Inicio / Romántica / CAUTIVADA POR EL BESTIAL RUSO / LA REBELDE PRISIONERA DEL CRUEL ALFA
LA REBELDE PRISIONERA DEL CRUEL ALFA

Estaba boca abajo, amarrada a un tronco, esperando el inminente momento en el cual me prendieran fuego y morir de la peor manera.

—¡Bruja! —dijo una de las mujeres que estaban acomodando los troncos y la paja para que el fuego fuera más vivaz.

—Te voy a convertir en un cerdo y luego te comeré —le dije.

La mujer empezó a gritar y muchas personas se acercaron.

—¡Ha dicho que me convertirá en cerdo! —gritó.

Yo puse los ojos en blanco. Era tan estúpido que ellos creyeran que yo fuese una bruja. ¿Una bruja? ¿Es jodidamente en serio? Toda esta gente está loca.

—¡Quémenla o nos convertirá en cerdos a todos! —gritó alguien más.

Yo empecé a llorar; nunca pensé que moriría tan rápido en mi otra vida y de una manera tan horrible. El tipo rubio y peligroso se acercó a mí.

—Ahora no pareces tan valiente —dijo con una voz gruesa y rasposa.

Yo lo miré. El bastardo venía con una antorcha prendida. Tragué en seco y miré a otro lado, pero fue peor; las miradas de esas personas eran más aterradoras que la antorcha en la mano de ese peligroso hombre.

—¡Aléjate, infeliz! —le grité.

Él me sonrió y, de alguna manera, la preocupación de ser quemada aumentó.

—Deberías poder soltarte, se supone que eres una bruja —me dijo a modo de burla.

Yo lo miré mal.

—Lloverá y todo este puto lugar se inundará —le dije.

Él acercó la antorcha a la paja que estaba tirada en el suelo, y yo le grité que se detuviera.

—Haz que llueva o te quemaré —me amenazó.

Yo empecé a soplar la antorcha, pero era inútil; esa cosa era monstruosa.

—Estoy amarrada, boca abajo, no me puedo concentrar. Si me desamarras, te juro que haré que llueva —le dije.

Él volvió a acercar la antorcha y yo seguí soplando, como si eso fuera a ayudar en algo.

—Aún no llueve —me recordó.

Yo lo miré a la cara y el bastardo se estaba riendo.

—Lloverá, lloverá muchísimo —le dije.

Yo seguí soplando; necesitaba que él alejara esa cosa.

—Eres una mentirosa —me dijo.

La antorcha se acercó aún más. Yo cerré los ojos con fuerza.

—¡Que llueva ya! —grité.

Una gruesa gota de lluvia se estrelló contra mi mejilla. Yo abrí los ojos y lo miré; él se veía incrédulo, pero yo estaba feliz.

—Suéltame —le pedí.

Las gotas de lluvia se intensificaron y, de la nada, el agua empezó a caer a cántaros. Él se acercó a mí y me quitó las ataduras; yo caí como un bulto de patatas sobre los troncos y la paja que había puesto para quemarme.

—Levántate —me ordenó.

Yo me incorporé y lo miré; la lluvia lo hacía ver aún más peligroso. Miré de un lado a otro y empecé a correr. Si me quedaba, iba a terminar en la hoguera cuando la lluvia se detuviera.

Corrí tan rápido que no me percaté del enorme agujero que estaba justo frente a mí. Cuando traté de detenerme, fue imposible y terminé dentro del agujero. El olor a carne podrida inundó mis fosas nasales. Yo miré con más detenimiento y había varios cuerpos en estado de putrefacción.

Capítulos gratis disponibles en la App >
capítulo anteriorcapítulo siguiente

Capítulos relacionados

Último capítulo