**KLAUS**
Sonreí, no porque sus palabras fueran motivo de alegría, sino porque sabía que este era el punto de inflexión que había estado esperando. El momento en que Úrsula finalmente estaba dispuesta a dejar atrás todo lo que la había mantenido atada. Y yo, más que nadie, sabía que este era el momento de actuar.
—Entonces, hagámoslo, Úrsula, —dije, mi voz firme, pero suave, como si con esas palabras pudiera ofrecerle un refugio. —Si realmente quieres huir, si quieres dejar todo esto atrás, no tienes que hacerlo sola. Estoy aquí. Conozco el camino.
Sus palabras, aunque breves, habían cambiado todo. En ese instante, supe que ya no se trataba solo de un plan, de un cálculo frío. Esto era algo más grande. Su confesión había puesto en marcha una cadena de eventos que cambiarían nuestras vidas para siempre. Y yo estaba dispuesto a asegurarme de que cada paso que diéramos fuera el correcto, llevándola hacia la libertad que tanto deseaba, y hacia el futuro que había imaginado para los dos.
—Descansa, Úrsula. Buenas noches, —dije suavemente, dejando que mis palabras acariciaran el silencio entre nosotros antes de colgar la llamada. Podía imaginarla acostada, su cabello extendido sobre la almohada, tal vez con una mirada melancólica mientras procesaba todo lo que acababa de decir. Ese deseo latente de huir había cambiado todo, y ahora, más que nunca, sabía que debía actuar.
Me quedé mirando el teléfono por unos instantes, dejando que el peso de la conversación se asentara en mi mente. Era un momento decisivo, el tipo de declaración que redefinía no solo su destino, sino también el mío. Con un gesto automático, me llevé un cigarrillo a la boca, pero no lo encendí. Solo lo dejé reposar entre mis labios, como si ese simple acto pudiera ayudarme a ordenar mis pensamientos, a trazar el camino que debía seguir.
Estaba decidido a ayudarla. No había duda en mi mente. Úrsula merecía una vida lejos de las cadenas que la aprisionaban, una vida en la que pudiera ser libre, en la que pudiera ser feliz. Pero la pregunta que me daba vueltas en la cabeza era más compleja. ¿Cómo hacer que su padre cediera? ¿Cómo convencer a un hombre tan obstinado y controlador para que aprobara un matrimonio que, según su perspectiva, probablemente amenazaría su influencia sobre su hija?
Era un reto que requería más que palabras, más que simples gestos de respeto. Necesitaba estrategia. Necesitaba un plan que apelara no solo a su lógica, sino también a su orgullo, a esa necesidad inherente de controlar y proteger lo que consideraba suyo. Pero, aunque la libertad de Úrsula era mi objetivo principal, el estatus que ella representaba no podía ignorarse. Ese mismo estatus era lo que me daría la ventaja para inclinar la balanza a mi favor.
Exhalé lentamente, dejando que la tensión escapara junto con el aire. Cada movimiento debía ser calculado. Cada palabra debía ser cuidadosamente seleccionada. Si lograba que él viera en mí una oportunidad, una extensión de su propio legado, entonces tal vez podría abrir una puerta que ahora parecía cerrada.
Mientras la brisa nocturna acariciaba mi rostro, me prometí una cosa: no dejaría que Úrsula enfrentara esto sola. Si quería huir, estaría ahí para guiarla. Si quería enfrentarlo todo, estaría a su lado. Y si quería un futuro en el que ambos pudiéramos ser libres y juntos, haría lo imposible para que lo lográramos. Esa noche, supe que el verdadero desafío apenas comenzaba, y yo estaba más que dispuesto a enfrentarlo.
Al amanecer, mientras la ciudad se despertaba lentamente, yo ya estaba en movimiento. Había decidido vigilar a Úrsula desde lejos, sin intervenir, solo observando. La conversación de la noche anterior seguía resonando en mi mente, esa confesión que había cambiado todo. “Quiero huir.” Cada palabra suya, cada emoción, se había convertido en un nuevo motor para mi determinación.
Me posicioné en un lugar estratégico, lo suficientemente cerca para seguir sus pasos, pero lejos como para no ser notado. Úrsula caminaba con la cabeza gacha, sus movimientos más contenidos de lo habitual, como si el peso de algo invisible la estuviera aplastando. Y no tardé mucho en darme cuenta de que algo había cambiado. Algo estaba mal.
Ella estaba siendo vigilada. Más que antes. Lo podía ver en los hombres apostados en las esquinas, figuras que no se integraban al flujo normal del campus, pero que claramente la seguían con la mirada. Mi mandíbula se tensó al verlos. Su padre, sin duda, había incrementado las medidas. El control ahora era más evidente, más opresivo.
Y, como si eso no fuera suficiente, ahí estaba Mirella. Pegada a Úrsula como su sombra, hablándole con ese tono meloso que solo yo sabía descifrar como pura vigilancia disfrazada de interés. Mirella no se le quitaba de encima, interceptándola entre clases, caminando junto a ella con la apariencia de una aliada, pero con la mirada calculadora de alguien que monitorea cada detalle. No podía ignorarlo. Mirella estaba jugando un papel más activo, y eso me preocupaba.
—¿Qué está pasando? —me pregunté en silencio, mientras mis ojos seguían cada movimiento.
La forma en que Úrsula se comportaba, más contenida, más cautelosa, reflejaba que ella sabía que estaba siendo vigilada. Esa chispa de rebeldía que había visto en ella antes parecía apagarse ante la presencia constante de Mirella y los demás. Su cuerpo, sus gestos, todo era un indicio de que el control había alcanzado un nuevo nivel.
Tenía que pensar. Esto no podía seguir así. Si el control sobre Úrsula se intensificaba aún más, el plan de ayudarla a escapar sería cada vez más difícil de ejecutar. Mirella, su prima, representaba un obstáculo nuevo, una pieza que debía manejar con extrema cautela. Sabía que ella no actuaría sin razón, que detrás de su aparente dulzura había una intención calculada que la impulsaba. ¿Sería parte de un nuevo plan de su padre? ¿O Mirella empezaba a jugar su propio juego?
Mientras meditaba en todo esto, mi mente trabajaba a toda velocidad para ajustar mi estrategia. Tendría que acercarme aún más a Úrsula, no solo emocionalmente, sino también físicamente, para asegurarme de que tuviera la oportunidad de romper con todo lo que la mantenía atrapada. Mirella, los vigilantes, su entorno… todo eso ahora era parte del tablero, y yo tendría que moverme con más precisión que nunca.
**ÚRSULA**Estoy harta. Harta de las interminables regañadas, de la forma en que mi padre me habla como si no tuviera derecho a tomar ni una sola decisión por mí misma. Y todo por Mirella. Por esa prima que no se quita de encima, que exagera cada detalle como si su único propósito en la vida fuera ponerme en problemas. Cada pequeño acto mío, cada palabra que digo o cada gesto que hago, termina convertido en una montaña de acusaciones que ella lleva directamente a los oídos de mi padre.Y él, por supuesto, no duda en creerle. Lo hace con esa facilidad que me desarma, como si no importara lo que yo diga para defenderme. Mirella siempre encuentra la manera de convertir lo insignificante en un drama monumental, y mi padre, tan rígido y controlador como siempre, solo ve en sus exageraciones una confirmación de que soy un desastre, una hija rebelde que necesita estar bajo su vigilancia constante.Cada regaño es un golpe, un recordatorio de que no tengo espacio para respirar, para ser. Es el
*KLAUS*Encendí un cigarrillo esta vez, dejando que el humo se elevara mientras mis pensamientos se ordenaban. Sabía que había un último obstáculo: su padre. Él no cedería fácilmente, y para convencerlo, necesitaría algo más que palabras. Necesitaba una estrategia que lo hiciera, creer que perder a Úrsula sería su mayor error. Pero eso era un problema para después. Por ahora, ella ya estaba casi donde la quería.Sonreí, una vez más, satisfecho. Era solo cuestión de tiempo.Me senté frente a mi escritorio, con un mapa extendido sobre la superficie. La luz tenue de la lámpara iluminaba los bordes de los países vecinos de Alemania, y mis ojos recorrían cada frontera con detenimiento. No quería irme demasiado lejos. La idea no era desaparecer para siempre, sino encontrar un lugar cercano, un refugio temporal donde Úrsula y yo pudiéramos esperar a que las aguas se calmaran. Sabía que su padre, con el tiempo, cedería. Y cuando lo hiciera, regresaríamos. Pero esta vez, con un plan más sólido
**KLAUS**Sonreí ligeramente mientras mi mente comenzaba a trabajar. Las piezas estaban en movimiento, y aunque Diego había intentado intimidarme, sus acciones solamente confirmaban que mi posición era más fuerte de lo que él pensaba. Su furia no era más que un reflejo de su miedo, de su incapacidad para aceptar que su hija estaba empezando a tomar sus propias decisiones.Con cada paso que daba, Úrsula se acercaba más a la libertad, más a un futuro en el que ella pudiera ser realmente ella misma. Y yo sabía que mi papel era crucial en ese proceso. No exclusivamente como su apoyo emocional, sino como alguien capaz de enfrentar a Diego y de hacerle entender que el control que él ejercía sobre su hija no era sostenible.La verdad era que Diego representaba el último gran obstáculo en mi plan. Si lograba manejarlo, si lograba demostrarle que no tenía otra opción más que aceptar mi presencia en la vida de Úrsula, entonces el camino hacia nuestro futuro estaría despejado. Pero, por ahora, d
**ÚRSULA**El sonido del cristal rompiéndose resonó en la sala como un grito contenido. Allí estaba él, Klaus Weber, de pie entre los fragmentos de una copa caída, con esa mirada que combinaba arrogancia y misterio. Desde el momento en que nuestros ojos se cruzaron, supe que mi vida, tan ordenada y predecible, estaba a punto de incendiarse. Pero lo que no sabía era si él sería la chispa que me consumiría o el fuego que finalmente me liberaría.Diego, mi padre, lanzó una mirada severa hacia Klaus, pero él no se inmutó. Parecía tan seguro de sí mismo, incluso mientras un camarero apresurado intentaba limpiar los cristales bajo sus pies. Mi padre siempre tenía una habilidad especial para juzgar a las personas, y con Klaus, su expresión era clara: desconfianza absoluta. Yo, sin embargo, no podía apartar la vista de él. Había algo en su manera de estar allí, como si no perteneciera, pero, al mismo tiempo, dominara por completo la sala.—¿Estás bien? —pregunté impulsivamente, ignorando la m
*KLAUS*En el mundo de los juegos me conocen como El Tiburón del Póker, un título ganado a pulso. Invencible y despiadado con los tramposos, mi éxito me ha otorgado riqueza y poder. Poseo una gran mansión, autos lujosos y una vida de excesos. Sin embargo, la felicidad me elude. El pasado me atormenta y, copa en mano frente al ventanal de mi mansión, el peso de mis decisiones me abruma.FLASHBACKEl recuerdo de aquel día permanece indeleble en mi mente, como si estuviera grabado a fuego. Fue un día que lo cambió todo, marcando un antes y un después en mi vida. Papá, sin previo aviso, sin darnos tiempo a reaccionar, tomó una decisión que alteraría el rumbo de nuestras vidas: eligió un camino diferente al nuestro. Y aunque la noticia me golpeó con la fuerza de un huracán, dejándome un profundo dolor en el alma, con el tiempo, llegué a comprender, al menos en parte, que la vida a menudo nos reserva sorpresas inesperadas, giros bruscos que no podemos prever ni controlar.Jamás imaginé, ni
*KLAUS*CONTINUACIÓN DEL FLASHBACKNo pude darle a mi madre un entierro digno. Un vecino improvisó un cajón con reglas, y yo le ayudé a elaborarlo. Lloré amargamente mientras lo hacía, sin encontrar consuelo. Nos regalaron un pedacito de tierra en el cementerio público para poder enterrarla. Todos se fueron cuando ella fue sepultada, pero yo me quedé de pie sobre el bulto de tierra, llorando con rabia como nunca antes. Esa fue la última vez que lloré; mi corazón murió en ese instante, y desde entonces, no existen emociones en mí.Tenía solo once años cuando esa desgracia me alcanzó. Trabajé de todo: lavando autos, botando basura, cortando sácate. A esa edad, mis manos ya estaban llenas de callos. En mi cabeza solo pensaba en vengarme del desgraciado de mi padre. Mi anhelo era encontrarlo y hacerle pagar por todo esto.Un día, no tenía nada que comer. Me senté en la acera frente a un club VIP nocturno, esperando alguna oportunidad para ganar dinero, algún mandado, lo que fuera. Ya habí
*KLAUS*Sabía todo sobre Úrsula Meyer antes de que nuestras miradas se cruzaran por primera vez. Sus gustos, sus rutinas, sus debilidades. Había dedicado semanas a estudiar cada detalle de su vida. Leía cada artículo sobre sus apariciones públicas, analizaba las fotos que publicaban los medios, e incluso aprendí cuáles eran sus flores favoritas: las orquídeas blancas, símbolo de pureza. ¡Qué ironía!Úrsula no era el tipo de mujer que me atraía. Rica, protegida por un padre omnipresente, viviendo en una burbuja de privilegios. No soportaba a las personas que creían que el mundo giraba a su alrededor, las que nunca habían tenido que pelear para tener algo. Pero no estaba allí para dejarme llevar por mis preferencias. Tenía un objetivo, y ella era el camino para conseguirlo.Cuando la vi por primera vez en ese evento de caridad, rodeada de lujos y aduladores, fue como presenciar a un pájaro dorado en su jaula. Se movía con gracia, pero había algo en sus ojos que contradecía su apariencia
*KLAUS*(Suspirando y apartando la mirada por un momento) —Quiero creer que no todo es falso. Aunque, para ser honesta, a veces es difícil saber qué es real. Crecí viendo cómo mi padre ponía el mundo a sus pies, pero me preguntó si alguna vez se detuvo a escuchar lo que realmente pensaban las personas. Es complicado… vivir en medio de tanto ruido y, aun así, sentir silencio.(Observándola con más interés) —Es curioso que lo digas. Desde afuera, tu vida parece perfecta, como la imagen que todos quieren alcanzar. Pero si me permites decirlo, creo que ese silencio del que hablas también puede ser una oportunidad. Para encontrar lo que realmente importa.—¿Y tú? ¿Has encontrado lo que realmente importa? ¿O eres igual que ellos, buscando solo lo que te conviene? —Digamos que tengo claro lo que necesito. Y no me detendré hasta conseguirlo. Pero eso no significa que no pueda escuchar, o entender. Tal vez tú tampoco deberías subestimarme tan rápido.(Me observa detenidamente, sintiendo una m