—Es de raíz de luna… ayudará con el dolor.Ragnar entró desde la cocina con una taza humeante entre las manos. Sus ojos, rojos por la falta de sueño, se suavizaron al verla allí, viva, aunque golpeada. Le tendió la taza con cuidado. Clara estaba sentada en el sofá, envuelta en una manta gruesa, con la espalda apoyada en unos cojines para aliviar el dolor que le recorría el cuerpo. Cada movimiento le costaba. Las marcas que Dorian había dejado en ella aún dolían, tanto en la piel como en el alma.—No sabes el miedo que sentí, Clara… —dijo por fin, en voz baja—. Me arrancaron el corazón de un solo golpe y lo dejaron latiendo en mi mano. Cada día que pasaba sin saber si estabas viva, sin poder hallarte… sentí que me rompía un poco más.Ella lo miró, sus ojos brillando en la penumbra.—Ragnar…—No, déjame hablar —pidió él con una sonrisa rota—. Te amo. Más que a mi vida. Tú y Emma son lo más importante que tengo. Todo lo demás… no importa.Se inclinó hacia ella y la abrazó con fuerza, co
Habían pasado dos días desde la sepultura de Selene, pero en el corazón de Lina el tiempo parecía haberse detenido. La reserva de Valragh, aunque ajena a su mundo, se había convertido en un refugio involuntario, un sitio donde el dolor podía esconderse entre los árboles y la bruma matinal.Lina permanecía en la cabaña de Clara, rodeada de una quietud extraña, casi irreal. Aquel lugar tenía un aroma a hojas secas, madera y té de hierbas que no lograba calmar el nudo que llevaba en el pecho desde el entierro. Ragnar, siempre presente pero respetuosamente distante, se encargaba de vigilar que nadie la molestara. Aunque no hablaba mucho, había en sus ojos una comprensión silente que a veces reconfortaba más que cualquier palabra.Kael no le había visto la cara desde el entierro. No sabía si él la evitaba o si era ella quien, inconscientemente, había levantado un muro que lo alejaba. Pero su ausencia pesaba más que cualquier palabra no dicha.Arthur era el único rostro que le resultaba fam
Kael ya no estaba en la reserva. Tenía asuntos pendientes en el hospital, responsabilidades que no podía descuidar pese a todo lo que ocurría a su alrededor. Sin embargo, sabía que no tardaría en resolverlos. En cuanto lo hiciera, se concentraría por completo en preparar una defensa sólida, en anticiparse al posible ataque de Dorian. No podía permitirse más pérdidas. No esta vez. Pero a Lina no la había vuelto a ver. Ni una palabra. Ni una mirada. Junto con su ausencia, había dejado una orden clara: Lina no debía salir de la reserva.—Es por tu seguridad —le repitió Arthur, una tarde en la que ella, con los brazos cruzados, caminaba en círculos frente a la cabaña de Clara.—¿No puedo estar aquí encerrada? —soltó ella, frustrada—. Tengo una vida allá afuera, un trabajo que no he vuelto a tocar. Arthur, como siempre, mantenía una expresión tranquila, pero firme.—Lo hace porque te quiere viva. Porque la manada Shadowfang no va a descansar hasta provocar otra guerra. Esta vez, no solo
El tiempo en Valragh comenzaba a suavizar el dolor. Lina ya no se sentía una extraña en ese territorio marcado por árboles milenarios, susurros de hojas y miradas intensas. Cada día descubría algo nuevo: un gesto, una tradición, una historia tejida en el alma de esa manada que, poco a poco, comenzaba a hacerla sentir parte de algo más grande que ella.La manada era extensa. No todos vivían cerca, pero se reunían con frecuencia, compartiendo alimento, consejos y silencios llenos de significado. Lina se sorprendía de lo unidos que eran, de la manera en que se miraban entre sí como si compartieran un lenguaje invisible, una fidelidad que no pedía condiciones. Se protegían con ferocidad, pero también se cuidaban con ternura. Los más jóvenes eran instruidos con paciencia, y los mayores, los ancianos, eran tratados con una reverencia que a Lina le estremecía. El Consejo de Ancianos no solo era respetado: era sagrado. Sus palabras eran escuchadas como si llevaran el peso del bosque entero.U
Lina emergió del agua con una calma hipnótica, como si el tiempo mismo se rindiera a su andar. Cada paso que daba, el lago parecía inclinarse ante ella, rendido, como si las gotas que resbalaban por su piel quisieran aferrarse un poco más. Su cuerpo, bañado por el reflejo plateado de la luna, se contorneaba con una gracia casi irreal.Kael la observó, inmóvil, con el pulso desbocado. El aire pareció densificarse entre ellos cuando su mirada descendió por su figura. El agua corría por sus curvas con una devoción envidiable, delineando su cintura, resaltando sus pechos tensos bajo un corpiño de encaje sencillo que apenas dejaba algo a la imaginación. Eran como una provocación sutil, húmedos, firmes, palpitantes.Sus ojos siguieron bajando, atrapados por el vaivén de sus caderas, por la forma en que su piel brillaba por la luz del atardecer.Kael tragó saliva. El mundo se redujo a ella, a cada curva que su mirada devoraba, a la promesa que había en cada paso. Sus ojos se detuvieron en l
—¿Piensas quedarte ahí parado o vas a entrar, Kael?La voz de Thor suena rasposa, con ese tono grave que siempre tiene, aunque esta vez viene acompañada de una tos leve. Kael avanza y empuja la puerta de madera que ya estaba entreabierta. El interior huele a hierbas secas, madera quemada y algo más… sangre reciente, aunque disimulada.—¿Cómo estás? —pregunta, cerrando la puerta tras él. Sus ojos recorren a Thor de pies a cabeza. El anciano lobo está sentado frente al fuego, envuelto en una manta de lana gruesa. Aunque su cuerpo sigue siendo fuerte, hay señales del último enfrentamiento que no puede ocultar: un vendaje en el abdomen, moretones en los brazos y una ligera rigidez al moverse.—Mejor de lo que esperabas, seguro —responde Thor con una sonrisa torcida—. A los viejos nos cuesta caer.Kael se acerca y se sienta en el sillón frente a él. El crepitar del fuego llena el silencio que se instala por un momento.—Deberías estar descansando, no gruñendo.—Y tú deberías estar menos te
“Entonces prepárala. Enséñale lo que significa caminar entre nosotros. Porque si Lina va a estar en la manada… no puede ser solo por amor. Tendrá que ganárselo también”. Las palabras de Thor no se desvanecieron con el viento. Se hundieron en Kael como raíces profundas, recordándole que el amor no bastaba. Que Lina debía caminar entre ellos… con dignidad, no solo con el corazón. La manada no se sostenía con sentimientos, sino con vínculos forjados en la verdad, el sacrificio y la lealtad.Mientras pensaba en esas palabras, sus pasos lo llevaron hasta ella, como si su aroma fuera un faro que lo llamara sin querer. El aire se llenó de su esencia, un rastro que lo arrastraba con la misma fuerza que su corazón latía por ella. No necesitaba verla para saber dónde estaba; su presencia, su perfume… todo en ella lo guiaba. Lina estaba sentada en el césped, dejando que Emma diera pasitos a su alrededor. La niña reía cada vez se tropezaba con una hoja crujiente.—¡Eso, pequeñita! —decía Lina e
Un lobo entró en la cabaña arrastrando consigo el olor del bosque y la tensión de una noticia que no podía esperar.—Estuve en el pueblo —gruñó, sacudiéndose la lluvia del lomo al tomar forma humana—. Está casi vacío. Muchos se han ido… tienen miedo.Dorian, sentado junto al fuego, no levantó la mirada de inmediato. Jugaba con una daga entre los dedos, su expresión ausente, pero su oído atento. Al escuchar aquellas palabras, una mueca de fastidio le cruzó el rostro. La mandíbula se le tensó y apretó los dientes, conteniendo una furia que no necesitaba estallar aún.—Cobardes —masculló entre dientes.Luego se puso de pie lentamente. Caminó hacia la ventana y miró el horizonte con los ojos encendidos, como si pudiera ver más allá de los árboles, hasta el mismo corazón del pueblo que ahora lo eludía.—Quería matarlos a todos… uno por uno —dijo, con una calma escalofriante—. Hacerlos gritar. Que supieran lo que era el miedo real.El silencio se volvió espeso, como si el aire mismo temiera