Londres, como siempre, se encontraba sumida en su gris habitual, el cielo cubierto por una niebla espesa que apenas dejaba ver el horizonte. Desde su ventana, Clara observaba cómo la ciudad se desvanecía en una combinación de sombras, reflejando perfectamente cómo se sentía en su interior. Su casa, grande y lujosa, nunca había sido un lugar que le inspirara paz. Había pinturas caras en todas las paredes, cuadros famosos que nunca se había detenido a mirar, que no la impresionaban en lo más mínimo. Le importaba muy poco la ostentación. Para ella, el lujo era simplemente parte del mundo en el que Ethan había crecido, un mundo al que había tenido que adaptarse, aunque preferiría algo más pequeño y cálido.Al principio, todo era más tolerable. El amor que compartían parecía llenar cada rincón vacío de la casa. Pero ahora, cada vez que se encontraba recorriendo las enormes habitaciones, la sensación de vacío crecía. El silencio se había apoderado de todo. La casa, que alguna vez había sido
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