Empecé a morderme la uña del dedo índice con nerviosismo. ¿Cómo supo dónde trabajaba? ¿Acaso quiere hacerme lo mismo que al tipo en la bolsa?
—¿Le debes dinero? —me preguntó Nuria.
Yo volteé a verla. Quería ahorcarla en estos momentos.
—¡Claro que no! Ese tipo ayer casi mata a un hombre frente a mis ojos. Es peligroso y ahora está buscándome.
Ella abrió un poco la boca, y después sonrió.
—Qué rico, sexy y peligroso —dijo ella con una sonrisa.
En ocasiones no entendía cómo podía ser amiga de ella. Nuria estaba loca.
—Él es un hombre peligroso, ¿cómo puedes pensar en él como alguien sexy? —le pregunté.
Su sonrisa se hizo mucho más ancha. Yo la agarré del brazo y la moví de sitio, dándole la espalda a las puertas.
—Ese tipo es un animal —le dije.
—Y tú una soplona —dijo una ronca voz a mi espalda.
Yo me di la vuelta lentamente. Lo miré y él me sonrió. Tragué saliva, ¿cómo lo pudieron dejar entrar?
—No entiendo qué haces aquí. Eres un peligro para la sociedad, deberías estar en la cárcel en estos momentos —le dije.
Él le dio un par de caladas a su cigarrillo y después me sonrió. Odiaba su dentadura.
—¿Quieres almorzar? —me preguntó como si nada.
Nuria me quedó mirando mientras sonreía.
—Te denuncié a la policía —le recordé.
Él se encogió de hombros.
—Y te doy las gracias por eso, así pude averiguar todo de ti, ¿sabes…? —Él me miró de arriba a abajo—. Eres mi jodida fantasía sexual —me dijo.
¡Qué hombre tan vulgar!
—Vamos a almorzar, ya he perdido mucho tiempo esperándote fuera. Quiero estar en tu compañía, y si tú me lo permites, entre tus sexys muslos —me dijo.
Me crucé de brazos y lo observé. ¿Este tipo estaba loco? Tenía que estarlo. ¿Cómo era posible que me dijera estas cosas como si nada? ¡Dios mío!
—Puedes irte, así no pierdes más el tiempo, porque yo jamás iría a almorzar con un animal como tú —le dejé en claro.
Pasé sobre él; este tipo no iba a intimidarme. Él me agarró de la mano y yo lo miré a los ojos. Intenté soltarme de su agarre, pero el bastardo era muy fuerte, y era más que obvio que se estaba divirtiendo conmigo.
—No voy a ir contigo a ningún lado, ahora déjame ir y vete —le volví a decir.
El guardia de la escuela se acercó y quedó mirando a la bestia horrenda que me estaba molestando.
—¡Suéltela! —ordenó.
Yo le sonreí al animal. Él jamás podría con el guardia; este era el doble que él. El guardia intentó agarrarlo, pero el muy bruto agarró al pobre guardia y le dobló la mano.
—¡Ya basta! Deja de hacer este tipo de cosas ¡y deja de fumar! —lo regañé.
Él soltó al guardia y le lanzó el cigarro en la cara. ¿Se podía ser más bestia?
—Vamos a almorzar —me dijo él en tono de orden.
—¡No! Yo no iré a ningún lado contigo. Eres como un niño haciendo una rabieta. Ahora, largo de la escuela —le ordené.
Él se acercó a mí y me arrinconó contra la pared. Acercó su cara a la mía, lamió mi barbilla y después se alejó. ¿Pero qué carajo?
—Ponte algo lindo esta noche, o mejor espérame desnuda —me dijo.
Me guiñó un ojo y se fue. Yo me quedé estupefacta. ¿Qué carajo le pasaba a este tipo por la cabeza?
—Eso fue tan caliente —me dijo Nuria.
Yo la fulminé con la mirada. ¿Acaso también estaba loca?
—Pues te invito a esperarlo desnuda tú —le dije.
Me acerqué al guardia y tomé su mano para inspeccionar lo que ese animal le había hecho.
—Lo siento tanto, ¿quieres que te lleve al hospital? —le pregunté.
Él negó con la cabeza.
—No se preocupe, profesora, yo estoy bien. Mejor vaya a su casa —me dijo.
Yo me despedí de él y de Nuria y salí de la escuela. Miré a ambos lados y el animal ese ya se había ido.
Caminé un par de cuadras en busca de mi viejo coche. Hoy tenía un montón de exámenes que corregir.
—¿Tú qué haces aquí? —le pregunté en cuanto lo vi apoyado en mi coche.
Este tipo era una plaga. Yo lo aparté de mi coche empujándolo a un lado y entré. Puse mis cosas en el asiento del copiloto y encendí el motor, pero al momento de arrancar, el coche se fue a un lado. Yo me detuve de inmediato y me bajé. La llanta estaba desinflada, tenía un enorme agujero en ella. Yo miré con rabia al orangután.
—¿No crees que estás muy grande para hacer este tipo de berrinches? —le pregunté enfadada.
Él se acercó a mí lentamente. Yo pegué la espalda en el coche y lo miré con la barbilla levantada.
—No es un berrinche, es tu castigo por haber llamado a la policía —me dijo.
Yo lo agarré de la solapa de su camisa y lo acerqué más a mí.
—Deja de molestarme, tú no me conoces furiosa —le advertí.
Él sonrió inmediatamente. Ahora viendo sus dientes más de cerca, podía notar que sus caninos eran un poco más largos que sus dientes.
—Arregla mi llanta ya —le ordené.
Lo solté y me crucé de brazos.
—No arreglaré nada, esa es tu culpa —me dijo.
Me metí de nuevo al coche, saqué mis cosas, me bajé y lo cerré.
—¿Acaso no tienes a alguien más a quien pisotear? —le pregunté.
Él negó y yo puse los ojos en blanco. Era peor que un niño.
—Eres igual de refunfuñona que mi madre, me gusta —me dijo.
Respiré profundo. Yo creía que tenía una paciencia enorme, pero es que este hombre me sacaba de las casillas con sus comentarios tan infantiles.
—Eso que tienes, amiguito, se llama síndrome de Edipo. Te aconsejo que vayas a un psicólogo. Si quieres, yo puedo recomendarte uno —le sugerí.
Él arrugó el entrecejo.
—¿Qué es eso? —me preguntó.
Yo puse los ojos en blanco y me fui. No iba a hablar más con ese hombre, es que era muy desesperante.
—¡¿Si me vas a esperar desnuda?! —me gritó a todo pulmón a mitad de la calle.
Yo bajé la cabeza lo más que pude. ¡Qué vergüenza! Habían colegas míos aquí.
—¿O quieres que yo te quite la ropa? —volvió a gritar.
Me tapé la cara con los folders y salí corriendo. Esto solo puede ocurrir en una pesadilla.
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Vlad se acercó a mí y me miró negando con la cabeza. Yo le quité lo que estaba comiendo y me metí un pedazo en la boca.
—Creo que estoy enamorado —le dije.
Él siguió masticando y no me dijo nada.
—¿Qué es el síndrome de Edipo? —le pregunté a Vlad y él se encogió de hombros.
—Eres un inculto. Yo ahora debería involucrarme con personas como Salvatore. Pronto seré el esposo de una profesora —le dije.
Vlad me quedó mirando.
—¿Me dices inculto a mí? ¿Acaso tú sabes lo que esa m****a significa? —me preguntó.
Saqué mi celular y lo busqué en el buscador. Vlad me quitó el celular, miró la pantalla y empezó a reírse.
—Yo creo que ella tiene razón —me dijo.
Le quité el celular de mala gana y lo metí en el bolsillo de mi pantalón.
—Eres un idiota, Vladislav. ¿Cómo se te ocurre decir eso? Mi madre es santa. Yo jamás la miraría con otros ojos. Ella, en lo que a mí concierne, aún es virgen —le contesté.
Vlad empezó a reír. Yo le di un golpe en la cabeza y él me miró mal.
—¿Por qué trabajo contigo? —me preguntó mientras me devolvía el golpe.
—Porque soy tu único amigo y te pago una fortuna —le recordé.
Él asintió y después me sonrió.
—Sí, es cierto. Y deberías aumentarme el sueldo —me dijo.
—Mejor procura buscarte una mujer, o las personas empezarán a pensar que te gusta la palanca de cambios —le dije con una sonrisa.
Vlad me dio un puñetazo en el estómago y yo me doblé de dolor.
—Al menos no estoy enamorado de mi madre —me dijo el bastardo.
Yo me enderecé y lo miré mal. Algún día le iba a partir la cara. Hoy no, porque necesitaba verme sexy para Muriel, pero lo haría pronto.
Tenía que hablar bien con Muriel. Ella no podía llevarse una mala impresión mía. Yo era un hombre culto, educado, bueno en la cama, sexy, millonario y un muy buen besador. Era casi perfecto, así que le iba a demostrar que no encontraría un mejor hombre en esta tierra que yo. En poco tiempo se enamoraría de mí, de eso estaba más que seguro.La puerta del sauna se abrió y entró Vlad con su típica mala cara. Yo lo quedé mirando y también lo miré mal.—Lárgate —le dije.Vlad me lanzó una toalla a la cara.—Salvatore quiere hablar contigo. Ahora levanta el trasero y ve a hablar con él —me dijo.Respiré pesadamente. Cómo odiaba que me interrumpieran cuando estaba en un momento de paz.—¿Pero qué mierda quiere ese hombre? ¿por que no envía un mensaje como una persona normal? —pregunté de mala gana.—Y yo qué mierda voy a saber. Agradece que te estoy avisando, ahora levantate —me respondió.Me levanté de mala gana y salí del sauna. Salvatore estaba en el recibidor de mi casa. Él me miró y des
Miré al tipo con rabia. ¿Acaso no se da cuenta de que no es bienvenido en mi casa? ¿Cómo puede estar en mi cocina tan campante? ¡¿Y por qué está invadiendo mi espacio?!—¿Cuándo te irás de mi casa? —le pregunté ya con algo de irritación.Yo tenía que corregir unos exámenes y también quería dormir, pero con él aquí, todo se complicaba. Tenía que estar muy alerta.—¿Y si dormimos juntos? —me preguntó.¡Ja! ¿Este tipo qué se creía? Lo miré de arriba a abajo. ¿Acaso no tenía vergüenza? ¡Claro que no! Este tipo carecía de todo eso.—¡Mira, animal! Yo no dormiré contigo, solo deseo que te largues de mi casa. Quiero paz y tú solo me molestas —le dije.Él inmediatamente se acercó a mí. Yo pegué la espalda al refrigerador. Si se acercaba más, lo iba a golpear por atrevido.—Ya te lo dije, soy una buena persona. Una noche conmigo equivale a entrar al cielo —me dijo con voz seductora.Levanté la ceja lentamente y me mordí el labio inferior para no reírme. Qué hombre más descarado. Él se acercó m
El sonido de ronquidos me despertó. Miré al techo por un momento antes de voltear a ver al enorme hombre abrazado a mí. Me removí un poco y entonces lo sentí, su polla estaba pegada a mi pierna. Iba a matarlo e iría feliz a la cárcel. Me quedé quieta por un momento observándolo, y me di cuenta de que ya estaba despierto. Respiré profundamente para calmarme un poco.—Voy a contar hasta tres, si no te despiertas voy a golpearte. Uno... dos...—El bastardo abrió sus ojos y me miró, tenía una sonrisa resplandeciente en su boca. Puse los ojos en blanco y lo empujé, pero no se apartó de mí.—Buenos días, sladkiy. ¿Cómo amaneciste? Te ves preciosa. ¿Si yo te pidiera casarte conmigo tú me dirías que sí? —me preguntó.—Prefiero mil veces quedarme solterona —le dije.Sonrió un poco, se acercó más a mí y me dio un ligero beso en los labios.—No seas mala, Muriel. Por favor, di que me deseas tanto como yo a ti —me dijo en un tono de voz sexy.Lo empujé mucho más fuerte y me bajé de la cama. ¡Dios
Vlad se la pasó regañándome todo el camino de regreso a casa. Yo estaba a nada de darle un golpe en la boca para que se callara de una maldita vez. Claro, como él aún no conocía al amor de su vida, por eso actuaba como un imbécil.—¿Si me estás escuchando? —me preguntó.Asentí de inmediato, pero no lo miré; mirarlo equivaldría a muchos más regaños.—Repite lo que te dije —me ordenó.Lo miré y maldije. Lo iba a lanzar fuera del coche en marcha, ya después le inventaría algo a su familia.—Deja de romperme los huevos, Vladislav. Para regañarme está mi madre, y ahora Muriel, así que deja de joder. Más bien céntrate en cosas más importantes. Tú deberías estar feliz por mí, encontré a la mujer perfecta. Con ella tendré un par de hijos, y estoy seguro de que a mi madre le encantará —le dije.Detuvo el coche en seco y me miró. Se veía bastante cabreado.—Por eso te estoy regañando, porque me centro en cosas importantes. Salvatore está furioso, me llamó y me gritó. ¿Cómo pudiste romperle la c
Mikhail me quedó mirando mientras sonreía. Le lancé un golpe que esquivó rápidamente. Tenía mucha rabia.—Eres una bestia, Mikhail. ¿Cómo pudiste hacer eso? Pudiste matarlo —le dije.Entré a la casa con rabia y mucha vergüenza. ¿Cómo iba a ver mañana a los ojos al pobre Johnny? Dios mío, mi vida se había vuelto tan tormentosa de un día para otro.—Lo siento —me dijo a mis espaldas.¡Espera! ¿Escuché bien? Me di la vuelta y miré al orangután. Estaba cabizbajo; de hecho, se veía culpable. Pobrecito, tal vez he sido muy dura con él.—Yo solo quería despedirme de ti. Me voy en la madrugada y ya no regresaré más. Así que sé linda conmigo, aunque sea por el día de hoy —me dijo.Me acerqué a él y le di un abrazo. Él me apretó fuertemente y yo lo empujé para que se apartara.—Tal vez si nos hubiéramos conocido en otras circunstancias, hubiéramos sido buenos amigos —le dije.La mano de Mikhail aterrizó en mi mejilla.—¿Solo amigos? —me preguntó.Asentí con la cabeza. Aunque siendo sincera conm
Cuando bajé del avión, el frío de Moscú caló mis huesos. Fue allí, en ese preciso momento, que me di cuenta de que estaba descalza. Mikhail merecía un golpe en la cabeza por atrevido, por traerme así, sin preocuparse por mi bienestar.—¿Tienes frío, mi dulce? —me preguntó él al verme temblar.Yo asentí con la cabeza. ¿Cómo la gente podía vivir con este clima? ¡Dios santo, esto era horroroso!Mikhail le arrancó el saco a Vladislav y me lo puso en los hombros. Yo lo quedé mirando con mala cara, y ni hablar de Vladislav. Mikhail es una bestia, no tiene tacto para hacer o pedir las cosas.—Quítate los zapatos —le ordenó a Vladislav.Yo lo miré con la boca abierta. ¿Por qué él era así?Vladislav, con mala cara, se los quitó y se los entregó. ¡Increíble! Yo le devolví los zapatos de inmediato. Miré al coche que nos estaba esperando y corrí a él. Estos tipos eran raros. El hombre me abrió la puerta y yo entré inmediatamente. El calor allí dentro era tan delicioso.—¿Por qué corriste? —me pre
Me tiré en las escaleras viendo cómo traían la cama nueva y se llevaban la otra. Respiré profundo, resignada, tal vez era cierto lo que me había dicho Vlad; Misha nunca perdía. Vladislav empezó a subir las escaleras y me miró, negó con la cabeza y se sentó a mi lado.— Te dije que Mikha nunca pierde, él es muy terco, siempre se sale con la suya — me dijo.No le iba a responder nada. Miré a Vladislav con más detenimiento, era tan extraño que el jefe fuera el orangután. De hecho , Mika no tenía pinta de jefe. en cambio, Vladislav era todo lo contrario, vestía bien, se veía más calmado, era alguien con quien yo fácilmente podría hablar, pero Mikhail es todo lo contrario, era un bruto que todo lo quería conseguir en las carreras.— Si me sigues mirando de esa forma, Mikha empezará a pensar cosas que no son, y la verdad yo quiero conservar mis pelotas — me dijo.Yo puse los ojos en blanco y me levanté. fui a la habitación donde estaban armando la cama, ese tipo era extravagante. ¡La cama
Al día siguiente, me levanté con un horrible dolor en la cintura; follar con Mikha era un trabajo bastante difícil.—Buenos días, mi dulce —me dijo él, mirándome mientras yo me sentaba en la cama. Mikha ya estaba de pie, cambiándose.—¿A dónde vas? —le pregunté.Él solo me sonrió. Después fue a la mesa que estaba a un lado, tomó un cigarro, lo prendió y le dio un par de caladas.Yo me levanté de la cama. Estaba furiosa; todas esas palabras que me había dicho ayer eran una jodida mentira. Mikhail era un bastardo sin palabra.—Quiero comprar ropa y también quiero hacerle un cambio a la casa. Si voy a vivir aquí, quiero sentirme a gusto —le dije.Él me miró y levantó una ceja. Iba a molestarlo lo más que pudiera, estaba decidida a aburrirlo de mí.—¿Estás bien? —me preguntó.Yo quedé mirando el cigarro. Él lo tiró al suelo de inmediato.—Perdón, es la costumbre —me dijo.Yo no le dije nada.—Quiero ropa —le dije.Él trató de tocarme, pero yo me aparté.—Está bien, uno de mis hombres te a