En la mesa, Judah permanecía en la mesa pensando si debería o no pagar por la chica. Estaba indeciso mientras sus amigos le miraban como si fuera estúpido.
Tenía una erección imposible de esconder que le dejaba claro que necesitaba atención femenina.
Sabía que si lo dejaba pasar, en casa su mujer no cedería. Solo tenía sexo con ella cuando ella lo deseaba y mientras tanto él debía masturbarse con frecuencia, cada vez con más frecuencia, donde ella no le hacía caso en absoluto, pero sí que quería controlar su fortuna.
Estaba cansado de hacerlo y necesitaba desesperadamente una mujer.
—Deja de pensarlo tanto —pidió su amigo Pavel, con una risa de burla al verlo meditar y darle vueltas al asunto—. No va a saberlo y nadie irá a contárselo. Además, es una miserable, si no quiere tener sexo contigo, entonces que no te prohíba tenerlo con otra. Los tres sabemos que seguramente ella tiene un amante.
—Pero se dará cuenta cuando llegue el estado de la tarjeta —respondió Judah, nervioso y visiblemente consternado—. Será mejor que vaya a casa, no sé ni por qué vine, no quiero tener problemas con ella y no porque le tenga miedo, solo… solo que ahora tengo muchos contratiempos con mi hermano, no quiero más.
—Hay un cajero afuera, a dos calles —aseguró Eros, su otro amigo—. Sabrá que usaste dinero pero no para qué, ya te inventas cualquier cosa.
Judah lo pensó, pero ciertamente lo necesitaba, su cuerpo se lo pedía, por lo que se puso de pie y salió del lugar rumbo al cajero pensando que ya después vería cómo justificar el retiro o peor aún, tendría que empezar a pensar en el divorcio con su esposa.
Lo que tenían juntos no era vida.
Volvió solo unos minutos después y pagó un privado guardando el resto del dinero en su billetera.
Sus amigos le acompañaban, pero cada uno tomó un cubículo diferente de acuerdo con la ficha que tenían y a la mujer que pidieron.
Judah cruzó la puerta a punto de girarse de nuevo para huir, pero la visión de la mujer frente a él lo detuvo.
El cabello azul de la joven cubría sus senos blancos y perfectos.
Jenna, aunque él no sabía su nombre y le llamaba Hera, tal cual su sobrenombre artístico, tenía puesto solo unas bragas y una pequeña bata de satín azul desabrochada que dejaba ver su tonificado vientre.
Llevaba la bata sobrepuesta dejando al descubierto sus hombros y parte del torso; sin embargo, su cabello caía sobre sus turgentes y generosos senos, apenas cubriéndolos.
Judah no tenía verdadero gusto por las prostitutas, ni siquiera las visitaba, igual que sus amigos, pero algo los había incitado esa noche. Aunque a esas alturas de la vida, él se ponía caliente con cualquier mujer que estuviera a su vista y se desnudara frente a él.
—¿Prefieres el baile en el sofá o en la cama? —preguntó en tono sugestivo—. Puede ser en cualquier lugar.
Judah la miró, quería que le bailara, pero la realidad es que prefería hundirse en ella sin más así que no quiso irse por las ramas.
—¿Cuánto por sexo? —cuestionó sin tapujos y alcanzó a ver la media sonrisa que se formó en la mujer.
—Depende de lo que quieras —respondió la chica sin pudor alguno—. Oral cincuenta dólares, si me lo trago sube otros cincuenta, normal cien y debes usar preservativo.
—Puedo pedir los tres servicios supongo —demandó Judah un poco precavido.
—Por supuesto —dijo la mujer.
El hombre asintió y fue exactamente lo que hizo, pidió un servicio completo que la chica no tardó en acceder.
Comenzó a desvestirse sabiendo que no habría preámbulos en esto, por lo que cuando estuvo completamente desnudo solo dejó que ella hiciera su trabajo.
Jenna se arrodilló frente al hombre y comenzó el sube y baja de sus manos sobre el semierecto miembro, escuchando los pequeños suspiros y jadeos del hombre, que comenzaron apenas lo tocó.
Se llevó a la boca el miembro de Judah y dejó que su lengua lo recorriera arriba y abajo dejando pequeños chupones que hicieron que su cliente comenzara a jadear y a balancear la pelvis para ir al encuentro de su boca.
El hombre perdió el control de su cuerpo puesto que, la chica era una experta en felación y sujetó su cabello en una coleta, ejerciendo un poco de fuerza, obligándola a llevar el miembro más adentro hasta estar profundamente enterrado en el interior de su garganta.
Se detuvo un segundo y luego siguió moviéndose mientras ella se quedó quieta recibiendo los fuertes y precisos embistes que parecían no tener fin y se apoderaban de su boca como si estuviera poseído.
El calor de la boca de Jenna, más la manera en que a veces succionaba, lo estaba volviendo loco, por lo que finalmente la incorporó, se colocó el preservativo que había sobre la mesilla y la lanzó sobre la cama separando sus piernas de forma brusca y metiéndose entre ellas para introducirse de un solo golpe de cadera en el cuerpo de la joven, quien emitió un pequeño grito y se aferró a sus brazos con la fuerza de las acometidas del hombre.
Judah parecía un hombre poseído y no era para menos cuando añoraba tanto tener el cuerpo de una mujer debajo de él. La giró y tomó su cabello en una coleta mientras la embestía desde atrás.
Los gemidos de Jenna pronto se volvieron alaridos que incentivaban a su cliente a seguir embistiendo más fuerte, si es que eso era posible, hasta que no pudo más y terminó justo cuando ella arqueaba la espalda en señal de rendición al más grande de los placeres mientras gemía como nunca en todo el tiempo que llevaba en El Olimpo lo había hecho.
Judah salió del cuerpo de la mujer y descansó a su lado unos segundos antes de ponerse de pie y comenzar a asearse un poco.
Se quitó el preservativo y se vistió lo mejor que pudo antes de sacar el dinero y dejárselo en las manos a la chica con un beso en sus nudillos como muestra de una disculpa, puesto que, sentía que solo la había usado. Por supuesto, él no era así, en realidad, no se comportaba buscando solo su propio placer, pero tanto tiempo sin sexo, no le permitió tomarse sus licencias para nada, solo quería desfogarse y eso fue lo que hizo.
—Gracias —dijo al despedirse y sin más salió del cubículo.
Jenna miró al hombre con asombro. Había sido un polvo rápido, pero sin duda el mejor que había tenido en años desde que era prostituta, porque esta vez el orgasmo no había sido fingido.
Tuvo que reconocer que había sido bueno, más que cualquier otro que antes haya tenido y agradeció que le hombre, no fuera como los otros.
Pensó que así deberían ser sus clientes, harían su trabajo más llevadero.
Sabía que era demasiado pedir. Pocos hombres dejaban buena propina, eran agradecidos luego de usarlas a su antojo y mostraban poco interés en ellas. Ese era el pan de cada día y Jenna no esperaba encontrar el amor en alguno de ellos, se conformaba con clientes que no las trataran como animales, quería clientes como el de esa noche, que la vieran como lo que era, un ser humano intentando sobrevivir en el mundo como todos los demás.
Levantó su dinero y sacudió sus pensamientos, a sabiendas de que aún le esperaba una larga noche en la cual debía dar su mejor sonrisa, su mejor actuación para hacer sentir a los hombres, los verdaderos dioses de El Olimpo.
Noah despertó observando a su alrededor creyendo que había tenido un sueño horrible pero pronto se dio cuenta de que no fue un sueño, sino su realidad. Las paredes blancas del lugar, el olor a sanitizante y el sonido de las máquinas lo devolvió a la realidad. Todo había sido cierto.Trató de incorporarse, pero un dolor punzante se lo impidió. Se quedó recostado pensando. No podía ser cierto que aquello hubiera pasado. Era demasiado. Sufría mientras las imágenes tortuosas e infernales asomaban de nuevo a su memoria para hacerle recordar que no, que nada de eso fue un sueño y todo fue real. Efectivamente, su hija había muerto enfrente de sus ojos.La puerta se abrió y el dio un respingo al escuchar el sonido. Al abrirse dio paso a su hermano mellizo, Judah. La única familia que le quedaba y el único que siempre le comprendía, tal vez la única razón por la que todavía no se había dejado morir.—¡Has despertado! —dijo el recién llegado, con aspecto cansado que últimamente le caracteriza
Los días continuaron y él solo veía entrar al doctor y a su hermano, a nadie más; sin embargo, no sentía nada, ni miedo a la vida, ni temor por su nueva condición y mucho menos sentía dolor. No sentía ninguna emoción, de hecho, su corazón se había muerto.Observó a su hermano guardar sus cosas en una pequeña maleta y con ayuda de un enfermero sentarlo en la silla de ruedas.—El doctor dijo que si te operas puede haber una posibilidad de volver a caminar, por supuesto con rehabilitación —dijo Judah sin mirarlo y guardando sus cosas—. Tal vez podamos buscar un especialista, uno bueno y...—No voy a operarme —respondió Noah con tono parco—. Que me lleve el diablo de una vez. —No digas eso —advirtió su hermano con tono pesaroso—. Eres mi única familia y no me perdonaría que algo malo te pasara.Noah sonrió con cansancio, lleno de amargura y se detuvo solo para acercarse a su hermano y sujetar sus manos.»Tienes una mujer y una hija —continuó diciendo Noah, mirándolo con rabia—. Ellos son
Los días pasaban bastante lentos y las noches parecían volverse eternas para Noah quien veía cómo su vida se consumía día a día, pero al menos en el día podría ocupar su mente en trabajar y avanzar con todos los pendientes que tenía de la oficina.No recibía de su esposa ninguna mirada más que insultos y desprecios, además de burlas por su condición y vergonzosamente era uno de los chicos hijos de la cocinera el que lo ayudaba a vestirse, bañarse y cualquier otra necesidad que tuviera dado que Paullete definitivamente no era una opción para contemplar.No había llamado a su hermano porque tampoco quería incordiarlo. Pensó que el pobre seguramente tenía sus propios problemas como para encima sumarle más.Tendido sobre su cama observaba el techo aquella noche que auguraba ser como las últimas desde hacía más de un mes: larga y sin ningún matiz que al menos le dieran la oportunidad de ser feliz o sonreír como antes y sin embargo, sabía que jamás volvería a ser el mismo hombre de antes y
Se había enfurecido tanto con su esposa que esa noche le lanzaría un ultimátum en cuanto a su comportamiento.Paullete, al ver la furia de su esposo había cedido y dicho la dirección donde se encontraba su adolescente hija y este sin demora había ido por Danna. El final de aquella noche estaba tan claro y tan grabado en su mente que él prefería no recordarla y sin embargo, permanecía tatuada en su memoria.—Tú tampoco has sido mejor que yo —dijo Noah, al fin y cansado de ella—. Eres de hecho bastante mala en la cama y gritas tanto que el pobre hombre fácil quedó sordo de un oído esta noche.La mujer se le quedó viendo con el rostro oscurecido de furia antes de lanzarse sobre él y golpearlo hasta la saciedad.—¡Eres un malnacido que jamás podrá volver a vivir! —escupió la mujer con rabia y a gritos—. Mataste a tu propia hija y vas a vivir para sufrir el infierno del remordimiento.Noah no reaccionó, no obstante, sabía que era cierto, ella no habría muerto si él no hubiese estado tan f
Habían pasado cuatro días desde que su esposa había mandado a descansar a los sirvientes y él seguía recostado en el mismo lugar, con la misma ropa, sin asearse.Su esposa solo subía a la habitación en pequeños intervalos de tiempo para dejarle solamente agua y comida a medias, fría y dura. Estaba siendo cruel y tratándolo como perro y aun así el hombre se sentía sin dolor y sin ninguna emoción. Lo único que había sentido fue la confesión sobre los abortos, pero en lo demás a él no le dolía nada.Aquella mañana estaba siendo igual hasta que Paullete entró a la habitación con su bolso en mano, sus mejores zapatillas y vestida como si fuese a algún evento de gala.Miró su reloj con aire de suficiencia antes de dirigirle una mirada de desdén.—Queridito —apostilló la mujer con voz cantarina—. Tengo que decirte la verdad, debo irme, pero no debes preocuparte, amorcito, volveré tal vez un día no lejano para seguir haciéndote la vida miserable.Su voz denotaba crueldad y goce, ella estaba
La mañana llegó como muchas otras para Judah, quien se levantó temprano para hacer sus pendientes, entre ellos ir a la universidad a dar clases y luego ir a la entrevista que tenía con la chica que podría convertirse en la enfermera.Una vez hubo terminado todo se encaminó con prontitud hacia la cafetería donde lo esperaba una jovencita que apenas lo vio, suspiró de alivio.—Lamento la tardanza señorita Mulder —dijo avergonzado en cuanto llegó y con un poco de timidez—. Es solo que bueno, tenía mucho qué hacer antes de venir.—No se preocupe —respondió la mujer con amabilidad—. No hace mucho que espero en realidad.Jenna había reconocido al hombre de inmediato por la foto de perfil de los mensajes e inmediatamente supo quién era y dónde se habían conocido, pero parecía que él no la recordaba, era de esperarse que no recordara a la mujer que compró en un club.Lucía cansado y agobiado; sin embargo, ella no era quién para juzgar a las personas y mucho menos, por lo que solo se limitaría
Jenna miró al hombre, quien le regresaba la mirada con furia desmedida, tanto que ella se vio tentada a renunciar en ese mismo instante. —¿¡No me has escuchado!? —preguntó un furioso Noah—. ¿¡Cuántas veces tengo que decirte que no me interesa tener a nadie aquí!?—Claro que le he escuchado y puede decirlo todo el día, al final igual voy a ignorarlo —respondió la mujer tratando de contenerse—. Me han contratado para cuidarlo y es exactamente lo que haré de ahora en adelante, puede quejarse lo que quiera, pero así es como funcionan las cosas. ¿Es que acaso cree que hago esto por gusto?Jenna se preguntó cómo diablos iba a hacer todo el trabajo cuando tenía nulos conocimientos en el tema, aunque supuso que no había mucho qué hacer al respecto, por lo que decidió que buscaría información para al menos saber cómo lidiar con ese hombre.Judah se dijo que la chica tenía un reto enorme y esperaba que no claudicara o de lo contrario, se vería en problemas para cuidar de él. Observó a la joven
La joven pelirroja observó a Noah comer en silencio y de forma lenta, tomarse el café y al menos se alegró de no haber sido recibida a empujones ni gritos esta vez, era como si él ya se hubiese reconciliado con la idea de que estaría a su cuidado por mucho tiempo, o eso esperaba. Entretanto, Noah creyó que debía darle importancia a la mujer para que dejara de fastidiarlo. Pensó en molestarla hasta que se fuera, pero lo cierto era que parecía destinada a igualar su trato con tal de conservar el empleo. Cuando por fin terminó de comer dejó la charola para que la levantara la enfermera y ella así lo hizo.La colocó sobre la mesa de noche y se apresuró al baño a prepararle la tina para bañarlo. Jenna todavía se estaba preguntando cómo haría para moverlo, pero se dijo que igual tendría que arreglárselas como pudiera porque no estaba dispuesta a dejarlo ganar.Dejó que la bañera se llenara y después volvió por toallas y por todo lo que necesitaría, esperando agilizar el trabajo para no esf