Para no caer en el arrepentimiento, Rossi le dejó un dulce beso en la frente y se marchó.Se encerró en su cuarto y bajo llave. Se alejó cuanto pudo de la puerta y, asustado por lo que sentía, se metió al cuarto de baño y bajo el chorro de agua fría.Fue la decisión más difícil que tomó nunca, porque el deseo que sentía por ella lo abrumaba, lo cegaba, pero no quería convertir a Lily en ese juego del que pronto se cansaba.Sentía que no era mujer para unirse a su larga lista de amantes casuales, sino, para comenzar y encabezar esa lista que nunca se había atrevido a iniciar.Con ella había encontrado calma.Ella le transmitía la sensación de seguridad más grande que había saboreado nunca y que le recordaba terriblemente a su fallecida madre.Si lo pensaba de ese modo, era grotesco comparar a Lily con su madre, pero la verdad era que, no veía a Lily con ojos de madre, muy por el contrario, la veía como la presa más deliciosa y carnosa que había sazonado nunca.Y se la iba a comer cuando
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