54.

—Déjame verlas —pidió Alessandro.

Estaba sobre mí, me encontraba acostada en su cama y sus manos ya estaban subiendo mi vestido azul.

—No… son muy feas —dije con mucha timidez.

—Eso lo diré yo —insistió y siguió subiendo mi vestido.

—¡Ale, no! —chillé y comenzamos a forcejear, pero al final cedí y él me alzó el vestido, logrando ver las marcas en mis muslos—. ¿Ves? Son feas…

Los ojos de Alessandro iban de una pierna a otra. Después sonrió y comenzó a besar mis muslos.

—¡¿Qué haces?! —Intenté alejarme, pero él me tenía rodeada—. ¡Alessandro, para!

Se alejó mientras me sonreía con picardía.

—Tienes unas piernas hermosas —me dijo—. Ha sido rara la vez que he p

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