8

El aire de la oficina se sentía diferente desde que regresamos del viaje. Como si algo hubiera cambiado en la atmósfera, algo imperceptible pero denso, vibrante, casi sofocante.

No era solo mi imaginación.

Lo veía en la forma en que Santiago me miraba cuando pensaba que yo no lo notaba. En la manera en que mis sentidos se alteraban cuando lo tenía cerca, como si mi cuerpo recordara cada momento en aquel hotel. Cada roce accidental. Cada palabra no dicha.

No podía permitirme esto.

Evadirlo era la única solución lógica. Mantenerme ocupada, enterrar lo que sentía bajo montañas de trabajo, ignorar cada pensamiento intrusivo que insistía en repetirme cómo habría terminado aquella noche si el teléfono no hubiera sonado.

Pero ignorar a Santiago Ferrer era imposible.

Él estaba en todas partes.

En cada junta, en cada pasillo, en cada mirada que me atrapaba como un lazo invisible, tensándose poco a poco hasta que apenas podía respirar.

Cada vez que lo veía, recordaba el momento en que la distan
Sigue leyendo en Buenovela
Escanea el código para descargar la APP

Capítulos relacionados

Último capítulo

Escanea el código para leer en la APP