CAPÍTULO 53.

Lina sintió que el aire se escapaba de sus pulmones en un jadeo ahogado. Su mente se negaba a aceptar lo que sus ojos veían. No podía ser. Clara había desaparecido hacía un año. Había llorado su muerte, había sentido el vacío de su ausencia hundirse en su pecho como una daga. Pero allí estaba… viva.

Sus labios temblaron al pronunciar su nombre.

—¿Clara…?

Los ojos de la mujer parpadearon con esfuerzo, intentando enfocar el rostro que tenía enfrente. Un atisbo de sorpresa se dibujó en sus facciones antes de que su expresión se llenara de angustia.

—Lina… —su voz fue apenas un susurro.

Lina sintió que todo dentro de ella se quebraba. Sus rodillas amenazaron con doblarse mientras se apresuraba a desatar las gruesas cuerdas que sujetaban a su hermana. Su mente estaba llena de preguntas, de confusión, pero lo único que importaba en ese momento era liberarla.

—Dios mío… no puede ser… ¿Cómo… cómo es posible? —Lina murmuró, con los ojos llenos de lágrimas, sus manos temblorosas luchando con lo
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