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El sonido de ronquidos me despertó. Miré al techo por un momento antes de voltear a ver al enorme hombre abrazado a mí. Me removí un poco y entonces lo sentí, su polla estaba pegada a mi pierna. Iba a matarlo e iría feliz a la cárcel. Me quedé quieta por un momento observándolo, y me di cuenta de que ya estaba despierto. Respiré profundamente para calmarme un poco.

—Voy a contar hasta tres, si no te despiertas voy a golpearte. Uno... dos...—

El bastardo abrió sus ojos y me miró, tenía una sonrisa resplandeciente en su boca. Puse los ojos en blanco y lo empujé, pero no se apartó de mí.

—Buenos días, sladkiy. ¿Cómo amaneciste? Te ves preciosa. ¿Si yo te pidiera casarte conmigo tú me dirías que sí? —me preguntó.

—Prefiero mil veces quedarme solterona —le dije.

Sonrió un poco, se acercó más a mí y me dio un ligero beso en los labios.

—No seas mala, Muriel. Por favor, di que me deseas tanto como yo a ti —me dijo en un tono de voz sexy.

Lo empujé mucho más fuerte y me bajé de la cama. ¡Dios
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