Los meses han seguido pasando con más peleas y reconciliaciones sin sentido, porque luego de terminarlas cinco minutos después estamos peleando de nuevo. Tengo una semana sin saber de Melike, no me ha llamado y yo tampoco lo haré porque sé que eso puede meterla en problemas con su padre. Estoy tirado en mi cama, pensando miles de cosas, estos últimos meses han sido complicados para mí, pero trato de no pensar mucho en lo malo, sino en lo bueno. Se me viene a la mente la boda de mi hermana Francesca, que se casó con su profesor de la universidad sin pensárselo dos veces, sin miedo a nada, mientras que yo estuve solo porque mi novia no quiso estar conmigo. De pronto, oigo que llaman a la puerta, me pongo de pie para ver quién es y veo a Helen algo preocupada. —¿Pasa algo? —Mi ’jo, la señorita Melike está allá abajo, se ve muy mal y dice que necesita hablar contigo urgente. —Pero yo no quiero, de verdad que no… —Lorenzo, es mejor que vayas, parece enferma y… ve con ella. Abro tod
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