Martyn me invitó al club para jugar tenis. Prefiero esto a estar encerrada en la casa con mi hermana sermoneándome por haber peleado con Serena, sin saber por completo la historia. Claramente me va a culpar por dañar todo con Gael.Estoy reposando con Martyn después de jugar, tengo las mejillas encendidas de rubor. Tomamos un mal momento para jugar, el sol está de muerte, así que, si apenas jugamos unos treinta minutos, no soportamos el calor, aunque usáramos gorras.Tomamos limonada, sentados debajo de un árbol de mango, en una de esas mesas de hierro que parecen antiguas y que las sillas nunca logran acomodarse bien en el piso, así que debo tener cuidado, la mía parece que no logra encajar bien en el piso y se menea si me acomodo.Martyn no deja de carcajear después que le cuento todo lo que sucedió, incluyendo el vómito.—Bueno, es natural que no te haya llamado aún —dice—, si una chica me vomita los zapatos yo también reaccionaría igual.—Pero me regaló un anillo —alego y se lo mu
—Yo no estoy… —trato de decir.—Vi tu expresión desolada en la reunión familia, parecía como si llevaras un viacrucis —me interrumpe—, cuando te pidieron salir con ese chico Gael, tu rostro parecía como si te hubieran condenado a muerte. ¿Por qué no te sinceras contigo misma y aceptas que estás enamorado de Alessandro? —Deja salir un suspiro—. Cuando yo conocía a Jairo, aunque a todos les sorprenda, me enamoré de él a primera vista y decidí conquistarlo. Sabía que éramos de clases sociales diferentes, pero yo me dije que sería mi esposo y todas las mañanas caminaba tres cuadras para ir a la cafetería que él frecuentaba y me sentaba en una mesa cerca de la suya. Así que un día al verlo lo saludé y me senté a su lado y le dije que era una bonita mañana y él me contestó que sí y comenzamos nuestra primera conversación. Ese mismo día me dije que no lo debía perder, así que cuando lo vi levantarse me aventuré a ser sincera y decirle que trabajaba lejos de esa cafetería, pero que aceptaba c
A mis quince años quería morir, no tenía fuerza para nada más. Y cuando abrí los ojos, estaba en una clínica de reposo, dopada con medicamentos; mis padres me regañaban y me culpaban por la desgracia que pasaba nuestra familia. Pero ya nada me importaba. Mis piernas estaban llenas de cicatrices que yo misma me había infringido. Mis hermanos me observaban en silencio, como si se tratase de un animal extraño que nunca habían visto. El único que me trataba como si fuese humana era Alessandro, siempre llegaba cuando mi familia se marchaba y pasaba horas conmigo estudiando y explicándome los nuevos temas que se daba en la escuela.Por un mes no logré pronunciar palabra, aunque intentaba, no podía. Los doctores dijeron que tenía un trauma. Pero logré hablar cuando Alessandro un día me pidió caminar por la clínica, dimos un recorrido por los jardines.
A las dos semanas Alessandro tocó a la puerta de mi casa, estaba con el pantalón lleno de barro y un golpe en su mejilla derecha y guardaba un bulto en su camisa que alguna vez fue blanca, estaba sudada y el bulto se removía en su interior.—¿Qué te pasó? —le pregunté.—Acabo de pelearme con un chico —me confesó y sus ojos se llenaron de brillo—. Iba a matarlo, pero pude rescatarlo. —Y entonces sacó de debajo de su camisa un animal que por un momento creí que era una rata—. Se parece a mi gatico Mingo, ¿lo recuerdas? —Me lo acercó a la cara y me alejé, aun creyendo que era una rata de alcantarilla. —¿Qué es eso? —pregunté con nervio y asco.—¿No lo ves? Es un gato —soltó con obviedad.—¿Y qué haces trayéndome tantos gato
Me ruboricé por completo. Ella iba conduciendo y yo iba en el asiento del copiloto.—Oh no… nunca fuimos tan cercanos como crees —le dije.—¿Te gusta? Roberto me dijo algo muy extraño —comentaba ella—. Me dijo que ustedes eran novios. Yo le aclaré que no, pero él asegura que ustedes son pareja. ¿Es Alessandro que otra vez está inventando cosas? ¿Te molesta?Cuando era más pequeña, me molestaba que Alessandro dijera en el colegio que nos íbamos a casar y que todos creyeran que éramos pareja, así que me quejaba cuando entraba a la habitación de Mariana y le contaba todo. Ella varias veces intercedió entre Alessandro y yo y le ordenaba que dejara de decir cosas en el colegio, pero él nunca la tomó en serio.—No… no me está molestando, deja de insistir con esas cosas —repliqu&eacu
Intenté con desesperación quitarle la hoja a Jairo, pero él me sobrepasaba en altura y después le pasó la hoja de papel a Alessandro y me atrapó en sus brazos para que yo no me pudiera acercar a él.Alessandro leyó con rapidez, al principio con impresión, pero terminó con un rostro triste y las mejillas hinchadas de rubor y los ojos cristalizados. Alzó la mirada de la hoja y después me la devolvió en silencio.Jairo me soltó y yo tomé el papel con manos temblorosas. Tenía una enorme piedra de fuego atorada en mi garganta.—Penélope, eres la peor amiga que he conocido en mi vida —espetó Jairo—. Alessandro te ha ayudado tanto ¿y así es como lo tratas?No era capaz de alzar mi mirada.—Por eso estás sola y no tienes amigos, eres una pésima amiga —escupió Jairo&mda
Estaba con los ojos hinchados y la nariz roja y maltratada de tanto llorar. Me encontraba en mi habitación sentada con la espalda recostada a la pared blanca y lisa. Abrazaba una almohada mientras veía a Alessandro recoger todos los potecitos de medicamento y rebuscando por toda mi habitación.En mi desahogo le había confesado lo que tenía planeado hacer y él buscaba todo lo con lo que yo pudiera lastimarme.Mientras lo veía ir de un lado a otro, me preguntaba en qué momento había pasado de ser una chica alegre y divertida a ser una que tuvieran que vigilar para que no se hiciera daño.Cuando recogió todo, lo dejó sobre mi escritorio de cristal y por un momento se lo quedó observando, como si también estuviera recordando a la vieja Penélope que tenía pasiones y metas en la vida. Después volvió a la cama y se sentó a mi lado.
Esa misma tarde decidí ir a la casa de Alessandro para pasar tiempo a solas. Él se encontraba en la biblioteca estudiando para los exámenes de fin de año. Usaba lentes de marco negro mientras leía y con su mano izquierda revolvía su cabello; recuerdo que estaba cambiado con una camisa negra de cuello alto. Se veía tan intelectual… me fascinaba. Yo usaba un vestido rosa pálido de tiras caídas y llevaba el cabello recogido. Cuando Alessandro me vio entrar me mostró una sonrisa mientras se levantaba de la silla de escritorio.—Vaya… hoy te ves bastante bien —exclamó mientras me saludaba.—Bueno, algo me ha levantado mucho el ánimo —comenté mientras me acercaba al escritorio de madera y me recostaba a él.—¿Ah sí? ¿Qué te tiene tan emocionada?—Mi hermana me ha enviado el