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Todos los capítulos de Odio y Deseo : Capítulo 1 - Capítulo 5
5 chapters
1
El ascensor emitió un pitido seco cuando alcanzó el piso veinte. Mi reflejo en las paredes metálicas me devolvió una mirada nerviosa. Ajusté por enésima vez mi blusa blanca, asegurándome de que cada botón estuviera en su lugar. “Tranquila, Sofía”, me dije en voz baja. El susurro apenas logró calmar el latido frenético de mi corazón.Era mi primer día en Ferrer & Asociados, una de las firmas más prestigiosas de diseño y marketing en la ciudad. Conseguir este trabajo no había sido sencillo. Cinco entrevistas, dos pruebas prácticas, y un agotador proceso de selección que, honestamente, me había dejado con la sensación de que nunca sería suficiente. Pero aquí estaba, con el contrato firmado y la oportunidad de demostrarme —y al mundo— que tenía lo que se necesitaba para destacar.El ascensor se detuvo con un suave tirón, y las puertas se abrieron hacia un vestíbulo impecable. Mármol blanco, líneas minimalistas, y una sensación de lujo moderno que me hizo sentir fuera de lugar. Respiré hon
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2
Mi tercer día no fue más fácil. Había llegado temprano, con el café aún humeante en mis manos, intentando ordenar mis ideas sobre los ajustes que Santiago me pidió el día anterior. La presión de estar a la altura era tan intensa que apenas había dormido, pero, de alguna manera, el agotamiento no importaba. Esto era lo que quería: la oportunidad de demostrar que pertenecía a un lugar como Ferrer & Asociados.Sin embargo, esa mañana tenía un ingrediente adicional que me revolvía el estómago: mi primera junta con el equipo completo. Laura me había advertido: "Santiago no tolera la mediocridad, ni en las presentaciones, ni en las ideas. Ve preparada." No eran precisamente palabras reconfortantes.Cuando el reloj marcó las nueve en punto, entré a la sala de juntas con mi laptop bajo el brazo y el corazón palpitando con fuerza. El espacio era igual de intimidante que el resto de la oficina: una mesa de cristal impecable rodeada de sillas negras, enormes ventanales que dejaban entrar la luz
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3
Los eventos corporativos no eran lo mío, pero Laura insistió tanto en que asistiera que terminé cediendo. "Es una oportunidad para relajarte y conocer mejor al equipo," había dicho mientras me dejaba una invitación en la mesa. Claro, porque no hay nada más relajante que convivir con tus compañeros de trabajo mientras intentas no tropezar con los tacones.El evento se llevaba a cabo en el salón principal de uno de los hoteles más lujosos de la ciudad, el tipo de lugar donde el suelo brilla tanto que parece un espejo y el champán fluye como agua. Llegué justo a las ocho, vestida con un vestido negro sencillo, de tirantes finos, que había comprado en un ataque de optimismo al pensar que algún día tendría una ocasión especial para usarlo.Al entrar al salón, me sentí como si hubiera cruzado a otro mundo. Las lámparas de cristal colgaban del techo, y las mesas estaban decoradas con arreglos florales que probablemente costaban más que mi alquiler mensual. Mi ansiedad aumentó al darme cuenta
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4
El café estaba caliente en mis manos mientras repasaba mentalmente las tareas del día. Las luces fluorescentes de la oficina iluminaban cada rincón con una claridad casi quirúrgica, haciendo que el ambiente fuera tan frío como imponente. Era temprano, pero ya podía sentir cómo el día se avecinaba con un peso particular, como si el aire tuviera una densidad distinta. Algo estaba por suceder, lo sabía.Me senté en mi escritorio, dejando que los aromas del café recién preparado llenaran mis sentidos. Aún estaba organizando mis ideas cuando escuché el sonido inconfundible de los pasos de Santiago Ferrer acercándose. Siempre caminaba con una firmeza que hacía imposible ignorarlo, como si cada paso anunciara su presencia antes de que cruzara la puerta.Miré de reojo, intentando no parecer demasiado evidente, y ahí estaba él, impecable como siempre, con su traje gris oscuro perfectamente ajustado, sosteniendo una carpeta de cuero negro en una mano y un teléfono en la otra. Su expresión era s
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5
—¿Estás bien, Sofía?La voz de Santiago me llega como un susurro lejano, pero a la vez demasiado clara, casi acusatoria. Mi respiración está acelerada, como si hubiera corrido una maratón, y no consigo calmarme. El aire en la oficina está denso, asfixiante, y no importa cuántas veces respire profundamente, no consigo obtener suficiente oxígeno. Mi vista se vuelve borrosa, los bordes de la pantalla de mi computadora se desdibujan, como si el mundo entero se estuviera alejando de mí.Mi mano tiembla sobre el teclado. Cada tecla que toco parece emitir un sonido sordo, lejano, mientras el caos se desborda dentro de mí. El cuerpo, ese traidor, ha comenzado a reaccionar como siempre lo hace cuando estoy al borde del colapso. El pulso late en mis sienes como un tambor furioso, y mis manos están frías, mojadas. Mi mente gira a una velocidad frenética, disparando imágenes, palabras, frases sin sentido. Los recuerdos vienen en oleadas: la prisión, la mirada fría de mi padre, el eco de su voz di
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