Oliver le sirvió un vaso de agua:—En realidad no teníamos nada seguro. Tómalo como una escapada para relajarte. Este lugar tiene un paisaje y un clima extraordinarios, no hemos venido en vano.Con voz cariñosa, trataba de consolar a su esposa. Desde que Álvaro y Gabriela atravesaban su crisis matrimonial, la vida tranquila de Carmen se había venido abajo. Oliver veía cómo día tras día ella se angustiaba sin remedio y se sentía impotente.Al igual que en su juventud, no había manera de persuadirla cuando emprendía cierto tipo de acciones.—Yo solo…, —Carmen dejó escapar las lágrimas mientras miraba la pequeña cajita que guardaba en la palma de su mano: era un reloj de bolsillo con una foto de su hija, cuando todavía era una adolescente.En esa época, Sofía no había conocido a Eliseo, ese desgraciado, pensó Carmen. Parecía tan pura y radiante.—Siento que me queda poco tiempo, —susurró con amargura—. Y necesito averiguar la verdad antes de morir.Oliver guardó silencio mientras acaricia
Soren había visto crecer a Iker y conocía muy bien a Ivana, sabía qué clase de personas eran. Durante todos estos años, tanto Iker como Ivana se habían desvivido por cuidar a la huérfana de su hermano mayor y su cuñada, y eso lo había conmovido profundamente. Incluso en una ocasión elogió frente a Oliver cuánto había cambiado Iker para bien.Pero maldito Iker: engañó la confianza sincera de Soren. Después de todo, ¿a quién cuidaba con tanto cariño? ¡Nada menos que a su propia hija, no a la sobrina huérfana!Soren sintió que ya era suficiente conmoción por un día… y, sin embargo, llegó Gabriela a rematar la escena con la confesión de que estaba embarazada de otro hombre. En comparación, aquello de escenificar su propia muerte y escaparse se volvía un tema secundario.Soren, con más de cincuenta años pero siempre erguido y robusto, sintió cómo el peso de la noche le doblaba la espalda.Mientras tanto, Kian acababa de recibir el retrato de uno de los tres asesinos, el más «decente» a prim
Laura divisó a dos individuos que rondaban el pasillo con equipo de grabación, merodeando de forma sospechosa.Era probable que fueran influencers o periodistas de nota roja.Para mantener distancia, Laura se apartó un poco y marcó otro número:—Avísenle al equipo de crisis que vigile con lupa todas las publicaciones y palabras clave relacionadas con Noelia. Y que confirmen con cada plataforma y medio que Grupo Saavedra ya ha dado la orden de no difundir nada que la vincule al señor Saavedra.Del otro lado, alguien respondió afirmativamente.—Gracias. Por cierto, los turnos extra se pagarán quintuplicados y el señor Saavedra agregó un bono para compensarlos.—¡Excelente, jefa!Laura colgó y se dirigió a la habitación. Al llegar a la puerta, llamó con suavidad.Laura no esperó respuesta alguna desde el interior. Simplemente abrió la puerta y entró con paso firme, el golpeteo de sus tacones resonando en el piso.Noelia levantó la mirada y al notar que era Laura, su rostro se fue quedando
Laura se quedó en blanco por un instante. Aquello sí que la tomó por sorpresa.Noelia, al notarlo, se regodeó de satisfacción. Sin embargo, al segundo siguiente, Laura soltó una risita contenida.—¿De qué te ríes? —La expresión de Noelia se tornó sombría—. Te aseguro que es verdad. Y los dos viejos de la familia Rojo también lo saben.—No dudo de lo que dices, —replicó Laura con una sonrisa relajada—. Solo me pregunto por qué doña Carmen, que tanto adora a Gabriela, de pronto quiso alejarla de la ciudad. Y ahora tú, Noelia, has resuelto mi duda.Noelia se limitó a mirarla, molesta por no obtener la reacción que esperaba.—Pero…, —Laura adoptó de pronto un gesto de pesar y contempló a Noelia como si fuera una criatura indefensa—. Si es así, ¿no crees que tu situación es aún más triste? Al final, ambas esperan un hijo de otro hombre. La diferencia es que Gabriela engañó a Álvaro durante el matrimonio y, aun así, él la sigue aceptando. Incluso corrió a sus abuelos para no tener estorbos.
Para ella, no existía la más mínima posibilidad.«¿De dónde habrán salido esos rumores?», se preguntó. «¿Por qué Gabriela no se defiende?»La respuesta se le antojó clara: Gabriela, por alguna razón, estaba más que decidida a divorciarse de Álvaro. ¿Para qué molestarse en desmentir nada? De hecho, quizá hasta lo había admitido sin reparo…Laura frunció el ceño.Le resultaba más sencillo enfrentarse a los números de la empresa y a la política del mercado que lidiar con este drama personal tan enredado. Sin embargo, tenía una certeza: Gabriela debía mantenerse casada con Álvaro.A la mañana siguiente, Laura se dirigió a la residencia de las afueras bajo una suave nevada. Cuando se bajó del auto, se encontró con Gabriela al borde de un estanque climatizado, alimentando a los peces.—Señora, —la saludó Laura.Gabriela solo alzó la vista y asintió; no interrumpió su tarea ni respondió con palabras.Kian ya le había comentado a Laura que, desde que Gabriela llegó a esa finca, casi no interac
Laura siguió a Álvaro hasta el auto. De pronto, se llevó la mano al bolsillo de su abrigo.—Señor Saavedra, creo que dejé mi teléfono adentro.Álvaro ya estaba sentado:—Iré con Kian. No hace falta que vengas. Cuando encuentres tu celular, continúa tus días libres.—De acuerdo, —asintió Laura con una leve inclinación de cabeza.Se quedó observando cómo el vehículo salía de la finca y, solo entonces, regresó sobre sus pasos.Dentro de la casa, Gabriela ya se había quitado el grueso abrigo y estaba a punto de ir a la sala de yoga. Cuando Laura volvió, le dedicó una sonrisa ligera, y con un gesto señaló el teléfono que descansaba sobre el sofá:—Lo quité.Gabriela asintió y siguió su camino hacia la sala de yoga.Momentos después, Laura también la alcanzó. Sin entrar al cuarto, Gabriela giró en el pasillo, abrió una puerta corrediza y salió a un pequeño jardín exterior contiguo al salón. Pese a ser invierno y a que la nieve cubría casi toda la vegetación, el panorama ofrecía cierto encant
—No lo conozco en persona, —contestó Laura—. Pero he escuchado cosas sobre él. No es tan bondadoso como aparenta, y si se te acercó de pronto, debe de haber algo turbio detrás. Señorita García, yo no tengo padres; crecí sin familia. Y usted, siempre solidaria con los huérfanos, merece mi respeto… Por eso no quiero verla tomar el camino equivocado.—El único camino equivocado en mi vida ha sido Álvaro, —replicó Gabriela con frialdad, clavando la mirada en Laura—. Jamás debí involucrarme con él. Lo que hago ahora no es más que aceptar mi error y dar un paso atrás antes de hundirme por completo.A Laura le sorprendió la firmeza con que Gabriela daba por terminada su relación con Álvaro. Tras un breve instante de desconcierto, preguntó:—Todos podemos equivocarnos. ¿Ni siquiera le darás la oportunidad de corregir sus errores?—Será mejor que te vayas —cortó Gabriela, fijando la vista en la nieve que caía—. Si los sirvientes te descubren hablando conmigo a solas, se lo contarán a Álvaro.Y
Álvaro entró en la habitación de Noelia sin mayor ceremonia.Ella estaba recostada con un pijama hospitalario suelto, y en sus muñecas se veían vendas manchadas con rastros de sangre. Con el rostro pálido, miraba con melancolía hacia la ventana. Su aspecto era tan frágil que casi parecía volverse transparente, como si un mínimo soplo de viento pudiera desvanecerla.Álvaro tocó la puerta con los nudillos.—No tengo hambre, no quiero comer, —murmuró ella, sin fuerzas.—Deja de fingir, —respondió él, ya avanzando—. ¿No era a mí a quien esperabas?Noelia se volteó con cierto dramatismo, como si recién notara que era él.Al verlo, sus ojos se humedecieron de inmediato. Aquella técnica de lágrimas instantáneas no era nueva en ella; desde siempre había cultivado una imagen de fragilidad frente a Álvaro.—Álvaro, pensé que no vendrías, —dijo con un nudo en la garganta.Él clavó la mirada en la pequeña habitación. Era un cuarto individual muy sencillo, ni siquiera había una silla decente donde