12.

Ha llegado la hora de cenar y no despego la mirada de la entrada a la casa. Necesito que todo se de hoy, he gastado un dineral comprando su carísimo trago y me retorcí de dolor cuando me depilaron mi cosita, además, me puse extensiones, ¡extensiones de cabello, cosa que nunca hago!

—Cariño, relájate, él va a llegar —me susurra mi padre a mi derecha—. Necesitas disimular tus nervios.

—Pero, ya van a servir la comida, ¿cómo puede demorarse tanto? Es una grosería.

Reniego a mis adentros por elegir para ser el padre de mi futuro hijo al hombre más grosero y ególatra que conozco. ¿Por qué no pude elegir a Claudio?

Volteo para ver a Claudio que está al fondo, sentado a la mesa con sus padres y noto que intenta disimular cómo se está sacando un moco de la nariz. Hago mala cara y noto a su mamá regañarlo entre dientes. Ay no, nada que ver, por más guapo que sea, es un idiota y niñito de mamá.

Entonces, pasa, Alessandro se asoma al patio de la casa, haciendo su imponente entrada. Viene usando
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