CAPÍTULO 54.

El bosque era un laberinto de sombras y sonidos crujientes. Lina avanzaba con torpeza entre la maleza, tropezando con raíces ocultas y apartando ramas que parecían empeñadas en cerrarle el paso. Pero su hermana, Clara, se movía como si el bosque la reconociera.

El viento soplaba entre las copas de los árboles, pero alrededor de Clara el aire parecía quieto, expectante. Lina la observó con atención, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda.

Entonces, notó algo más.

Las sombras de los árboles se mecían con el viento, pero nunca cubrían por completo a su hermana. La luz de la luna encontraba siempre un camino para tocarla.

Y los animales…

Primero fue una ardilla que bajó de una rama y se posó en el hombro de Clara, mirándola con sus pequeños ojos brillantes. Luego, un búho dejó su percha y revoloteó sobre sus cabezas antes de posarse en una rama baja, observándolas en silencio.

Lina se detuvo.

—¿Qué está pasando? —preguntó, con la respiración agitada.

Clara no respondió.

En ese mome
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