CAPÍTULO 49.

La noche era un manto negro iluminado por el resplandor anaranjado de las llamas. Ragnar apretó la mandíbula al ver el fuego devorando parte del límite de Valragh. Emma, dormida en sus brazos, se removió levemente, dejando escapar un débil gemido. A su lado, Rykker gruñó con inquietud, con el pelaje erizado y las orejas gacha.

—Esto no puede estar pasando… —exclamó Ragnar, con la voz entrecortada—. Valragh estará en llamas.

—No podemos entrar por ahí —gruñó Rykker, sus ojos centelleaban con desesperación.

El otro lobo miró las llamas con los ojos muy abiertos.

—Si entramos por la parte afectada, nos arriesgamos a quedar atrapados. Debemos rodear.

Ragnar soltó un gruñido bajo, su cuerpo tenso por la furia y la impotencia. Ajustó el peso de Emma en sus brazos y asintió.

—Iremos por el lado norte. Movámonos rápido.

Los tres emprendieron la carrera entre los árboles. Las llamas rugían a sus espaldas, escupiendo brasas y cenizas al viento. El humo les irritaba los ojos, pero no se detuvier
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