60 - El jefe pelirrojo.

La brisa marina golpeaba el rostro de Anaís mientras intentaba mantener la calma. La venda que cubría sus ojos no podía borrar el olor penetrante a pescado y sal que invadía sus sentidos. Sabía perfectamente dónde estaba: un puerto. El sonido de las gaviotas y el vaivén del agua no dejaban lugar a dudas.

— ¿A dónde me llevan? — preguntó con voz firme, tratando de esconder el miedo que la consumía.

La respuesta fue un empujón que casi la hizo caer. Sintiendo cómo la agarraban bruscamente, fue levantada como si no pesara nada y lanzada sobre una cama vieja y chirriante. Gimoteó al sentir los resortes clavándose en su cuerpo. Uno de los hombres que la escoltaban se limitó a quitarle la venda de los ojos antes de salir y cerrar la puerta con un estruendo.

La habitación estaba apenas iluminada, con paredes de madera desgastada por la humedad y un olor rancio que la hacía querer vomitar. Anaís analizó el lugar en silencio, intentando encontrar algún indicio de su ubicación exacta.

Casi vein
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