Los días pasaban bastante lentos y las noches parecían volverse eternas para Noah quien veía cómo su vida se consumía día a día, pero al menos en el día podría ocupar su mente en trabajar y avanzar con todos los pendientes que tenía de la oficina.
No recibía de su esposa ninguna mirada más que insultos y desprecios, además de burlas por su condición y vergonzosamente era uno de los chicos hijos de la cocinera el que lo ayudaba a vestirse, bañarse y cualquier otra necesidad que tuviera dado que Paullete definitivamente no era una opción para contemplar.
No había llamado a su hermano porque tampoco quería incordiarlo. Pensó que el pobre seguramente tenía sus propios problemas como para encima sumarle más.
Tendido sobre su cama observaba el techo aquella noche que auguraba ser como las últimas desde hacía más de un mes: larga y sin ningún matiz que al menos le dieran la oportunidad de ser feliz o sonreír como antes y sin embargo, sabía que jamás volvería a ser el mismo hombre de antes y que no habría nada que lo hiciera sonreír de nuevo.
Escuchó los inconfundibles tacones de su esposa avanzar por el pasillo y se preparó para el ataque que vendría.
No había pasado nada de tiempo antes de que la puerta se abriera dando paso a su mujer con un vestido azul brillante y un escote pronunciado.
Esperó el ataque y la retahíla de insultos y descalificativos pero no pasó, sino que detrás de ella apareció un hombre alto y más o menos joven, tal vez un poco menor que él, su aparición lo sorprendió y pareció que a él también le sorprendió verlo ahí.
—¿Quién es? —preguntó el hombre mirando a Paullete—. No me gustaría importunar.
—No importunas cariño —dijo regresándole la mirada y dándole un guiño—. Necesito que me ayudes a ponerlo sobre la silla de ruedas o mejor aún en el sillón de allá.
El hombre la observó sin saber qué decir al respecto, pero obedeció tomando a Noah de las axilas y levantándolo para luego arrastrarlo hasta colocarlo en el sofá.
Noah estaba todavía procesando todo, pero tal como había hecho todo el tiempo anterior se mantuvo estoico y en silencio.
Su esposa sonrió con malicia al verlo y sin esperar nada se lanzó sobre el tipo a besarlo como si la vida se le fuera en ello.
La boca de ambos sonaba con los besos sucios que se daban y sin embargo, Noah no se sentía enojado simplemente se sentía indiferente a la situación; si su esposa buscaba humillarlo, no lo estaba logrando, simplemente porque no le importaba en absoluto.
Vio a su mujer desvestirse a toda prisa y al sujeto que la acompañaba, removerse incómodo con la situación.
—¿Por qué no vamos a un lugar donde estemos solos? —pidió el atribulado joven, un tanto contrariado por la escena surreal en la que estaba a punto de tener relaciones frente a un discapacitado—. Creo que no es bueno hacerlo cuando hay espectadores.
—Mi esposo es un hombre incapaz de satisfacerme —replicó ella con los ojos furiosos puestos sobre Noah.
—¿Tu esposo? —inquirió el hombre.
—No te preocupes —advirtió la mujer, besándolo y burlándose de Noah.
El hombre se resistió un poco hasta que preso de la lujuria se dejó llevar por los encantos de Paullete y sucumbió.
Noah observaba la escena mientras ella gemía y dejaba que el hombre la poseyera en formas que jamás le habría permitido a él; no obstante, ahí estaba dejándose llevar por la sed de venganza.
Veía su rostro tenso ante la rudeza del hombre y los gritos forzados solo para demostrarle que con ese él sí disfrutaba y aun cuando estaban siéndole infiel en su propia cama y frente a sí mismo, Noah, no se sentía un cornudo, de hecho no sentía ni siquiera celos.
Antaño habría dicho que amaba a su esposa a pesar de los múltiples problemas que tenían y de lo difícil que había sido para ella afrontar que serían padres tan jóvenes. Él la amaba a pesar de todo eso y sin embargo, ahí estaba, sentado observando a su mujer teniendo sexo con otro frente a él y no sentía nada.
Se preguntaba si toda esa vida apresurada que había tenido hasta entonces fue lo que trajo consigo la frialdad a su vida o solo era la herencia genética.
Su padre había sido siempre un hombre simple y de muy pocas palabras al que nada parecía importunarle; no obstante, él sabía que sí, aquella supuesta infidelidad de su madre y cuyo producto había sido un hermano que no conocía había sido para su inmutable padre el fin de la relación y la única manera de saber que tenía emociones o al menos una chispa de ellas.
Noah se sentía igual, no mostraba ninguna emoción, tal vez fuera porque las había perdido o quizás simplemente porque el hecho no le importaba, lo que significaba que ya no amaba a Paullette, quizás desde hacía mucho.
Se quedó mirando hasta que terminaron y ella lo vio con una sonrisa de victoria que a Noah solo le provocó devolvérsela, pero se abstuvo de hacerlo para no hacerla rabiar más y al menos no tener un encontronazo.
El hombre salió de la habitación no sin antes volver a colocar sobre la cama a Noah, quien incapaz de hacer algo más solo se dejó hacer sin decir una palabra.
El sujeto siseó una disculpa antes de salir de la habitación y dejarlo sobre la cama.
Escuchó los pasos de su esposa volver hacia la recámara luego de unos minutos en los que acompañó a su amante fuera de casa y se preparó para el ataque que seguro vendría.
—Cariño —escupió Paullete con sarcasmo—. Supongo que has disfrutado tanto como yo.
Noah guardó silencio, conociendo de sobra que lo que ella quería era obtener una reacción.
»Supongo que se te habrá alterado el pene —continuó la mujer con su ataque—. De no ser así tendré que buscar un repuesto.
Se acercó a él y le bajó el pantalón de pijama que tenía puesto junto al bóxer.
Noah la observó. Paullete tenía una sonrisa victoriosa mientras observaba el miembro de su paralítico marido.
Pasó sus dedos por él y después apretó con fuerza, pero Noah no hizo ningún gesto de dolor a pesar de que sí que le dolía.
—¿Qué quieres, Paullete? —inquirió Noah, finalmente.
»Parece que alguien se ha quedado impotente —musitó la mujer lanzando una risa burlona—. No es como que antes fuera mejor, al fin y al cabo.
Noah la observaba con sus ojos azules de expresión vacía y llana. Él había sido monógamo y jamás había tenido otra mujer que no fuera ella.
Había perdido la virginidad con ella cuando eran muy jóvenes y Paullete había quedado embarazada casi de inmediato, se habían casado y jamás había vuelto a tener ninguna mujer.
Trabajaba tanto por el nulo apoyo que tuvieron de sus padres, aunado a la escuela y a la pequeña bebé, estaba tan presionado en aquellos años que de lo último que tenía ganas era de ser infiel.
Sus primeros años de casado habían sido catastróficos dado que ella se sentía deprimida y fracasada, decía que había terminado su vida y que era culpa él por no cuidarla. Renegaba de su hija, tanto que hubo momentos en los que, la pequeña, solo era atendida por su padre.
Él la había amado por supuesto, a ambas. Las había querido pero había llegado un momento quince años después en que se habían estancado en una convivencia insana.
Paullete se la pasaba en fiestas y reuniones con sus amigas asegurando que tenía el derecho a vivir lo que se le había arrebatado por casarse, se decía joven y con el derecho a salir por ahí.
Danna, por su parte, era rebelde y seguía cada uno de los ejemplos de su madre quien con tal de que no la molestara le daba todas las concesiones.
Pronto las cosas se salieron de control y a su hija terminó por gustarle el alcohol. En varias ocasiones había llegado a casa casi cayéndose de borracha y mientras él la reprendía Paullete se limitaba a apoyarla diciendo que era joven y tenía derecho a vivir.
En cuanto a él, trabajaba todo el día para encima dedicarse a cuidar de dos féminas descarriadas y eso le había pasado la factura.
Aquella noche había llegado a casa para encontrarse con que su hija no estaba y con que se había ido de fiesta por ahí, algo que lo enojó y lo llevó al límite de su paciencia.
Se había enfurecido tanto con su esposa que esa noche le lanzaría un ultimátum en cuanto a su comportamiento.Paullete, al ver la furia de su esposo había cedido y dicho la dirección donde se encontraba su adolescente hija y este sin demora había ido por Danna. El final de aquella noche estaba tan claro y tan grabado en su mente que él prefería no recordarla y sin embargo, permanecía tatuada en su memoria.—Tú tampoco has sido mejor que yo —dijo Noah, al fin y cansado de ella—. Eres de hecho bastante mala en la cama y gritas tanto que el pobre hombre fácil quedó sordo de un oído esta noche.La mujer se le quedó viendo con el rostro oscurecido de furia antes de lanzarse sobre él y golpearlo hasta la saciedad.—¡Eres un malnacido que jamás podrá volver a vivir! —escupió la mujer con rabia y a gritos—. Mataste a tu propia hija y vas a vivir para sufrir el infierno del remordimiento.Noah no reaccionó, no obstante, sabía que era cierto, ella no habría muerto si él no hubiese estado tan f
Habían pasado cuatro días desde que su esposa había mandado a descansar a los sirvientes y él seguía recostado en el mismo lugar, con la misma ropa, sin asearse.Su esposa solo subía a la habitación en pequeños intervalos de tiempo para dejarle solamente agua y comida a medias, fría y dura. Estaba siendo cruel y tratándolo como perro y aun así el hombre se sentía sin dolor y sin ninguna emoción. Lo único que había sentido fue la confesión sobre los abortos, pero en lo demás a él no le dolía nada.Aquella mañana estaba siendo igual hasta que Paullete entró a la habitación con su bolso en mano, sus mejores zapatillas y vestida como si fuese a algún evento de gala.Miró su reloj con aire de suficiencia antes de dirigirle una mirada de desdén.—Queridito —apostilló la mujer con voz cantarina—. Tengo que decirte la verdad, debo irme, pero no debes preocuparte, amorcito, volveré tal vez un día no lejano para seguir haciéndote la vida miserable.Su voz denotaba crueldad y goce, ella estaba
La mañana llegó como muchas otras para Judah, quien se levantó temprano para hacer sus pendientes, entre ellos ir a la universidad a dar clases y luego ir a la entrevista que tenía con la chica que podría convertirse en la enfermera.Una vez hubo terminado todo se encaminó con prontitud hacia la cafetería donde lo esperaba una jovencita que apenas lo vio, suspiró de alivio.—Lamento la tardanza señorita Mulder —dijo avergonzado en cuanto llegó y con un poco de timidez—. Es solo que bueno, tenía mucho qué hacer antes de venir.—No se preocupe —respondió la mujer con amabilidad—. No hace mucho que espero en realidad.Jenna había reconocido al hombre de inmediato por la foto de perfil de los mensajes e inmediatamente supo quién era y dónde se habían conocido, pero parecía que él no la recordaba, era de esperarse que no recordara a la mujer que compró en un club.Lucía cansado y agobiado; sin embargo, ella no era quién para juzgar a las personas y mucho menos, por lo que solo se limitaría
Jenna miró al hombre, quien le regresaba la mirada con furia desmedida, tanto que ella se vio tentada a renunciar en ese mismo instante. —¿¡No me has escuchado!? —preguntó un furioso Noah—. ¿¡Cuántas veces tengo que decirte que no me interesa tener a nadie aquí!?—Claro que le he escuchado y puede decirlo todo el día, al final igual voy a ignorarlo —respondió la mujer tratando de contenerse—. Me han contratado para cuidarlo y es exactamente lo que haré de ahora en adelante, puede quejarse lo que quiera, pero así es como funcionan las cosas. ¿Es que acaso cree que hago esto por gusto?Jenna se preguntó cómo diablos iba a hacer todo el trabajo cuando tenía nulos conocimientos en el tema, aunque supuso que no había mucho qué hacer al respecto, por lo que decidió que buscaría información para al menos saber cómo lidiar con ese hombre.Judah se dijo que la chica tenía un reto enorme y esperaba que no claudicara o de lo contrario, se vería en problemas para cuidar de él. Observó a la joven
La joven pelirroja observó a Noah comer en silencio y de forma lenta, tomarse el café y al menos se alegró de no haber sido recibida a empujones ni gritos esta vez, era como si él ya se hubiese reconciliado con la idea de que estaría a su cuidado por mucho tiempo, o eso esperaba. Entretanto, Noah creyó que debía darle importancia a la mujer para que dejara de fastidiarlo. Pensó en molestarla hasta que se fuera, pero lo cierto era que parecía destinada a igualar su trato con tal de conservar el empleo. Cuando por fin terminó de comer dejó la charola para que la levantara la enfermera y ella así lo hizo.La colocó sobre la mesa de noche y se apresuró al baño a prepararle la tina para bañarlo. Jenna todavía se estaba preguntando cómo haría para moverlo, pero se dijo que igual tendría que arreglárselas como pudiera porque no estaba dispuesta a dejarlo ganar.Dejó que la bañera se llenara y después volvió por toallas y por todo lo que necesitaría, esperando agilizar el trabajo para no esf
El Olimpo aparecía frente a sí con el inconfundible colorido y estructura imponente de siempre. Jenna dio un suspiro, al menos esperaba que la noche fuera buena dado que últimamente no había habido casi nada de dinero debido a los pocos clientes que estuvieron llegando en las últimas semanas. Era normal tener temporadas bajas, pero ella en ese momento, necesitaba mucho el dinero.En el último mes solo llegaron un puñado de clientes, muchos de ellos tacaños y muchas noches bromeó con sus amigas diciendo que aun reuniendo a todos los tacaños del mundo, El Olimpo no llegaba ni a la mitad de su cupo. Suspiró esperando que fuese una noche distinta y al llegar se encontró a Harley, su compañera, bajando de un taxi y apenas la vio sonrió.—Esperemos que sea una buena noche —dijo la pelinegra a Jenna quien dio un suspiro esperanzado y levantó la mano como si fuese una plegaria para pedir que así fuera—. Esto ha estado más muerto que mi bisabuelo.—Ojalá —respondió Jenna—. Necesito el dinero
Esa noche, la primera en salir fue Trix, quien, como siempre, encendió el escenario con su sobrada experiencia y provocó que los hombres gritaran como focas en exhibición. Por fortuna para ellas, volvió dando pequeños saltos de emoción mostrando el dinero obtenido. Sus compañeras la felicitaron y esperaban tener la misma suerte que ella para ganar dinero, así que la siguiente en salir fue Harley que ondeó su peluca blanca frente a sus compañeras, quieres rieron al verla tan emocionada. Harley era experta en envolver hombres a los que les gustaban mujeres inocentes, sobre todo con su aspecto aniñado y su vestuario bastante particular.Solía tener una habilidad para bailar ritmos latinos y seducir con su sonrisa tan peculiar.Más de uno suspiraba al verla y deseaba colarse entre sus piernas, pero la realidad es que solía ser una mujer que detestaba a los viejos aunque era excelente actriz y conquistaba el público que más aborrecía. Les decía lo que querían y obtenía beneficios. Volvió
Jenna se sintió apresada entre el rechoncho cuerpo del hombre pero se dijo que de eso vivía y como todo tenía sus contratiempos, así que no quedaba de otra más que aguantar. El aliento a cerveza barata que brotaba del hombre no era agradable, aunado al aliento a cigarro y a comida. Trató de concentrarse pensando en las cosas buenas de la vida, al menos en las pocas que ella había tenido y lo ridículo que resultaba el tiempo que lo había tenido. Rememoró en que hizo lo que pudo por salvarla, por su madre, que no escatimó para hacerlo y que al menos aunque no lo logró junto a la horda de lectores, sí le dieron los últimos meses de su vida llenos de amor, tranquilidad y al menos sin dolor. Jenna se decía cada mañana que haber dejado sus sueños de lado para terminar como prostituta no era tan malo, después de todo, era un trabajo como cualquier otro, no hacía daño a nadie y tampoco pretendía vivir siempre de esto, nada más aspiraba a terminar la carrera y ahorrar para su constructora,