XXI Herida abierta
—Me sorprende que hubieras regresado tan pronto de tus vacaciones —comentó Pedro.

Tanto había insistido Martín que acabaron reuniéndose a almorzar con él en un restaurante. Aprovechando que el niño estaba muy concentrado comiendo su postre, Alana le contó a susurros la serie de eventos desafortunados que acabaron con su descanso, omitiendo todo detalle licantrópico.

—Podrá ser un desgraciado, pero es el padre de Martín y ahora empezarás a verlo más seguido. ¿Todavía sientes algo por él?

—Odio. Desprecio. Lo detesto. Ojalá y no tuviera que volver a verlo nunca.

—Tendrás que hacer un esfuerzo por el niño. Tal vez esto te sirva para dar vuelta la página y sanar las herida que él te dejó.

—Ya las sané —aseguró ella.

—Cuando eso pase, querida Alana, hablar de él no te enfurecerá como lo hace, tampoco te causará tristeza, simplemente te será indiferente.

"Ya me es indiferente", iba a decir ella, pero no quería engañarse.

Damián le habló por la tarde. Llegó con un juego de mesa, con figur
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