CAPÍTULO 41.

Lina temblaba, su respiración era errática y su pecho subía y bajaba con fuerza. Sus ojos se clavaron en Kael con terror, confusión y rabia. Su mente se negaba a aceptar lo que había visto, lo que había sentido.

—¿Qué eres tú? —susurró al principio, pero luego su voz se alzó, temblorosa—. ¡¿Qué clase de bestia eres, Kael?!

Kael no respondió de inmediato. Su mandíbula estaba tensa y su mirada reflejaba un dolor contenido. No quería verla así, pero tampoco podía cambiar lo que era.

—Lina…

—¡No! —gritó ella, retrocediendo, sintiendo que sus piernas apenas la sostenían—. No… No puede ser verdad… Esto no es real…

De pronto su mirada se quedó fija en la nada misma y recordó los momentos en que ambos estuvieron juntos; los besos, las caricias… todo aquello que habían vivido, las veces que hicieron el amor con pasión y frenesí. Sus ojos reflejaron una angustia acompañada de dudas, su cabeza daba vueltas.

—Tú y yo… —no encontraba las palabras—. Tú y yo …hicimos el amor. Fui tuya…¿Cómo es esto
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