Capítulo 47
El anciano había recuperado la conciencia, y sus ojos, llenos de lágrimas, expresaban lo que sus labios no podían articular. Luciana lo comprendía todo.

—Abuelo, Alex está bien. Sé que se lastimó, pero lo he estado cuidando todo este tiempo. ¿No confía en mí? —le dijo con suavidad.

Miguel parpadeó, relajando la tensión en su rostro. Alejandro, al ver esto, se acercó rápidamente y tomó la mano de su abuelo, inclinándose sobre él.

—Abuelo, aquí estoy. Mírame, estoy bien —le aseguró Alejandro con voz firme.

Miguel intentó decir algo, susurrando con esfuerzo.

—Abuelo, ¿necesita algo? —preguntó Alejandro, inclinándose más.

El anciano, con gran esfuerzo, unió la mano de Luciana con la de Alejandro, colocándolas suavemente una sobre la otra. Su mensaje era claro: quería que cuidaran el uno del otro.

La garganta de Alejandro se sintió obstruida, como si tuviera una piedra.

—Abuelo, no se preocupe, estamos bien —dijo, su voz cargada de emoción.

Miguel, agotado pero tranquilo, cerró los ojos con
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