Alana miró a su hijo con extrañeza. —¿Cómo es eso de que huele a Mateo? ¿Sientes el aroma de su perfume? —Ella olisqueó el aire, sintiéndose absurda.Sólo olía a incienso y galletas, nada parecido a un perfume.—Lo siento a él —dijo Martín—, pero ya no está aquí.—No es posible.—Es un niño, quién sabe en qué está pensando. No le des importancia —le susurró Damián.Alana conocía a su hijo, él no mentía y mucho menos hablaba por hablar. De Damián no podía decir los mismo.—Tú también actuaste extraño al entrar. ¿Qué está pasando?—Nada, Alana. ¿Tu abuela está bien?La abuela los esperaba en la cocina, lista para cantarle sus verdades a Damián. El enojo la envalentonaba y le daba más años de vida. Hasta que vio a Martín, la viva imagen de Alex, el hermano bastardo de Alana. Qué curioso era el destino. La mujer envió al niño con un plato de galletas a la sala.—Eres un poco hombre —le dijo a Damián—. No te mereces ninguna de las lágrimas de mi nieta, pero ella ya es adulta, supongo que
Luego de acordar cenar con Alana y Martín, Damián fue con Mateo. No estaba en el edificio de departamentos, así que le tocó viajar a Mabi. Sobraba decir que no era muy bienvenido allí luego de su frustrada boda. Su padre no quería ni verlo, el concejo debía estarlo presionando para que le impusiera alguna sanción y lo mejor era no asomarse hasta que las aguas se aquietaran, pero le urgía saber qué tramaba su primo. —¿Está mi tío? —le preguntó a la sirvienta que abrió la puerta. —Está fuera por negocios.Perfecto. Su tío era un hueso duro de roer y no lo quería dándole sermones. Si Mateo era un retorcido, eso lo había heredado de su padre, no tenía dudas. De su madre nada se sabía, tampoco de la de Marcos. El tío tenía poca paciencia con las hembras o ellas tenían poca con él, era un tema del que nadie hablaba. Tampoco se hablaba del evento que lo había hecho caer en desgracia y perder el puesto de alfa de la manada. Algo había hecho, algo tan terrible como para ser destituido, con t
Las vacaciones de Alana terminaron, ella volvió al trabajo y Martín al jardín de niños, pese a la petición de Damián de quedarse a su cargo. Acordaron que iría por media jornada y estaría el resto de la tarde con él a quien, al parecer, no le urgía trabajar.En la oficina, Alana puso a Ximena al tanto de los últimos chismes.—No le dejes las cosas fáciles al cabrón. Si quiere volver contigo que te suplique perdón de rodillas. De hecho, creo que deberías salir con alguien más, para matar de celos al hijo de puta. Que hubieras follado con su primo sí que debió dolerle. —La venganza no es algo que me haga sentir mejor y en Mateo no quiero ni pensar. Quiero vivir en paz con mi hijo y si él quiere lo mismo, será bienvenido.—Eres muy blanda, Alana. Un poco de amabilidad de su parte y ya te olvidaste de todo lo que te hizo.Alana no había olvidado nada. El odio seguía allí, como pus rezumando de una herida infectada. Y las infecciones se esparcían hasta contaminarlo todo, ella no quería es
—Frank Zóster —repitió Alana, como saboreando el inesperado encuentro—. En mis clases de la universidad había un Zóster, Damián.—Mi hijo.Era el abuelo de Martín a quien tenía en frente, bastante increíble para lo joven que se veía. Habría jurado que podía tratarse de un hermano mayor de Damián, pero no de su padre. De pronto quiso sentarse a comer con él, contarle de su vida y que supiera lo exitosa que era, una mujer digna de formar parte de su familia, no como Damián había creído. "Míreme, ¿le parezco poca cosa?", eso quería decirle. No le dijo nada porque cayó desmayada a mitad del comedor.—¿Qué le pasó? —preguntó otro hombre.—Es sólo un mareo —aseguró Frank, cargándola.La sacó deprisa de allí antes de llamar demasiado la atención. Evitó los ascensores y subió por las escaleras hasta su habitación en el sexto piso. No pensaba con claridad cuando la dejó en la cama y se lanzó sobre ella. Había pasado mucho tiempo, pero recordaba en detalle el aroma de la hembra más deseada de
El auto de Damián, escoltado por otros dos, fue guiado hasta los muelles. Allí estaba emplazada una sucursal de la compañía de su padre, cerca de donde llegaba la mercancía que importaban. Allí también había pasillos oscuros entre contenedores llenos de secretos y bodegas enormes y solitarias. En una de estas se reunió con su padre. Los ojos del alfa se clavaron en Martín.—¿Qué hiciste, Damián?—No hablaré con él presente. ¿Puedo confiar en que tu secretaria lo cuidará?Frank asintió y la mujer, de mediana edad, entró por el pequeño.—¿Te gustan las galletas? —le preguntó ella.—Depende. ¿Tienen endulzantes artificiales?—¡Qué niño tan inteligente! Buscaremos unas que puedas comer.Damián se sentó. Había unos sillones junto al escritorio en lo que era la oficina de su padre antes de que se trasladara al centro. La seguía usando cuando volvía allí. La usaba ahora que quería mantener la conversación en secreto.En la mesa frente a él había una botella de whisky hasta la mitad. Damián se
Planificar una boda requería mucho tiempo. Desde el diseño de las invitaciones hasta la música a escucharse en la fiesta, nada podía quedar al azar. Alana ya pensaba en el color de las flores que decorarían el lugar mientras miraba el anillo. Le había quedado a la perfección.El corazón le palpitaba como si tuviera una mariposa atrapada en el pecho. Le había dicho a Damián que sí porque lo amaba y lo que más anhelaba era fortalecer su familia, que era pequeña. Ahora estaría completa. —¿Tres meses será tiempo suficiente? ¿O prefieres esperar a fin de año? —preguntó ella, con demasiado aire en los pulmones.—Hagámoslo este fin de semana.—¡¿Qué?! —Alana sintió que se mareaba. La sorpresa y la emoción le estaban causando vértigo. —Ya perdimos cinco años, no quiero perder un solo día más. Quiero que Martín lleve mi apellido y que vivamos juntos. Quiero despertar cada mañana a tu lado.Con los ojos llorosos Alana lo abrazó. Quería decirle que no necesitaban firmar un papel para hacer todo
—¡Mira qué elegante te ves! Yo me quiero casar contigo —dijo Ximena, admirando el pequeño smoking que Martín llevaba.—Soy muy joven para casarme —dijo él, mientras le cogía la mano para hacerle un dibujo.Alana ya tenía uno y Pedro también.—Me falta papá. Tengo que dibujarle uno.—Lo harás cuando lleguemos —dijo Alana.Pese a que vivían uno frente al otro habían acordado no verse hasta el momento de dar el sí en la oficina del registro civil. La ceremonia se llevaría a cabo a las tres de la tarde. —Se supone que la novia siempre llega tarde —recalcó Ximena.Llegaron diez minutos antes y fueron los primeros. Gente de la empresa llegó luego. Alana miraba su reloj a cada instante.—¿Tu abuela no vendrá? —preguntó Pedro.—Por la cara que puso cuando la invité supongo que no. Era algo que me esperaba de todos modos. En cuanto llegó la jueza empezó el calvario de Alana. Tal vez había mucho tráfico, se decía ella, consciente de que al lugar se llegaba fácilmente por autopista. Tal vez alg
—No te sentí llegar anoche. ¿Llegaste muy tarde? —preguntó Ximena.Estaban desayunando. —No sé qué hora era.—Pues debió ser muy tarde, tienes unas ojeras espantosas. Alana apenas y había dormido, pensando, intentando entender lo que había ocurrido y convencerse de que no estaba soñando. Las pesadillas y los lobos la habían seguido al mundo de la vigilia y la acechaban cuando estaba despierta.—Me preocupas, amiga. Me preocupa tu salud mental —agregó Ximena. ¡Salud mental! Era increíble para Alana seguir teniendo algo como eso cuando la irrealidad la atacaba de forma tan siniestra y cruel. Tal vez ya estaba loca, tal vez ya venía de vuelta.—Tranquila, Xime. Soy más fuerte de lo que parezco. Ve y descansa, ya me has ayudado lo suficiente. —Eso lo sé muy bien. No estás sola, que nunca se te olvide.En eso ella se equivocaba, Alana estaba completamente sola porque a nadie podía confiarle lo que sabía, lo que había visto en casa de su abuela durante la noche, el modo atroz en que las