40.

Suelto un largo suspiro. Es por eso que no intervengo en los problemas amorosos de otros. Al final, terminan arreglando sus diferencias y uno queda como el malo.

Mariana sigue desahogándose, diciendo todas las cosas malas que tiene Roberto, las veces que no llegó a tiempo o cuando le prometió algo y nunca cumplió. Termina de preparar la cena, yendo de un lado a otro, sacando del horno un pastel, embadurnándolo de crema rosada; cocina pollo guisado; hace ensalada de frutas con yogurt; arroz de verdura y papas; y una sopa con brócoli que la verdad no es que me gusta mucho. Por eso me gusta tenerla en casa, ella siempre cuando se siente frustrada prepara enormes banquetes.

Ponemos la mesa y justo en ese momento tocan el timbre.

—Oh, ese debe ser Jairo —dice Mariana con una enorme sonrisa.

—¿Lo invitaste? —pregunto con desagrado.

—Oh sí, le dije que trajera a Romina —comenta mientras va a paso afanado a abrir la puerta.

Ush, yo no soporto a Romina, es una chismosa de primera.

—¡Ay, no pue
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