Capítulo 39
—¡No! —Luciana abrazó el cuaderno con fuerza, negándose rotundamente.

La expresión de Alejandro se ensombreció, claramente molesto. Pero no perdió la calma. Sabía que Luciana aún estaba enojada por el asunto de la pulsera, y era consciente de que él no había manejado bien la situación.

—Lo de la pulsera fue un error mío —admitió Alejandro, en voz baja y con cierto orgullo—. Pero también malinterpretaste las cosas. Desde el principio, era para ti.

Luciana se quedó sorprendida. ¿Acaso lo había oído bien? ¿Alejandro se estaba disculpando?

—¿Qué... qué dijiste? —preguntó, incrédula.

Alejandro se sintió incómodo.

—¡Si no escuchaste, olvídalo! —Fue todo lo que dijo. Su curiosidad por el cuaderno desapareció, reemplazada por la molestia.

—Sergio, vámonos —ordenó.

—Claro, primo —respondió Sergio, siguiéndolo rápidamente.

Cuando se marcharon, Martina se acercó a Luciana, mirando el cuaderno en sus manos.

—Ah, ¿es ese cuaderno? Recuerdo que solías dibujar a tu amigo de la infancia, ¿no?

—Sí —asi
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