Los días continuaron y él solo veía entrar al doctor y a su hermano, a nadie más; sin embargo, no sentía nada, ni miedo a la vida, ni temor por su nueva condición y mucho menos sentía dolor. No sentía ninguna emoción, de hecho, su corazón se había muerto.
Observó a su hermano guardar sus cosas en una pequeña maleta y con ayuda de un enfermero sentarlo en la silla de ruedas.
—El doctor dijo que si te operas puede haber una posibilidad de volver a caminar, por supuesto con rehabilitación —dijo Judah sin mirarlo y guardando sus cosas—. Tal vez podamos buscar un especialista, uno bueno y...
—No voy a operarme —respondió Noah con tono parco—. Que me lleve el diablo de una vez.
—No digas eso —advirtió su hermano con tono pesaroso—. Eres mi única familia y no me perdonaría que algo malo te pasara.
Noah sonrió con cansancio, lleno de amargura y se detuvo solo para acercarse a su hermano y sujetar sus manos.
»Tienes una mujer y una hija —continuó diciendo Noah, mirándolo con rabia—. Ellos son tu familia. Yo dejé de serlo hace mucho, sabes. Mamá decía que cuando te casas dejas el ombligo familiar para formar un nuevo nido.
—Pero también decía que jamás pierdas tus lazos sanguíneos —replicó Judah en su defensa, buscando que su hermano reaccionara—. Mamá no te habría abandonado, ni a mí y yo no voy a dejarte. Somos hermanos y lo seremos hasta que uno de nosotros deje de respirar.
—Ojalá lo haga yo —farfulló el otro.
—¡No! No digas eso —replicó Judah un poco impaciente—. La vida debe tener algo para ti.
—Eres más romántico que una chica —dijo su hermano con visible sarcasmo—. ¿Te gustan que te regalen flores y chocolates?
Judah sonrió y le palmeó la espalda como una señal de que estaba de su lado.
—Soy maestro de literatura inglesa, ¿qué esperabas? ¡Vamos! —pidió su mellizo, conduciéndolo a la salida—. Heredé una empresa familiar que no atiendo porque no me gustan las finanzas. ¿Cómo quieres que no sea romántico?
Noah se dejó conducir pensando en lo que sería de él de ahora en adelante.
Estaba seguro de que no quería vivir y mucho menos sentirse un inútil que, a decir verdad, era en lo que se había convertido.
El camino a su casa lo hicieron en silencio e incluso lo sintió más largo de lo normal, con un aire espeso que solo le hacía más difícil la tarea de respirar.
El arribo a su hogar no fue lo que pensó. Creía que sentiría nostalgia, dolor o alguna otra emoción pero de nuevo no sintió nada más que ganas de desaparecer para siempre.
Su hermano lo ayudó a subir a la silla de ruedas de nuevo cuando bajó del coche y lo condujo a la entrada de la casa en donde tuvo que tocar porque no tenía llaves.
La puerta de abrió dando paso a su esposa, Paullete, quien lo miró sin emoción alguna.
—Ha sido dado de alta y bueno nada mejor que su hogar —dijo Judah a su cuñada con una sonrisa conciliadora y después de que ella jamás se hubiese presentado a la clínica—. Estoy seguro de que juntos lo van a superar.
La mujer no dijo nada y solo se hizo a un lado para que entrara al lugar los recién llegados.
Hubo un silencio ensordecedor que los puso incómodos a los tres.
—Agradezco que lo hayas traído —articuló la esposa de Noah después de un prolongado silencio—, pero preferiría que te fueras. Yo me encargo de él.
Judah asintió, entendió perfectamente la situación. Eran un matrimonio y se necesitaban tanto entre ellos que era difícil entender que alguien más estuviera ahí.
—Llámame para que sepa cómo estás —pidió acuclillándose frente a su hermano, quien solo asintió—. No olvides que somos un equipo.
Noah no respondió sino que solo lo miró como si aquello no fuera lo que él esperaba oír.
Escuchó a su hermano salir de la casa y giró el rostro para observar el de su mujer.
—¿Cómo estás? —preguntó mirándola de hito en hito para romper el hielo—. No estuviste en el hospital.
Ella no respondió, sino que siguió mirándolo como si estuviera analizándolo, guardando sus palabras durante varios segundos.
»Me hubiera gustado verte —continuó diciendo, en espera de que ella contestara—. Te necesitaba.
—Me hubiera gustado que hubieras muerto tú y no mi hija —respondió la mujer finalmente—. Me hubiera gustado que hubiera sido tu cuerpo el que se hubiera calcinado, el que tuviera múltiples fracturas y el que hubiera perdido miembros, pero desgraciadamente no fue así. Fue mi chica quien falleció por un maldito que la mató porque seguro iba reprendiéndola por una inocente salida.
—No la maté —se defendió Noah con la mandíbula tensa—. Le dio un ataque por consumo de drogas y perdí el control del auto.
—¡Ella no hubiera consumido drogas si tu hubieras sido mucho más flexible con ella! —gritó Paullete presa de la furia—. ¡Jamás habría sido rebelde si tan solo hubieras comprendido que era joven y necesitaba vivir!
—¡Ella no vivía! —gritó su marido cuando su paciencia se acabó—. ¡Se mataba con lentitud y tú la solapabas! No puedo creer que me digas ahora que fue mi culpa que se drogara o bebiera cuando fuiste tú la que siempre toleró e incluso justificó su comportamiento.
—¡Fui una madre condescendiente! —vociferó fuera de sí—. En cambio, fuiste un maldito siempre con nosotras, un infeliz dándose sus aires de estricto que solo llevó a la tumba a su propia hija.
Noah no dijo nada porque de cierta manera algo dentro de él le gritaba que tenía razón.
—No fue así —musitó Noah después de un rato.
—Voy a encargarme de que tu vida sea un miserable tormento —añadió la mujer como una promesa—. Voy a vivir para verte desear la muerte, maldito, y voy a retrasar tu partida con el simple afán de verte sufrir.
Él la observó. Era como si tuviera enfrente a la misma chica de la que se había enamorado a los dieciocho. Caprichosa, vengativa y sumamente rencorosa; esa era Paullete Pratt.
—No puedo hacer nada para cambiar lo que estuvo mal entre los tres —dijo él, al fin—. En cuanto a lo de que voy a sufrir en este infierno, solo puedo decirte que no siento sufrimiento y que precisamente mi penitencia será esa. No sentir nada.
—¡Malnacido tullido! —gritó Paullete acercándose para golpearlo a la cara una y otra vez.
Noah no hizo nada para defenderse. Permaneció estoico ante el ataque de su esposa, hasta que la vio cansarse y hacerse a un lado.
»Voy a matarte por dentro —prometió la mujer mirándolo con rabia—. Voy a quitártelo todo, voy a verte implorar al demonio que te lleve de una vez y voy a arrancarte de sus garras cuando se apiade de ti y quiera hacerlo. No vas a tener paz jamás a partir de ahora.
El hombre no dijo nada siguió escuchando todas las palabras de su mujer entendiendo perfectamente la declaración de guerra, comprendiendo que esto sería a partir de ahora su vida. Una batalla a muerte.
La mujer siguió golpeándolo hasta que se cansó y solo entonces lo miró a los ojos con la rabia acumulada.
—Vas a desear jamás haberme conocido —continuó diciendo, tomando el cuello de su camisa—. Vas a arrepentirte de haber matado a mi bebé.
Noah quería sentir, de verdad que ansiaba sentir dolor, rabia, miedo, lo que fuera pero algo dentro de él había muerto y ahora solo estaba la indiferencia y la pasividad.
Ella se separó y lo impulsó hasta que casi lo tiró de la silla; no obstante, Noah ni siquiera parpadeó, únicamente la miró y permaneció en silencio esperando el siguiente ataque.
La mujer salió del lugar con una mirada que auguraba una vida infernal para él pero que para consternación de ella y sufrimiento del mismo Noah, no provocaba ningún dolor ni estremecimiento en su alma, al contrario sabía que esto serviría para que él sintiera que estaba pagando lo que sea que lo hacía sentir así.
Él pensaba que merecía la vida de perro que le esperaba y que lo que fuera que estaba por venir sería bien recibido e incluso festejado por su yo interno.
Se quedó en medio del vestíbulo, observando su casa con total indiferencia, como si aquello no respondiera ninguna de sus interrogaciones y es que no lo hacía. Él no era alguien que se quejara de nada y no lo haría ahora.
Noah Pratt solo buscaba saber por qué a él.
Los días pasaban bastante lentos y las noches parecían volverse eternas para Noah quien veía cómo su vida se consumía día a día, pero al menos en el día podría ocupar su mente en trabajar y avanzar con todos los pendientes que tenía de la oficina.No recibía de su esposa ninguna mirada más que insultos y desprecios, además de burlas por su condición y vergonzosamente era uno de los chicos hijos de la cocinera el que lo ayudaba a vestirse, bañarse y cualquier otra necesidad que tuviera dado que Paullete definitivamente no era una opción para contemplar.No había llamado a su hermano porque tampoco quería incordiarlo. Pensó que el pobre seguramente tenía sus propios problemas como para encima sumarle más.Tendido sobre su cama observaba el techo aquella noche que auguraba ser como las últimas desde hacía más de un mes: larga y sin ningún matiz que al menos le dieran la oportunidad de ser feliz o sonreír como antes y sin embargo, sabía que jamás volvería a ser el mismo hombre de antes y
Se había enfurecido tanto con su esposa que esa noche le lanzaría un ultimátum en cuanto a su comportamiento.Paullete, al ver la furia de su esposo había cedido y dicho la dirección donde se encontraba su adolescente hija y este sin demora había ido por Danna. El final de aquella noche estaba tan claro y tan grabado en su mente que él prefería no recordarla y sin embargo, permanecía tatuada en su memoria.—Tú tampoco has sido mejor que yo —dijo Noah, al fin y cansado de ella—. Eres de hecho bastante mala en la cama y gritas tanto que el pobre hombre fácil quedó sordo de un oído esta noche.La mujer se le quedó viendo con el rostro oscurecido de furia antes de lanzarse sobre él y golpearlo hasta la saciedad.—¡Eres un malnacido que jamás podrá volver a vivir! —escupió la mujer con rabia y a gritos—. Mataste a tu propia hija y vas a vivir para sufrir el infierno del remordimiento.Noah no reaccionó, no obstante, sabía que era cierto, ella no habría muerto si él no hubiese estado tan f
Habían pasado cuatro días desde que su esposa había mandado a descansar a los sirvientes y él seguía recostado en el mismo lugar, con la misma ropa, sin asearse.Su esposa solo subía a la habitación en pequeños intervalos de tiempo para dejarle solamente agua y comida a medias, fría y dura. Estaba siendo cruel y tratándolo como perro y aun así el hombre se sentía sin dolor y sin ninguna emoción. Lo único que había sentido fue la confesión sobre los abortos, pero en lo demás a él no le dolía nada.Aquella mañana estaba siendo igual hasta que Paullete entró a la habitación con su bolso en mano, sus mejores zapatillas y vestida como si fuese a algún evento de gala.Miró su reloj con aire de suficiencia antes de dirigirle una mirada de desdén.—Queridito —apostilló la mujer con voz cantarina—. Tengo que decirte la verdad, debo irme, pero no debes preocuparte, amorcito, volveré tal vez un día no lejano para seguir haciéndote la vida miserable.Su voz denotaba crueldad y goce, ella estaba
La mañana llegó como muchas otras para Judah, quien se levantó temprano para hacer sus pendientes, entre ellos ir a la universidad a dar clases y luego ir a la entrevista que tenía con la chica que podría convertirse en la enfermera.Una vez hubo terminado todo se encaminó con prontitud hacia la cafetería donde lo esperaba una jovencita que apenas lo vio, suspiró de alivio.—Lamento la tardanza señorita Mulder —dijo avergonzado en cuanto llegó y con un poco de timidez—. Es solo que bueno, tenía mucho qué hacer antes de venir.—No se preocupe —respondió la mujer con amabilidad—. No hace mucho que espero en realidad.Jenna había reconocido al hombre de inmediato por la foto de perfil de los mensajes e inmediatamente supo quién era y dónde se habían conocido, pero parecía que él no la recordaba, era de esperarse que no recordara a la mujer que compró en un club.Lucía cansado y agobiado; sin embargo, ella no era quién para juzgar a las personas y mucho menos, por lo que solo se limitaría
Jenna miró al hombre, quien le regresaba la mirada con furia desmedida, tanto que ella se vio tentada a renunciar en ese mismo instante. —¿¡No me has escuchado!? —preguntó un furioso Noah—. ¿¡Cuántas veces tengo que decirte que no me interesa tener a nadie aquí!?—Claro que le he escuchado y puede decirlo todo el día, al final igual voy a ignorarlo —respondió la mujer tratando de contenerse—. Me han contratado para cuidarlo y es exactamente lo que haré de ahora en adelante, puede quejarse lo que quiera, pero así es como funcionan las cosas. ¿Es que acaso cree que hago esto por gusto?Jenna se preguntó cómo diablos iba a hacer todo el trabajo cuando tenía nulos conocimientos en el tema, aunque supuso que no había mucho qué hacer al respecto, por lo que decidió que buscaría información para al menos saber cómo lidiar con ese hombre.Judah se dijo que la chica tenía un reto enorme y esperaba que no claudicara o de lo contrario, se vería en problemas para cuidar de él. Observó a la joven
La joven pelirroja observó a Noah comer en silencio y de forma lenta, tomarse el café y al menos se alegró de no haber sido recibida a empujones ni gritos esta vez, era como si él ya se hubiese reconciliado con la idea de que estaría a su cuidado por mucho tiempo, o eso esperaba. Entretanto, Noah creyó que debía darle importancia a la mujer para que dejara de fastidiarlo. Pensó en molestarla hasta que se fuera, pero lo cierto era que parecía destinada a igualar su trato con tal de conservar el empleo. Cuando por fin terminó de comer dejó la charola para que la levantara la enfermera y ella así lo hizo.La colocó sobre la mesa de noche y se apresuró al baño a prepararle la tina para bañarlo. Jenna todavía se estaba preguntando cómo haría para moverlo, pero se dijo que igual tendría que arreglárselas como pudiera porque no estaba dispuesta a dejarlo ganar.Dejó que la bañera se llenara y después volvió por toallas y por todo lo que necesitaría, esperando agilizar el trabajo para no esf
El Olimpo aparecía frente a sí con el inconfundible colorido y estructura imponente de siempre. Jenna dio un suspiro, al menos esperaba que la noche fuera buena dado que últimamente no había habido casi nada de dinero debido a los pocos clientes que estuvieron llegando en las últimas semanas. Era normal tener temporadas bajas, pero ella en ese momento, necesitaba mucho el dinero.En el último mes solo llegaron un puñado de clientes, muchos de ellos tacaños y muchas noches bromeó con sus amigas diciendo que aun reuniendo a todos los tacaños del mundo, El Olimpo no llegaba ni a la mitad de su cupo. Suspiró esperando que fuese una noche distinta y al llegar se encontró a Harley, su compañera, bajando de un taxi y apenas la vio sonrió.—Esperemos que sea una buena noche —dijo la pelinegra a Jenna quien dio un suspiro esperanzado y levantó la mano como si fuese una plegaria para pedir que así fuera—. Esto ha estado más muerto que mi bisabuelo.—Ojalá —respondió Jenna—. Necesito el dinero
Esa noche, la primera en salir fue Trix, quien, como siempre, encendió el escenario con su sobrada experiencia y provocó que los hombres gritaran como focas en exhibición. Por fortuna para ellas, volvió dando pequeños saltos de emoción mostrando el dinero obtenido. Sus compañeras la felicitaron y esperaban tener la misma suerte que ella para ganar dinero, así que la siguiente en salir fue Harley que ondeó su peluca blanca frente a sus compañeras, quieres rieron al verla tan emocionada. Harley era experta en envolver hombres a los que les gustaban mujeres inocentes, sobre todo con su aspecto aniñado y su vestuario bastante particular.Solía tener una habilidad para bailar ritmos latinos y seducir con su sonrisa tan peculiar.Más de uno suspiraba al verla y deseaba colarse entre sus piernas, pero la realidad es que solía ser una mujer que detestaba a los viejos aunque era excelente actriz y conquistaba el público que más aborrecía. Les decía lo que querían y obtenía beneficios. Volvió