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Todos los capítulos de Jefe, suya una noche: Capítulo 141 - Capítulo 150
167 chapters
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Todo apestaba a hogar.—Dios mío, no puedo romper mi ayuno con esta atrocidad —dijo ofendida, mirando las tostadas francesas con horror.Romina bufó.—Por supuesto... —Romy musitó hastiada—. ¿Qué quieres comer? —preguntó cansada.—¿Qué tienes? —preguntó Ruby, burlesca.Romina miró la cocina y enumeró:—Pan blanco, miel, huevos, leche, café, chocolate, dulces de anís...Ruby se puso peor.—Mi dieta no incluye nada de eso... ¿Acaso no tienes otra cosa? —insistió insoportable.

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James nunca había contenido a nadie; difícil le fue entender que tenía que abrazarla.Pronto recordó su abrazo con su empleada y rememoró lo bien que se había sentido corresponderle a otro cuerpo cálido y tembloroso; ofrecer calma y consuelo sin esperar nada a cambio.Abrazó a Romina por la espalda y encontró que se sentía diez veces mejor; era diferente, por supuesto. No deseaba a su empleada; a Romina sí, de todas las formas que un hombre podía llegar a imaginarse.Frente a él, los gemelos le decían con gestos animados que tenía que abrazarla y besarla. Algunos gestos fueron más obscenos que otros, pero a Dubois le hicieron entrever que tenía que actuar.Se armó de valor para cogerla
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Hasta ese momento, ella creía que el Coco asustaba a los niños, jamás se habría imaginado que podía hacerlos reír.Supo que sería una navidad maravillosa, cuando vio a sus hijos sonreír otra vez y disfrutar de un desayuno con otras personas.Tal vez, se había acabado la soledad para ellos.—¡No puedes apagarlos! —gritó Romina, riéndose fuerte y se levantó para luchar con James.—¡Deben tener un interruptor! —gritó James, enloquecido y buscó debajo de sus axilas—. ¡Un interruptor de reinicio!Los cuatro se vieron rápido en el piso, enrollados y luchando, riéndose y buscando ganarle a ese enorme hombre de fuerza incon
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Se besaron y se acariciaron mirándose diferente. Les costó un poco separarse. Sus pieles se buscaban naturalmente; cada roce, beso y mirada fue nuevo para los dos.Pocas horas habían pasado, pero las suficientes para saber que estaban dispuestos a dar ese gran paso juntos.Sin decir mucho, usaron el cuarto de baño juntos y se prepararon para salir.No les costó hallar un ritmo de pareja. James fue el más sorprendido, porque nunca había dejado que una mujer llegara tan lejos.Utilizaron el mismo cepillo de dientes y, mientras ella se puso su desodorante masculino en las axilas y vistió su ropa interior, él se retocó la barba con una cuchilla, tan torpemente que se cortó la mejilla.—A ver, d&
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James sonrió.—Secreto profesional —susurró él con tono juguetón. Ella rodó los ojos y quiso decir algo, pero James se le adelantó—: quería que encontrara a los receptores de los órganos de su hijo.Romina sabía la respuesta, aun así, necesitaba escucharla.Ella escondió la mirada. Aun le dolía y fue terrible descubrir que la herida seguía allí.—Ya veo... —susurró abatida—. ¿Y cómo llegó a la clínica?James se rio.—Curiosidad —sinceró—. No encontré ninguna foto suya. Quería saber cómo lucía.

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Cuando se bajaron del taxi, encontraron las calles totalmente nevadas, pero nada los detuvo de seguir con sus planes.Se cogieron de las manos para caminar sin resbalar y James la condujo hacia un edifico que Romina miró con una ceja enarcada.—¿Una sala de destrucción? —preguntó ella, confundida por esa “salida” no tan “especial”.James sonrió y después se rio.—Una sala de ira —corrigió él con suavidad. No quería que se ofendiera—. Vamos a romper algunas cosas...Ella se sobresaltó aún más al escuchar aquello.—¿Con qué fin? —preguntó un poco negativa.

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Rossi ayudó a Lily a terminar con algunas decoraciones navideñas. No estaban muy convencidos con las nuevas guirnaldas, así que las pusieron en todas las ventanas, para ver mejor el panorama.La familia Tronquitos en su jaula de cristal tuvo también sus propias decoraciones. Lily y Sasha habían preparado un árbol diminuto para ellos que decoraba el centro de su casa con elegancia.Sasha estaba ilusionada. Era su primera navidad en tierras americanas y estaba muy sorprendida por todas las tradiciones que los acompañaban, ni hablar de la comida.Con Julián había aprendido tantos platillos nuevos que, no sabía cuál de todos era su favorito.—Ponche, querida. —Julián le ofreció algo para beber.

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Mientras Romina se preparaba para tomar un baño con agua caliente, Lily la sometió a un interrogatorio profundo.Romina sabía que eso ocurriría, así que con soltura le habló sobre cada cosa romántica que había hecho junto a James, a donde la había llevado y como se había portado a la altura de un caballero.Tras hablar de su tarde de patinaje, mencionó lo de la lluvia y que para protegerse subieron al apartamento de Dubois.Lily tuvo que interrumpirla:—¿Te acostaste con él?Romina asomó su cabeza por la cortina de baño y con mueca traviesa le dijo:—Un par de veces.Lily chilló
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Tras eso, se reunieron los tres en secreto y se dispusieron a salir sin ser vistos.—¿A dónde van? —preguntó Julián cuando vio a sus hijas caminar discretas al elevador.Rossi iba tras ellas, pisando en puntitas para que nadie los oyera.Lily volteó para dar la cara por todos y agitada dijo:—Olvidamos comprar algunas cosas. —Le dio una sonrisa con dientes incluidos.Era pésima mentirosa.Julián enarcó una ceja.—Solo iremos a comprar algunas cosas para mañana —unió Romy con la voz temblorosa.James se levantó de su asiento y no tardó en coger su
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Las parejas recorrieron juntas las calles de Nueva York.Se veían adorables en una cita doble, aun cuando no pensaron que estaban atrapados en una.Las chicas se detuvieron a comprar galletas de jengibre porque eran importante para su celebración navideña en familia.Mientras recorrían la dulcería y escogían diversos bastones y caramelos, Romina pensó en un pastel de terciopelo rojo. Sabía que debía comerlo antes de que regresara a la clínica o pasaría una temporada de abstinencia muy dura.Sabía que podía prepararlo ella, puesto que lo había hecho antes, así que compró algunos ingredientes para prepararlo y decorarlo.Tras eso, recorrieron un centro comercial entre el caos navideño.James y Christopher se debatieron qué compararles a los hijos de la empleada de James. No querían pedirles ayuda a las chicas, porque no querían quedar expuestos como un par de inútiles.—Vamos, Rossi, dos cabezas piensan mejor que una —dijo James, mirando las consolas modernas y los videojuegos.—Cuatro c
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