Judah Pratt observó a su amigo, estaba entretenido mirando hacia otro lado.
—Dicen que es la mejor —dijo tratando de llamar su atención de este, pero el otro ni se inmutó—. Todavía no sé por qué hemos venido a este lugar. No suelo frecuentarlos, ustedes hacen que me meta en problemas.
—No sueles frecuentarlos porque seguramente tu esposa ya te habría sacado las entrañas —dijo el hombre de acento ruso.
—No es así, Pavel —se defendió Judah y el hombre enarcó una ceja.
—Esa mujer no te deja crecer y solo estás perdiendo el tiempo —acentuó el ofendido ruso de nombre Pavel tratando de abrirle los ojos—. Hace mucho que serías tan millonario como yo si hubieras aceptado fusionarte conmigo pero bueno, no voy a decirte lo que tienes que hacer porque no me quiero a parecer a tu esposa.
Pavel Romanov observó a su amigo Judah, a quien conocía desde hacía muchos años, era solo dos años menor que él, pero vivía una vida miserable que se negaba a ver por cuenta propia. Tenía dinero aunque no era feliz ni por asomo, ni él ni su hermano paralítico Noah.
Vio pasar a la chica que había visto desde hacía rato; sin embargo, volvió a perderla de vista.
—Judah por qué no mejor disfrutas el espectáculo en lugar de ver el teléfono a cada rato —dijo Eros, el tercer amigo en cuestión.
—No lo sé tal vez sea porque me preocupa que mi esposa se entere que ando en estos lugares —reconoció apesadumbrado y suspiró—. No sé por qué estoy aquí, ya dije que voy a alejarme de ustedes, solo me hacen entrar en problemas.
Los dos hombres restantes bufaron ofendidos de que Judah estuviera tan pegado a las faldas de su esposa.
—¿Y tu hermano cómo está? —preguntó Pavel para no continuar enojándose con el mismo tema de siempre—. Ha habido una mejoría.
—Ninguna —respondió con ojos tristes—. Hace tanto que está así que pienso que no volveré a saber de él y que es mejor dejarlo ir, es solo que me resisto a perder a mi hermano. Era bueno y se ha convertido en un despropósito, no sale del hoyo, es como si no quisiera nada en esta vida y estuviera listo para irse.
—Todos lo extrañamos, pero confiemos en que se pondrá bien pronto —añadió Eros para darle ánimos a sabiendas de que Noah el hermano de Judah estaba en una situación difícil después del accidente, donde su hija había muerto—. Pensemos positivo, en que una vez despierto, aceptará ir a terapia para mejorar y volver a ser el de antes.
Judah asintió, pero no hizo ningún comentario sino que solo siguieron observando a lo lejos a la bailarina en turno, Atenea era su nombre artístico; sin embargo, solo uno de ellos prestaba especial atención a ella, Pavel, el resto solo la veía como lo que era: una bailarina y ya.
Judah siguió hablando, pero contrario a lo que esperaba no estaba siendo escuchado porque su amigo miraba bastante entretenido a la mujer del pelo verde en el escenario y parecía que no pensaba parpadear hasta que el espectáculo terminara.
Se dedicó a ver el número, a sabiendas de que no le harían caso, pero verificaba su celular a cada minuto para comprobar que su esposa no estuviera llamándole.
El espectáculo de la mujer terminó y las luces se encendieron de nuevo para ver a su amigo no perder de vista a la chica, hasta que desapareció del lugar.
Sonrió, pero casi inmediatamente, una ronda de bebidas llegó hacia ellos, quienes permanecieron hablando sobre todo y nada hasta que escucharon la voz del presentador.
—Tengo que admitir que las chicas son preciosas —dijo su amigo Eros para sorpresa de nadie—. La del cabello rosa es mi favorita.
—Me gustó más la última. —Pavel, el ruso tuvo que diferir—. En fin, cada uno y sus gustos. ¿Y tú?
—Yo no me fije mucho —añadió Judah con sinceridad—. Estoy más preocupado por mi esposa y el cómo me recibirá si se entera, que no puedo pensar en nada más.
Los otros dos rodaron los ojos.
—Tú y tu hermano hicieron muy mal en casarse con esas mujeres —añadió Pavel—. Son como alacranes.
No agregó más, puesto que las luces volvieron a apagarse después de que el presentador diera todo un discurso para anunciar a la siguiente bailarina.
El escenario se iluminó y los hombres parecieron enloquecer tras la aparición de la mujer de la peluca azul.
Esta se movía con sensualidad sobre el escenario y Judah debía reconocer que acaparaba la atención con la seguridad que desprendía.
La vieron moverse mientras sonreía y mostraba sus mejores movimientos de pole dance en la pista.
Los hombres silbaban y lanzaban billetes a la chica quien, con su mejor sonrisa de cazadora, se dejaba adular con la mirada y los dólares.
Desplegaba sobre el escenario un aura de seguridad en cada movimiento y un cinismo tal que opacaba sus movimientos y la hacía adueñarse del escenario, haciéndolos parecer algo de la vida cotidiana y no es que fuera malo; en realidad, los tres pensaban que debería ser una materia obligatoria en educación básica y todas las mujeres deberían aprender a seducir así, pero como bien decían, no podía tenerse todo en esta vida.
Observaron los movimientos de la joven con atención y aunque al ruso le parecía bella, lo cierto era que su atención la había obtenido la segunda, Atenea.
Eros miraba a la chica y pensaba que tal vez era una mujer cuyo público eran los hombres a las que les gustaban las mujeres inalcanzables, a él no y, aunque muy guapa, tampoco era la más linda y él prefería a la de cabello rosa, la primera bailarina, Afrodita.
El número de Hera estaba por terminar y ella no necesitó más que ver a Pavel para saber que el ruso no le estaba poniendo atención, así que centró sus esfuerzos en el resto y en recibir dinero que era lo único que le importaba.
Terminó su número satisfecha al ver que sin duda había sido bueno.
Recogió todo el dinero que los hombres estuvieron lanzando y se alejó completamente desnuda hacia los camerinos no sin antes regalar a los espectadores una última visión de su cuerpo al colocarse sobre sus brazos y rodillas, gateando a cuatro patas frente a su público, el cual nuevamente enloqueció.
Se metió donde las dos chicas anteriores contaban su dinero y sonreían satisfechas.
Solo faltaba un acto más donde juntas debían encender a los espectadores.
Las ganancias en el último número se dividían entre las tres, pero curiosamente era el espectáculo que más dinero les dejaba.
Se apresuraron a cambiarse el vestuario cuando nuevamente el dueño del lugar entró.
—Concéntrense en los dos tipos de la mesa cinco, son empresarios, al tercero denle atención pero enfóquense en ellos, no sé quién es, pero dicen que también tiene dinero. Es más, olvídenlo y concéntrense en el trío de sujetos, es la mesa doce.
Las tres asintieron y nuevamente aparecieron tras ser mencionadas. Hubo gente que se sintió desilusionada al saber que Artemisa no estaría esa noche, pero aun así se quedaron para disfrutar el espectáculo.
Afrodita, Atenea y Hera comenzaron su actuación, perfectamente sincronizadas y alborotando a los hombres del lugar con sus sensuales movimientos.
Afrodita mostraba una destreza especial con las piernas que hacían que más de uno deseaba tocar y perderse en ellas, Atenea tenía una habilidad para bailar todo tipo de danza árabe que le facilitaba y ayudaba a mover su cuerpo con sensualidad indescriptible.
Hera, por su parte, sabía danza artística y poseía una elasticidad única que hacía a los hombres desear perderse por completo en su cuerpo.
Las tres mujeres se acercaron a la mesa de Judah y sus acompañantes y se sentaron sobre ellos.
Hera pensó en sentarse sobre el ruso, pero los ojos del hombre estaban puestos sobre Atenea y los del otro hombre sobre Afrodita.
No los culpaba, sus amigas eran bellísimas y un par de años más jóvenes que ella por lo que le pareció comprensible.
Se conformó con atraer la atención del último hombre que parecía nervioso, pero no se apartó cuando ella le brindó su atención.
Bailaron sobre ellos sin pudor y Jenna sonrió al sentir la evidencia de la erección de su potencial cliente debajo de su trasero.
Se movió sobre él imitando los desenfrenados movimientos del coito y pronto las manos de Judah se colocaron sobre su trasero dejando claro que le gustaba.
Se contonearon sobre los hombres hasta cuando creyeron que era suficiente y después volvieron al escenario donde terminaron el espectáculo y se despidieron en medio de la euforia de los caballeros.
Volvieron al camerino donde se sentaron unos segundos para descansar y suspiraron al imaginar que tardarían otra hora en quitarse todo el maquillaje que usaban.
—Las tres tienen un privado —dijo Bradley, entrando muy contento con todo el revuelo que había entre los clientes—. Ya sabemos lo que eso implica y yo no las obligo. El sesenta del pago del baile es mío, el cuarenta suyo. En cuanto a lo otro, ya lo dejé claro, si acceden a más es para ustedes y cosa suya. De todos modos, el porcentaje del privado que les corresponde no se los quita nadie.
El trío de mujeres asintió antes de que lo miraran un poco desilusionadas.
—¿Solo tenemos uno? —preguntó Atenea y el hombre negó.
—Hay más clientes que atender —respondió el hombre, pero deben empezar ya. El tuyo es el cubículo dos, el de Afrodita el tres y el de Hera el cinco.
Las tres mujeres salieron para tomar cada una su número y esperar a que su cliente llegara.
En la mesa, Judah permanecía en la mesa pensando si debería o no pagar por la chica. Estaba indeciso mientras sus amigos le miraban como si fuera estúpido. Tenía una erección imposible de esconder que le dejaba claro que necesitaba atención femenina. Sabía que si lo dejaba pasar, en casa su mujer no cedería. Solo tenía sexo con ella cuando ella lo deseaba y mientras tanto él debía masturbarse con frecuencia, cada vez con más frecuencia, donde ella no le hacía caso en absoluto, pero sí que quería controlar su fortuna. Estaba cansado de hacerlo y necesitaba desesperadamente una mujer. —Deja de pensarlo tanto —pidió su amigo Pavel, con una risa de burla al verlo meditar y darle vueltas al asunto—. No va a saberlo y nadie irá a contárselo. Además, es una miserable, si no quiere tener sexo contigo, entonces que no te prohíba tenerlo con otra. Los tres sabemos que seguramente ella tiene un amante.—Pero se dará cuenta cuando llegue el estado de la tarjeta —respondió Judah, nervioso y vi
Noah despertó observando a su alrededor creyendo que había tenido un sueño horrible pero pronto se dio cuenta de que no fue un sueño, sino su realidad. Las paredes blancas del lugar, el olor a sanitizante y el sonido de las máquinas lo devolvió a la realidad. Todo había sido cierto.Trató de incorporarse, pero un dolor punzante se lo impidió. Se quedó recostado pensando. No podía ser cierto que aquello hubiera pasado. Era demasiado. Sufría mientras las imágenes tortuosas e infernales asomaban de nuevo a su memoria para hacerle recordar que no, que nada de eso fue un sueño y todo fue real. Efectivamente, su hija había muerto enfrente de sus ojos.La puerta se abrió y el dio un respingo al escuchar el sonido. Al abrirse dio paso a su hermano mellizo, Judah. La única familia que le quedaba y el único que siempre le comprendía, tal vez la única razón por la que todavía no se había dejado morir.—¡Has despertado! —dijo el recién llegado, con aspecto cansado que últimamente le caracteriza
Los días continuaron y él solo veía entrar al doctor y a su hermano, a nadie más; sin embargo, no sentía nada, ni miedo a la vida, ni temor por su nueva condición y mucho menos sentía dolor. No sentía ninguna emoción, de hecho, su corazón se había muerto.Observó a su hermano guardar sus cosas en una pequeña maleta y con ayuda de un enfermero sentarlo en la silla de ruedas.—El doctor dijo que si te operas puede haber una posibilidad de volver a caminar, por supuesto con rehabilitación —dijo Judah sin mirarlo y guardando sus cosas—. Tal vez podamos buscar un especialista, uno bueno y...—No voy a operarme —respondió Noah con tono parco—. Que me lleve el diablo de una vez. —No digas eso —advirtió su hermano con tono pesaroso—. Eres mi única familia y no me perdonaría que algo malo te pasara.Noah sonrió con cansancio, lleno de amargura y se detuvo solo para acercarse a su hermano y sujetar sus manos.»Tienes una mujer y una hija —continuó diciendo Noah, mirándolo con rabia—. Ellos son
Los días pasaban bastante lentos y las noches parecían volverse eternas para Noah quien veía cómo su vida se consumía día a día, pero al menos en el día podría ocupar su mente en trabajar y avanzar con todos los pendientes que tenía de la oficina.No recibía de su esposa ninguna mirada más que insultos y desprecios, además de burlas por su condición y vergonzosamente era uno de los chicos hijos de la cocinera el que lo ayudaba a vestirse, bañarse y cualquier otra necesidad que tuviera dado que Paullete definitivamente no era una opción para contemplar.No había llamado a su hermano porque tampoco quería incordiarlo. Pensó que el pobre seguramente tenía sus propios problemas como para encima sumarle más.Tendido sobre su cama observaba el techo aquella noche que auguraba ser como las últimas desde hacía más de un mes: larga y sin ningún matiz que al menos le dieran la oportunidad de ser feliz o sonreír como antes y sin embargo, sabía que jamás volvería a ser el mismo hombre de antes y
Se había enfurecido tanto con su esposa que esa noche le lanzaría un ultimátum en cuanto a su comportamiento.Paullete, al ver la furia de su esposo había cedido y dicho la dirección donde se encontraba su adolescente hija y este sin demora había ido por Danna. El final de aquella noche estaba tan claro y tan grabado en su mente que él prefería no recordarla y sin embargo, permanecía tatuada en su memoria.—Tú tampoco has sido mejor que yo —dijo Noah, al fin y cansado de ella—. Eres de hecho bastante mala en la cama y gritas tanto que el pobre hombre fácil quedó sordo de un oído esta noche.La mujer se le quedó viendo con el rostro oscurecido de furia antes de lanzarse sobre él y golpearlo hasta la saciedad.—¡Eres un malnacido que jamás podrá volver a vivir! —escupió la mujer con rabia y a gritos—. Mataste a tu propia hija y vas a vivir para sufrir el infierno del remordimiento.Noah no reaccionó, no obstante, sabía que era cierto, ella no habría muerto si él no hubiese estado tan f
Habían pasado cuatro días desde que su esposa había mandado a descansar a los sirvientes y él seguía recostado en el mismo lugar, con la misma ropa, sin asearse.Su esposa solo subía a la habitación en pequeños intervalos de tiempo para dejarle solamente agua y comida a medias, fría y dura. Estaba siendo cruel y tratándolo como perro y aun así el hombre se sentía sin dolor y sin ninguna emoción. Lo único que había sentido fue la confesión sobre los abortos, pero en lo demás a él no le dolía nada.Aquella mañana estaba siendo igual hasta que Paullete entró a la habitación con su bolso en mano, sus mejores zapatillas y vestida como si fuese a algún evento de gala.Miró su reloj con aire de suficiencia antes de dirigirle una mirada de desdén.—Queridito —apostilló la mujer con voz cantarina—. Tengo que decirte la verdad, debo irme, pero no debes preocuparte, amorcito, volveré tal vez un día no lejano para seguir haciéndote la vida miserable.Su voz denotaba crueldad y goce, ella estaba
La mañana llegó como muchas otras para Judah, quien se levantó temprano para hacer sus pendientes, entre ellos ir a la universidad a dar clases y luego ir a la entrevista que tenía con la chica que podría convertirse en la enfermera.Una vez hubo terminado todo se encaminó con prontitud hacia la cafetería donde lo esperaba una jovencita que apenas lo vio, suspiró de alivio.—Lamento la tardanza señorita Mulder —dijo avergonzado en cuanto llegó y con un poco de timidez—. Es solo que bueno, tenía mucho qué hacer antes de venir.—No se preocupe —respondió la mujer con amabilidad—. No hace mucho que espero en realidad.Jenna había reconocido al hombre de inmediato por la foto de perfil de los mensajes e inmediatamente supo quién era y dónde se habían conocido, pero parecía que él no la recordaba, era de esperarse que no recordara a la mujer que compró en un club.Lucía cansado y agobiado; sin embargo, ella no era quién para juzgar a las personas y mucho menos, por lo que solo se limitaría
Jenna miró al hombre, quien le regresaba la mirada con furia desmedida, tanto que ella se vio tentada a renunciar en ese mismo instante. —¿¡No me has escuchado!? —preguntó un furioso Noah—. ¿¡Cuántas veces tengo que decirte que no me interesa tener a nadie aquí!?—Claro que le he escuchado y puede decirlo todo el día, al final igual voy a ignorarlo —respondió la mujer tratando de contenerse—. Me han contratado para cuidarlo y es exactamente lo que haré de ahora en adelante, puede quejarse lo que quiera, pero así es como funcionan las cosas. ¿Es que acaso cree que hago esto por gusto?Jenna se preguntó cómo diablos iba a hacer todo el trabajo cuando tenía nulos conocimientos en el tema, aunque supuso que no había mucho qué hacer al respecto, por lo que decidió que buscaría información para al menos saber cómo lidiar con ese hombre.Judah se dijo que la chica tenía un reto enorme y esperaba que no claudicara o de lo contrario, se vería en problemas para cuidar de él. Observó a la joven