CAPÍTULO 45.

Llevaba horas allí, inmóvil, esperándolo. Al principio, la rabia y la determinación la habían mantenido firme, recordándole que tenía derecho a respuestas, que no podía seguir ignorando la verdad que tanto la atormentaba. Pero conforme el tiempo pasaba y el frío se colaba por su piel, una sensación distinta comenzó a instalarse en su pecho: la duda.

Se abrazó a sí misma, frotando sus brazos en un intento inútil de conservar el calor. Su respiración se entrecortaba cada vez que el viento susurraba entre los árboles, arrastrando sombras que se alargaban como garras espectrales. En más de una ocasión se giró bruscamente, convencida de que algo la acechaba entre las sombras.

"No debí ser tan impulsiva", pensó, mordiéndose el labio inferior con frustración. Kael no era un hombre común. Lo que había visto, lo que había sentido en su presencia, la aterraba y la fascinaba en igual medida. Y ahora estaba sola, enfrentándose a ese miedo sin ninguna certeza de que él volvería por ella.

El sonido
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