4

Estaba sentada en una silla alejada de todos. La directora de la escuela había hecho una fiesta de Halloween para los profesores, pero yo mil veces hubiera preferido quedarme en casa leyendo algún libro.

—Muriel, ven —me llamaron.

Yo me levanté y me acerqué a los demás profesores. Miré mi reloj y ya eran las 11 de la noche; solo tenía que esperar un poco más para irme.

—Esto es una m****a —me dijo al oído mi amiga Nuria. Yo me reí un poco.

—El pendejo de música está que te come con la mirada, ¿por eso te pusiste el disfraz de Caperucita? —me preguntó con una sonrisa.

Yo puse los ojos en blanco y me aparté de ella. Nuria era un ser que no tenía filtro alguno. Caminé hasta la directora.

—Ya me tengo que ir, he dejado a mi perro solo en casa —le mentí.

Yo no tenía ningún perro, pero ya no soportaba esto; quería salir de este lugar lo más pronto posible.

—Está bien, y muchas gracias por venir —me dijo ella con una sonrisa.

Yo me despedí de todos y salí del salón. Iba a caminar un rato, ver a las personas disfrutando de este día.

Cuando iba caminando por un callejón, un tipo tiró una bolsa negra en mis pies. Yo miré al suelo y de la bolsa se había salido un brazo. Miré al tipo y tragué en seco; sus ojos eran aterradores.

—Es un adorno para mi casa —me dijo.

Yo miré abajo y la mano del "adorno" movió los dedos.

—Se ha movido —le dije lentamente.

Él pisó la mano del hombre y me miró.

—Es de esas cosas con baterías —me dijo con una sonrisa.

El hombre dentro de la bolsa empezó a quejarse.

—También tiene sonido —me dijo sonriendo, y después pisoteó la cabeza del individuo.

Yo estaba muda. ¿Qué se hace en este tipo de situaciones? ¿Correr? ¿Llamar a la policía?

—¿Quieres un trago? —me preguntó.

Yo levanté la cabeza y negué lentamente.

—Yo no tomo alcohol —le contesté con una risita nerviosa.

Él se rió, y después se puso serio.

—¿De verdad? —me preguntó sorprendido.

Yo asentí y volví a mirar la bolsa. El tipo dentro se estaba moviendo.

El tipo empezó a pisotear la mano del hombre con agresividad, ¡y yo no podía moverme! Mis piernas estaban muertas.

—Ya no se volverá a mover más —me dijo.

Me hubiera quedado en la fiesta. ¿Por qué tenía que ser tan asocial?

—¿Nos vamos a tomar el trago? Te compro un jugo si quieres, estoy aburrido, quiero divertirme un rato. ¿No quieres que este lobo feroz te coma? —me preguntó.

Abrí la boca de par en par. ¿Era en serio? Este tipo estaba loco de remate.

—No... —le respondí con el entrecejo fruncido. Tenía que correr o yo terminaría en otra bolsa.

—¡No me tengas miedo! Yo soy buena persona —me dijo.

Miré al tipo dentro de la bolsa, que por la manera en que tenía su brazo, era más que obvio que lo tenía destrozado.

—¿Se ha movido otra vez? —me preguntó e intentó aplastarle el brazo otra vez.

Yo lo detuve de inmediato.

—¡No! Ya no se ha movido más —le dije.

Él asintió y me sonrió.

—¿Entonces nos vamos? —me preguntó.

Él se acercó a mí y tuve que levantar la cabeza para mirarlo. ¿Cómo era tan alto? Yo medía 1.75, y le llegaba al hombro.

—Yo tengo que irme ya —le dije y traté de huir, pero él me atrapó de inmediato.

—Solo será un trago, vamos, sé buena y acompáñame. No conozco a nadie aquí —me dijo.

Yo traté de soltar su agarre de mi cintura, pero me tenía apretada.

—Me voy con ella. Lanza al hijo de puta en algún parque lejos de aquí —ordenó.

Miré al otro tipo que había llegado, pero por la oscuridad del lugar no pude verlo del todo. Él asintió y empezó a arrastrar al tipo a una camioneta cerca de allí. ¿Acaso nadie estaba viendo? ¿Dónde estaba la policía cuando se necesitaba?

—Vámonos, Caperucita, hoy tendrás la mejor noche de toda tu vida —me dijo.

Él me agarró por la muñeca y me arrastró con él. Yo empecé a jalar mi brazo, pero este enorme animal no me soltaba.

—Me estás lastimando, ¡suéltame! —le grité.

—Te suelto si aceptas un trago —me propuso.

Yo asentí. Él me soltó y yo empecé a masajear mi mano. Caminé a su lado con total tranquilidad, esperando el momento perfecto para echarme a correr. Las personas en la calle nos miraban, y yo sentía vergüenza en esos momentos.

—Ese se ve bien, vamos —me dijo.

Él volvió a arrastrarme. Yo le di un golpe en el brazo para que me soltara, pero ese animal no pareció importarle.

Ambos entramos al bar y él me obligó a sentarme en una de las mesas.

—Me gustan las mujeres italianas, son tan calientes —me dijo él, mientras sacaba una cajetilla de cigarrillos.

Yo lo miré atentamente. Era simpático, con cabello negro, un poco despeinado, mandíbula fuerte y ojos grises. Se veía tan peligroso.

—¿Una cerveza y un jugo, no? —preguntó.

Yo asentí. Él llamó a una camarera y esta llegó inmediatamente. Él le pidió las bebidas y ella se fue.

—¿Cómo te llamas? —me preguntó. Yo lo pensé un momento antes de responder.

—Nuria, ¿y tú? —pregunté de vuelta.

Él sonrió ampliamente; tenía lindos dientes.

—Mikhail Novikov. ¿Y tu apellido es...? —volvió a preguntar.

Yo me mordí el labio inferior y le sonreí.

—Nuria Marco —le respondí.

Él asintió. La mesera llegó con las bebidas, yo me tomé el jugo de un trago y me levanté.

—¿A dónde vas? —me preguntó. Yo le sonreí.

—Mañana tengo clases, y tengo que descansar —le dije.

Salí del bar como alma que lleva el diablo. No me iba a quedar un minuto más con ese tipo.

—¡¿Te llevo a casa?! —me gritó.

Yo volteé a mirarlo y empecé a correr. Corrí lo más que pude. Sería muy idiota de mi parte detenerme.

*

Cuando llegué a casa, llamé a la policía. Les di la descripción del tipo y el nombre. Ellos me pidieron mis datos y yo también se los di. ¡Dios mío! Ese tipo de personas debería estar tras las rejas.

Me quité el disfraz ridículo y fui a darme una ducha. Ojalá y capturen a ese loco.

Empecé a empacar mis cosas para irme a almorzar. Nuria entró a mi salón y sonrió.

—Muriel, un modelo súper sexy te está buscando —me dijo.

Yo levanté la ceja. ¿Modelo? ¿De qué estaba hablando?

—¿Dónde conociste a ese manjar de hombre? Todas las profesoras están mojando sus bragas. Ese tipo es tan sexy, que solo el hecho de verlo fumar un cigarro se hace jodidamente caliente —me dijo.

Tomé mis cosas y salí del salón. ¿De qué estaba hablando Nuria? ¿Acaso ya estaba loca?

Salí de la escuela y allí estaba el tipo de la noche anterior, recostado en un coche de lujo fumando un cigarro. Yo tragué en seco y volví a entrar a la escuela.

—Dile que no estoy —le pedí.

Ella me miró y sonrió. Yo cerré los ojos por un momento. La iba a ahorcar.

—Yo le dije que sí estabas y que ya ibas a salir —me dijo.

¡Iba a matar a Nuria! ¿Cómo pudo decirle eso a un completo desconocido?

—Te odio en estos momentos. yo ayer lo denuncie con la policia, estoy segura que ahora quiere venganza  —le dije.

Me asomé por la puerta y lo miré. ¿Ahora cómo salía de esta sin que él me viera?

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