En la mesa, Judah permanecía en la mesa pensando si debería o no pagar por la chica. Estaba indeciso mientras sus amigos le miraban como si fuera estúpido. Tenía una erección imposible de esconder que le dejaba claro que necesitaba atención femenina. Sabía que si lo dejaba pasar, en casa su mujer no cedería. Solo tenía sexo con ella cuando ella lo deseaba y mientras tanto él debía masturbarse con frecuencia, cada vez con más frecuencia, donde ella no le hacía caso en absoluto, pero sí que quería controlar su fortuna. Estaba cansado de hacerlo y necesitaba desesperadamente una mujer. —Deja de pensarlo tanto —pidió su amigo Pavel, con una risa de burla al verlo meditar y darle vueltas al asunto—. No va a saberlo y nadie irá a contárselo. Además, es una miserable, si no quiere tener sexo contigo, entonces que no te prohíba tenerlo con otra. Los tres sabemos que seguramente ella tiene un amante.—Pero se dará cuenta cuando llegue el estado de la tarjeta —respondió Judah, nervioso y vi
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