—La noche estuvo muy buena —dijo una exultante Barby—. No puedo creer que esta semana nos esté yendo tan bien. Lo merecemos, pero no deja de ser sorprendente. —Yo estoy agotada y lo único que quiero es una cama. —Trix habló desde su lugar, tirada sobre uno de los taburetes—. También me fue muy bien, por cierto. —A mí igual —respondió Harley—. Me duele todo pero ha valido la pena. Creo que voy a dormir todos estos días para recuperar mis fuerzas. Al fin acabó la semana de trabajo.Comenzó a recoger sus cosas antes de mirar a su amiga Jenna, quien seguía ida y ajena a todo.»¿Te pasa algo? —inquirió Harley—. Has estado bastante distraída hoy y muy callada. Eso es inusual. Jenna salió de sus pensamientos y solo atinó a asentir. Se sentía extraña, por alguna razón no dejaba de pensar en lo que había pasado con su paciente y aunque en un principio quiso pensar que se había visto muy poco profesional, lo cierto es que ella no era una enfermera de verdad, era una prostituta disfrazada de
| Dos años atrás.—¿Por qué siempre eres un aguafiestas? —dijo la enfurecida jovencita a su padre—. Estoy harta, soy como una prisionera.—No eres una prisionera, pero te guste o no, no irás a ningún lado donde haya alcohol y sabrá Dios cuantas perversiones más —dijo furioso. —¡Tengo todo el derecho a divertirme, ya tengo quince! —exclamó furiosa ante el trato que estaba recibiendo—. ¿Cuándo vas a entender que no eres mi dueño, papá?—Ya lo has dicho, a divertirte —replicó el hombre empezando a perder la paciencia—. No a pervertirte y menos a tu edad, eres una mocosa que no sabe ni limpiarse la nariz. —¡Ojalá no existieras! —gritó la chica fuera de sí—. O quizás sería mejor que yo no existiera.Hubo un silencio incómodo en el que la chica solo miraba al frente sosteniendo entre sus manos una botella que el hombre quiso arrebatar pero que la chica defendió como si se tratara de su propia vida.Finalmente, tras forcejear logró quitársela derramando bastante del contenido en los asie
El cuerpo de la mujer se movía arriba y abajo con excesiva rapidez, sus senos se bamboleaban al compás de las embestidas de su acompañante y ella solo miraba al frente sin dejar que sus orbes se encontraran con las del hombre. Gemía descontroladamente mientras el sujeto debajo de ella gimoteaba instándole a seguir. Su cuerpo bañado en sudor dejaba claro que el esfuerzo estaba agotándola. El olor a sexo se sentía por todo el pequeño cubículo y parecía recircular por el mismo envolviéndolos en un torbellino de deseo contenido, al menos a uno de ellos. Cerró los ojos y echó la cabeza atrás cuando sintió al hombre expandirse dentro de ella. —¡Vamos, preciosa! —dijo el hombre tomándola con fuerza de la cintura—. Puedes hacerlo mejor.La joven se movió con mucho más ahínco sobre el viejo mientras este maldecía preso del placer que le proporcionaba. —Eso es niñata, muévete —gimoteó al mismo tiempo que dejó caer la palma de su mano sobre el trasero de la mujer. Ella no emitió ningún son
—¡Eso! —exclamó la otra chica, Barby, mientras hacía lo propio con su peluca de Atenea. Las cuatro bailarinas de pole dance no eran más que mujeres jóvenes que buscaban abrirse un lugar en el mundo, estudiantes de arquitectura; trabajaban de forma ardua no solo bailando sino prostituyéndose para ganar la mayor cantidad de dinero y sobrevivir. Jenna era la más ambiciosa, soñaba con montar su propia constructora y abrirse paso en el mundo como una de las mejores; sin embargo, nada parecía salir como ella esperaba desde que cada día ganaba menos con tanta competencia incluso entre las bailarinas y con clubes demasiado cerca de su propio centro de trabajo. Ella era el número estelar del club nocturno El olimpo, pero aun así sus ganancias eran insuficientes, su carrera demasiado cara y sus gastos bastante altos, aunado a que cada día parecía haber menos clientes y cada vez más tacaños.Jenna estaba pensando seriamente en buscar otro club, pero no lo hacía sabiendo que en algunos no esta
Judah Pratt observó a su amigo, estaba entretenido mirando hacia otro lado. —Dicen que es la mejor —dijo tratando de llamar su atención de este, pero el otro ni se inmutó—. Todavía no sé por qué hemos venido a este lugar. No suelo frecuentarlos, ustedes hacen que me meta en problemas. —No sueles frecuentarlos porque seguramente tu esposa ya te habría sacado las entrañas —dijo el hombre de acento ruso. —No es así, Pavel —se defendió Judah y el hombre enarcó una ceja. —Esa mujer no te deja crecer y solo estás perdiendo el tiempo —acentuó el ofendido ruso de nombre Pavel tratando de abrirle los ojos—. Hace mucho que serías tan millonario como yo si hubieras aceptado fusionarte conmigo pero bueno, no voy a decirte lo que tienes que hacer porque no me quiero a parecer a tu esposa. Pavel Romanov observó a su amigo Judah, a quien conocía desde hacía muchos años, era solo dos años menor que él, pero vivía una vida miserable que se negaba a ver por cuenta propia. Tenía dinero aunque no er
En la mesa, Judah permanecía en la mesa pensando si debería o no pagar por la chica. Estaba indeciso mientras sus amigos le miraban como si fuera estúpido. Tenía una erección imposible de esconder que le dejaba claro que necesitaba atención femenina. Sabía que si lo dejaba pasar, en casa su mujer no cedería. Solo tenía sexo con ella cuando ella lo deseaba y mientras tanto él debía masturbarse con frecuencia, cada vez con más frecuencia, donde ella no le hacía caso en absoluto, pero sí que quería controlar su fortuna. Estaba cansado de hacerlo y necesitaba desesperadamente una mujer. —Deja de pensarlo tanto —pidió su amigo Pavel, con una risa de burla al verlo meditar y darle vueltas al asunto—. No va a saberlo y nadie irá a contárselo. Además, es una miserable, si no quiere tener sexo contigo, entonces que no te prohíba tenerlo con otra. Los tres sabemos que seguramente ella tiene un amante.—Pero se dará cuenta cuando llegue el estado de la tarjeta —respondió Judah, nervioso y vi
Noah despertó observando a su alrededor creyendo que había tenido un sueño horrible pero pronto se dio cuenta de que no fue un sueño, sino su realidad. Las paredes blancas del lugar, el olor a sanitizante y el sonido de las máquinas lo devolvió a la realidad. Todo había sido cierto.Trató de incorporarse, pero un dolor punzante se lo impidió. Se quedó recostado pensando. No podía ser cierto que aquello hubiera pasado. Era demasiado. Sufría mientras las imágenes tortuosas e infernales asomaban de nuevo a su memoria para hacerle recordar que no, que nada de eso fue un sueño y todo fue real. Efectivamente, su hija había muerto enfrente de sus ojos.La puerta se abrió y el dio un respingo al escuchar el sonido. Al abrirse dio paso a su hermano mellizo, Judah. La única familia que le quedaba y el único que siempre le comprendía, tal vez la única razón por la que todavía no se había dejado morir.—¡Has despertado! —dijo el recién llegado, con aspecto cansado que últimamente le caracteriza
Los días continuaron y él solo veía entrar al doctor y a su hermano, a nadie más; sin embargo, no sentía nada, ni miedo a la vida, ni temor por su nueva condición y mucho menos sentía dolor. No sentía ninguna emoción, de hecho, su corazón se había muerto.Observó a su hermano guardar sus cosas en una pequeña maleta y con ayuda de un enfermero sentarlo en la silla de ruedas.—El doctor dijo que si te operas puede haber una posibilidad de volver a caminar, por supuesto con rehabilitación —dijo Judah sin mirarlo y guardando sus cosas—. Tal vez podamos buscar un especialista, uno bueno y...—No voy a operarme —respondió Noah con tono parco—. Que me lleve el diablo de una vez. —No digas eso —advirtió su hermano con tono pesaroso—. Eres mi única familia y no me perdonaría que algo malo te pasara.Noah sonrió con cansancio, lleno de amargura y se detuvo solo para acercarse a su hermano y sujetar sus manos.»Tienes una mujer y una hija —continuó diciendo Noah, mirándolo con rabia—. Ellos son