempre llegaba cuando mi familia se marchaba y pasaba horas conmigo estudiando y explicándome los nuevos temas que se daba en la escuela.Por un mes no logré pronunciar palabra, aunque intentaba, no podía. Los doctores dijeron que tenía un trauma. Pero logré hablar cuando Alessandro un día me pidió caminar por la clínica, dimos un recorrido por los jardines.
A las dos semanas Alessandro tocó a la puerta de mi casa, estaba con el pantalón lleno de barro y un golpe en su mejilla derecha y guardaba un bulto en su camisa que alguna vez fue blanca, estaba sudada y el bulto se removía en su interior.—¿Qué te pasó? —le pregunté.—Acabo de pelearme con un chico —me confesó y sus ojos se llenaron de brillo—. Iba a matarlo, pero pude rescatarlo. —Y entonces sacó de debajo de su camisa un animal que por un momento creí que era una rata—. Se parece a mi gatico Mingo, ¿lo recuerdas? —Me lo acercó a la cara y me alejé, aun creyendo que era una rata de alcantarilla. —¿Qué es eso? —pregunté con nervio y asco.—¿No lo ves? Es un gato —soltó con obviedad.—¿Y qué haces trayéndome tantos gato