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Miré al tipo con rabia. ¿Acaso no se da cuenta de que no es bienvenido en mi casa? ¿Cómo puede estar en mi cocina tan campante? ¡¿Y por qué está invadiendo mi espacio?!

—¿Cuándo te irás de mi casa? —le pregunté ya con algo de irritación.

Yo tenía que corregir unos exámenes y también quería dormir, pero con él aquí, todo se complicaba. Tenía que estar muy alerta.

—¿Y si dormimos juntos? —me preguntó.

¡Ja! ¿Este tipo qué se creía? Lo miré de arriba a abajo. ¿Acaso no tenía vergüenza? ¡Claro que no! Este tipo carecía de todo eso.

—¡Mira, animal! Yo no dormiré contigo, solo deseo que te largues de mi casa. Quiero paz y tú solo me molestas —le dije.

Él inmediatamente se acercó a mí. Yo pegué la espalda al refrigerador. Si se acercaba más, lo iba a golpear por atrevido.

—Ya te lo dije, soy una buena persona. Una noche conmigo equivale a entrar al cielo —me dijo con voz seductora.

Levanté la ceja lentamente y me mordí el labio inferior para no reírme. Qué hombre más descarado. Él se acercó más y yo puse ambas manos en su pecho duro. ¡Joder, pero qué fuerte era!

—No quiero entrar al cielo, soy más team infierno —le dije.

Él sonrió más ampliamente, me acorraló y metió su mano rápidamente debajo de mi pijama. Yo abrí los ojos como platos. ¡¿Pero qué m****a estaba haciendo?!

Lo empujé lejos y le di una bofetada. Si él estaba acostumbrado a tener ese tipo de comportamiento con otras mujeres, yo le iba a enseñar que conmigo sería diferente.

Él estaba respirando pesadamente y, cuando me miró, pude ver la furia en sus ojos. Yo tragué en seco y traté de irme, pero él me lanzó de regreso a donde estaba. Mi espalda chocó con la puerta del refrigerador y él se pegó a mí rápidamente.

—Con cada golpe que me das, me enamoro más de ti —me dijo en un tono pausado.

Yo abrí la boca ligeramente con incredulidad. ¿De dónde había salido este tipo? ¿Y por qué tenía que ser yo quien se lo estuviera aguantando?

—Eres un pervertido. Entiende que no te quiero cerca y te golpeé para que la próxima vez no vuelvas a tocarme sin mi permiso. Mi cuerpo es mío, y a mí no me gusta que me toquen. Ahora, ¡quítate! que tu perfume barato me está mareando —le dije.

Yo lo empujé y él se apartó.

—¿Cuánto quieres? —me preguntó.

Levanté el brazo y le di otra bofetada. Si iba a morir, al menos lo haría haciéndome respetar.

Él, en vez de ponerse agresivo o furioso, se rió a carcajadas. Este tipo estaba loco y me iba a volver loca a mí.

—¿Entonces solo vamos a dormir? Yo te daré mucho calor en esta noche fría —me dijo.

Puse los ojos en blanco. Mi estabilidad emocional estaba prácticamente por el piso. Iba a volverme loca. ¿Cómo podía conseguir que se fuera de mi casa para siempre? Él se pegó más a mí, tanto que podía sentir su enorme bulto en mi vientre. Empujé lejos al orangután y fui a mi habitación. Ya que no podía sacarlo de mi casa, lo iba a ignorar hasta que se aburriera.

—Bonito cuarto. Una lástima que tu cama sea tan pequeña —me dijo entrando a mi habitación como si nada.

No caigas en sus provocaciones, mantente calmada, recuerda todo lo que has aprendido de yoga, busca tu centro. Encuentra tu paz interior, ignora su presencia.

—A mí me gusta dormir desnudo. Así podrás tocar todo lo que quieras. Yo no tengo ningún problema con eso, aunque me encantaría que también me dejaras tocar algo. Te juro que seré gentil —me dijo.

Mátalo, Muriel, ¡mátalo! Un ser tan desvergonzado como él no merece estar vivo. Tipos como él deberían estar a tres metros bajo tierra.

—Y sería aún más rico si tú también te desnudaras. Tu piel se ve tan suave. Aunque si lo prefieres, yo puedo comprar algunos disfraces sexys para ti. Estoy abierto a todo —me dijo.

Me senté en la cama y miré al piso. ¿Por qué no se quedaba callado? Nunca había escuchado a un hombre decir tantas estupideces en tan poco tiempo.

—O, si lo prefieres, yo puedo disfrazarme. Me veo sexy de vaquero —continuó.

Yo levanté la vista y lo miré.

—¿Puedes hacer silencio? Eres un ser tan molesto —le dije.

Él sonrió ampliamente. ¡Odiaba sus dientes! ¿Por qué tenían que ser tan blancos y perfectos?

—Hagamos negocios, entonces —me sugirió.

Yo lo quedé mirando fijamente. Este tipo de verdad era un dolor en el trasero.

—¿Qué tipo de negocios? —le pregunté.

El tipo bestia me miró y yo aparté la mirada de su rostro. Muriel, recuerda que el tipo es un hombre peligroso, un desvergonzado y te está acosando. ¿Pero, Dios mío, por qué tiene que ser tan guapo?

—Quiero quedarme aquí contigo —me dijo él.

Yo asentí. ¡Qué más da! Ni aunque llamara a la policía, este hombre se iría de mi casa.

—Está bien. Pero quiero que te quedes callado, porque largarte de mi casa no lo harás —le dije resignada.

Él se sentó en mi cama y yo lo empujé lejos.

—No, cariño, si quieres estar aquí, te toca dormir en el piso —le aclaré.

Agarré una almohada y la lancé al suelo. Él me dio una mirada de cachorro muerto de frío. Qué tipo tan manipulador.

—¡Al suelo ya! —le ordené.

Él se levantó de la cama y se sentó en el suelo. Dios mío, era como un niño.

—¿Sabes leer? —le pregunté de broma.

Él puso mala cara de inmediato. Yo le entregué unos exámenes y me senté en la cama.

—Revísalos. Si están mal, me dices —le dije.

Él asintió. Yo empecé a revisar los exámenes de los chicos de mi salón. Al menos iba a tener algo de paz para hacer mi trabajo.

—¿Murciélago es con C o con S? —me preguntó.

Yo levanté la mirada lentamente de los exámenes y lo miré. El muy desgraciado se estaba riendo.

—Es broma —me dijo sonriendo.

—Apuesto a que eras el chistoso de la escuela —le dije.

Él se encogió de hombros.

—No terminé la escuela y las veces que iba, me la pasaba peleando, así que no sabría decirte a ciencia cierta si lo era o no —me respondió.

Yo me mordí el labio inferior.

—Pareces tener dinero. ¿Por qué no fuiste a la escuela? —le pregunté con curiosidad.

—Tenía que trabajar para cuidar a mi madre. Era o la escuela o morir de hambre, así que tomé la decisión más sensata —me contestó.

Yo asentí con la cabeza y volví a revisar los exámenes. Miré de reojo al enorme animal tirado en el suelo y algo dentro de mí hizo que le tuviera un poco de lástima por lo que había pasado en su niñez.

— — — — — — —

Miré la hora en mi reloj, eran las 2 de la madrugada. Ella ni siquiera me había dado una sábana. Estaba simplemente tirado en el suelo con la m*****a almohada. Me levanté y me acerqué a la cama; ella estaba profundamente dormida. Me quité la camisa y los pantalones, me metí a la cama y me tapé un poco con su sábana. ¡Esto era tan pequeño! ¿Cómo podía dormir bien aquí? Creo que lo mejor sería comprar una cama más grande, así ambos estaríamos más cómodos la próxima vez que durmamos juntos.

Miré a Muriel durmiendo y se veía muy bonita. Ella tenía una belleza clásica, no era para nada extravagante. Sería tan agradable ver hasta dónde llegaba su cabello negro; esa trenza que siempre llevaba no le favorecía en nada. Sus labios, pequeños pero jugosos, me llamaban. Quería meter mi lengua en su boca.

Me acerqué más a ella y pasé la punta de mi lengua por sus labios entreabiertos. Ella abrió los ojos lentamente y yo aproveché para profundizar mi lengua en su boca. Sabía a canela, qué rico.

Muriel me empujó y yo terminé en el suelo. ¡Maldición! Me había jodido el culo. Me levanté y la miré con mala cara. Ella era muy agresiva, y sí, me gustaba que me trataran mal, pero creo que ella ya se estaba pasando.

—¡Por Dios! Estás desnudo. Voy a llamar a la policía, estoy segura de que querías violentarme —me dijo.

Puse los ojos en blanco, tomé la almohada y me tapé con ella.

—Te dije que yo dormía desnudo y jamás te violentaría, ese no es mi estilo. Tal vez el de Salvatore, pero no el mío —le dejé en claro.

Ella me quedó mirando sin comprender. Yo le sonreí un poco y traté de acercarme, pero ella me lanzó una almohada, así que retrocedí.

—¡Ponte la ropa interior! —me gritó.

Me reí un poco.

—Yo no uso ropa interior —le dije.

Ella se acostó otra vez en la cama y se tapó de pies a cabeza, después empezó a patalear. Esta mujer estaba completamente loca, pero me encantaba.

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