51.

Estaba con los ojos hinchados y la nariz roja y maltratada de tanto llorar. Me encontraba en mi habitación sentada con la espalda recostada a la pared blanca y lisa. Abrazaba una almohada mientras veía a Alessandro recoger todos los potecitos de medicamento y rebuscando por toda mi habitación.

En mi desahogo le había confesado lo que tenía planeado hacer y él buscaba todo lo con lo que yo pudiera lastimarme.

Mientras lo veía ir de un lado a otro, me preguntaba en qué momento había pasado de ser una chica alegre y divertida a ser una que tuvieran que vigilar para que no se hiciera daño.

Cuando recogió todo, lo dejó sobre mi escritorio de cristal y por un momento se lo quedó observando, como si también estuviera recordando a la vieja Penélope que tenía pasiones y metas en la vida. Después volvió a la cama y se sentó a mi lado.

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